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27 de abril de 2025 | Nacionales

Miopía K

¿Cristina o Kristalina? Una estrategia destinada a la derrota

La estrategia de Cristina Fernández de Kirchner de confrontar al Fondo Monetario Internacional (FMI) con consignas del pasado evidencia su desconexión con una sociedad que hoy prioriza estabilidad económica sobre radicalizaciones políticas.

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Días atrás Kristalina Georgieva, titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), instó a los argentinos a votar bien, en sentido de la continuidad del cambio impulsado en nuestro país por el gobierno de Javier Milei. Sus declaraciones contradicen la normativa del organismo, tras tomar una posición similar ante el golpe contra Hugo Chavez del 2002. El retorno del comandante a la presidencia de Venezuela dejó en ridículo al Fondo, que se apresuró en incorporar una cláusula a su articulado en la que se prohíbe tomar partido por gobiernos. El interés de la institución de crédito internacional debería estar apuntando a los países, más allá de quiénes lo administren.

Claro está que al tratarse también de una institución política que promueve un determinado tipo de orden mundial, los apoyos y las sanciones no dejan de tener un sesgo ideológico, pero se trata de actuar de manera más disimulada. El apoyo a la gestión de Milei no queda claro si se da en el marco de un diagnóstico que lo ve demasiado débil para sostenerse solo, o simplemente porque Georgieva tiene en claro que el préstamo precedente a Mauricio Macri, en total contradicción con los estatutos del organismo, le costó la presidencia a Christine Lagarde, por lo que su sillón estaría en juego en caso de un nuevo escándalo. Más aún si se tiene en cuenta que, en ambos casos, sobrevuela la figura de Luis “Toto” Caputo.

Tan en claro quedó el despropósito de Georgieva que un día después debió salir a aclarar que no se había dirigido “a los argentinos” sino “al gobierno”, para que no modificara su rumbo. Excusa insostenible, por cierto, y que nadie le creyó. Pero la piedra ya había sido arrojada, y quienes se apresuraron a recogerla fueron Cristina Fernández de Kirchner y su entorno, para cometer un despropósito aún mayor: en las redes sociales de Eduardo “Wado” de Pedro y de otros dirigentes cristinistas apareció la consigna “Cristina o Kristallina”, emulando a la histórica “Braden o Perón”. Claro está que el mundo no es el mismo que el de 1945 y, más aún, que Cristina dista de ser un Perón resucitado.

Tratar de operar sobre el presente apelando a consignas o estrategias del pasado generalmente no da buenos resultados. Si se toman los resultados de las elecciones en Santa Fe o las mediciones en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se concluye rápidamente en que la sociedad prefiere a los moderados antes que nuevas radicalizaciones. Más aún cuando se trata de dirigentes en cuarto menguante, como Cristina, que fueron en gran parte la razón del voto a Javier Milei en 2023.

¿Realmente Cristina y su séquito creen que la sociedad argentina se sentirá seducida por una propuesta de confrontación con el FMI, siendo que la principal preocupación de los argentinos parece ser el control de la inflación? Es posible que así sea, ya que la exvicepresidente parece haber perdido la brújula de la sociedad argentina hace bastante tiempo. Pero también hay otra explicación: que su estrategia se oriente a capturar exclusivamente el voto de los sectores politizados del panperonismo, excluyendo al resto, para imponerse en unas elecciones que, para ellos, son exclusivamente una interna contra el gobernador rebelde, Axel Kicillof.

Así como a La Libertad Avanza no le importa que se imponga Leandro Santoro en la CABA si consigue imponerse sobre el Pro, a Cristina tampoco le importa demasiado cuál sería la gobernabilidad de la provincia de Buenos Aires en caso de que Axel Kicillof termine derrotado, ya que, en ambos casos, estas elecciones de medio término son consideradas como unas PASO anticipadas de la que realmente importa: la elección presidencial de 2027.

Cristina debería saber que en los comicios no sólo votan los militantes, sino el conjunto de la sociedad, y que al malestar que ella y su entorno generan en el común de los argentinos habría que sumarle el enojo de amplios sectores que sólo desean vivir en paz, con inflación baja y en un cierto clima de previsionalidad y estabilidad, algo que en vano buscaron en la figura de Javier Milei.

Profundizar la confrontación puede servir en una asamblea universitaria, pero no necesariamente en una elección general. Claro que el cristinismo, en su miopía, no consigue distinguir una de otra. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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