
Municipales
Vecinos, comerciantes y familias de Ramos Mejía se movilizaron contra una inseguridad creciente y crónica, tras el brutal ataque a María Laura Mollard, en un barrio donde el estado brilla por su ausencia y la impunidad marca el pulso cotidiano.
La postal de Ramos Mejía ya no es la de un barrio de clase media con actividad comercial pujante y tradición educativa. Hoy es otra: motos sin patente, trapitos que amenazan a estudiantes, robos a plena luz del día y una sensación de desprotección que se volvió crónica. El reciente y brutal ataque contra María Laura Mollard, arrastrada más de 100 metros por un delincuente que le robó el auto frente al colegio Don Bosco, volvió a encender la mecha en un barrio que vive con miedo.
Hoy, la organización Comunidad Educativa en Alerta - Ramos Mejía convocó a una protesta en la intersección de avenida de Mayo y Humboldt, donde se congregaron alumnos, familias, comerciantes y vecinos, exigiendo el fin de la impunidad y una respuesta concreta de parte de los gobiernos de Fernando Espinoza y Axel Kicillof. No es la primera vez. Tampoco, lamentablemente, parece que será la última.
El lunes 5 de mayo por la tarde, María Laura Mollard, de 46 años, se disponía a retirar al hijo de una amiga del colegio Don Bosco. Estacionó su vehículo, lo dejó en marcha y bajó por unos segundos. Fue entonces cuando Gastón Alejandro Rodríguez, alias “El Rengo”, se subió al auto y aceleró. Mollard intentó detenerlo, pero fue arrastrada durante más de una cuadra. El saldo: traumatismo craneoencefálico, isquemia, coágulos, clavícula fracturada y un coma inducido en el hospital Paroissien.
La indignación se transformó en movilización. La comunidad educativa y los vecinos tomaron las calles con carteles, cadenas de oración, pero también con un reclamo claro: "Queremos vivir sin miedo".
Este hecho recordó otro drama no tan lejano: el asesinato del kiosquero Roberto Sabo, ocurrido en 2021, a solo tres cuadras de la comisaría segunda. Sabo fue acribillado en su negocio por un delincuente con múltiples antecedentes y una cómplice menor de edad. En aquel entonces, también hubo una protesta masiva frente a la comisaría. La respuesta estatal fue represión, gases lacrimógenos y funcionarios ausentes.
Cuatro años después, la gestión de Axel Kicillof sigue tropezando con las mismas piedras. Las calles están liberadas, los delincuentes cruzan de un municipio al otro sin obstáculos, y los intendentes se sacan fotos mientras los vecinos entierran su tranquilidad.
Los vecinos de Ramos Mejía denuncian un cuadro que ya es parte del paisaje urbano: trapitos que extorsionan, consumo de alcohol y drogas frente a la plaza Sarmiento y la parroquia Nuestra Señora del Carmen, en un radio de apenas 300 metros. A eso se suman los motochorros y las bandas que operan impunemente cerca de escuelas, sabiendo que la reacción oficial será, en el mejor de los casos, un patrullero que pasa de vez en cuando.
En un comunicado difundido por Instagram, la Comunidad Educativa en Alerta fue contundente: "Hechos como el descripto se repiten diariamente en todo el partido de La Matanza y en particular en Ramos Mejía, siendo generalmente blanco de ataques menores los distintos niveles educativos y sus familias". Por eso, llamaron a "exigir el compromiso de las instituciones y sus funcionarios, controles eficientes y mayor seguridad".
Mientras tanto, el intendente Fernando Espinoza continúa en su laberinto de promesas incumplidas. La remodelación de la estación de Ramos, prometida desde 2016, sigue empantanada. La policía, desbordada. La Justicia, lenta. El narcomenudeo, intacto.
En este contexto, la detención de “El Rengo” Rodríguez el miércoles por la mañana en Castelar no trajo alivio. Fue solo un dato más en una larga lista de detenciones que nunca cambian el fondo del problema: la inseguridad estructural y la ausencia del Estado.
Hoy, Ramos Mejía está de pie. Pero no gracias a sus autoridades, sino a sus vecinos organizados, que ya no aguantan vivir en estado de alerta permanente. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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