
Legislativas
“¡Muchachos, disimulen un poco porque no va a creerles nadie!”, exclamó entre resignación y una irónica sonrisa un diputado del bloque pichettista curtido por los años de estadía en la cámara baja. Su alusión al pacto entre el gobierno y el cristinismo que todos aceptan a media voz tuvo su réplica en las filas del peronismo del norte argentino, desde donde otro legislador disparó: "Nos llevaron a rechazar todo estos dos años y ahora, por salvar a la jefa, nos llevan a la foto con el despeinado", en alusión al presidente Javier Milei.
Guste a quien guste y moleste a quien moleste, el gobierno y La Cámpora expresan demasiadas coincidencias. Sus procedimientos, su vocación de portar la verdad absoluta, el desprecio y la condena de cualquiera actitud crítica o disidente los hermana. También la pretensión monárquica de sus jefaturas: Milei cree ser el portador de una verdad revelada, mientras que Cristina Fernández Kirchner supo ubicarse apenas un escalón debajo de Dios.
Pero no sólo se trata de métodos o de procedimientos: también coinciden en una estrategia común. Devotos de la lógica amigo - enemigo que propuso a inicios del Siglo XX Carl Schmitt y profundizó, una centuria después, Ernesto Laclau, ambos optan por radicalizarse en sus planteos, ensombreciendo a los “tibios” que ocupan el centro de la escena política. Mal no les ha ido: las posiciones moderadas no encuentran eco en la ciudadanía. La grieta siempre es la que termina imponiendo sus condiciones.
Días atrás, cuando se trató simultáneamente en el Senado de la Nación Argentina la interpelación a Karina Milei y el proyecto de Ficha Limpia, ambos actores intercambiaron figuritas: la hermana presidencial quedo eximida de comparecer, mientras que el proyecto naufragó, convalidando así la capacidad de presentarse como candidata a Cristina. Este miércoles, cuando los ministros Luis "Toto" Caputo y Mariano Cúneo Libarona debían comparecer ante la Cámara de Diputados de la Nación, el cristinismo “liberó” a sus legisladores de la obligación de viajar a Buenos Aires y participar en la sesión. Siendo las 15.30, la secretaría Parlamentaria del bloque aludió a supuestas “dificultades” para conseguir pasajes aéreos, a lo que se sumaba que para entonces aún Martín Menem no convocó y no creen que lo haga, para avisarles a los de las provincias que está caída.
En efecto, el presidente de la Cámara rechazó los argumentos de la oposición para reiniciar la sesión por el affaire $Libra, que se encontraba en cuarto intermedio desde que Guillermo Francos resolvió su propia interpelación con generalidades y evasivas. Con la misma displicencia de los senadores peronistas al momento de mirar hacia otro lado la propuesta de interpelación a Karina Milei, ahora los diputados reiteraban la actitud con Luis Caputo y Mariano Cúneo Libarona.
Desde hace mucho tiempo, la estrategia del panperonismo está subordinada a los vaivenes judiciales de Cristina Fernández. Su objetivo no consiste en construir una opción hegemónica a nivel nacional, sino simplemente cerrar acuerdos y mantener posiciones institucionales para evitar que la expresidenta termine presa. De ahí, por ejemplo, el interés de Cristina y de su hijo Máximo Kirchner de ocupar las presidencias del Partido Justicialista nacional y de la provincia de Buenos Aires, o de ametrallar a Axel Kicillof y a su gestión para imponer listas electorales plagadas de candidatos propios para conservar su poder de juego legislativo. Esta estrategia conservadora parte del diagnóstico que maneja el jefe de La Cámpora de que Javier Milei reelegirá sin despeinarse en 2027, por lo que no sería razonable ni conveniente apostar a una confrontación sin cuartel con un gobierno que con sólo indicarlo podría conseguir que la Corte Suprema confirme el fallo de segunda instancia que pesa sobre Cristina, enviándola tras las rejas.
Si bien queda claro qué es lo que persigue el cristinismo, resta explorar cuál es el interés del gobierno, aunque se trata de un objetivo explícito que no merece esfuerzo alguno para ser ocultado: eliminar al Pro de la faz de la tierra para convertirse en el aglutinador de todo el amplio espacio de la derecha y la centro-derecha. De este modo, el 2027 sería apenas un trámite, Milei reelegiría sin dificultad y el proyecto de desindustrialización y primarización de la economía, asociado a la precarización laboral y el reinado de la timba financiera no encontrarían traba alguna.
De este modo, tanto para el cristinismo como para el gobierno el momento de la disputa debe procrastinarse hasta entonces, con uno de ellos imponiendo su hegemonía sobre el centro-derecha y el otro, sobre la centro-izquierda. La nueva geografía política implicaría la canibalización definitiva del peronismo y del radicalismo, convertidos en minúsculas expresiones provinciales que podrían alinearse en una u otra trinchera, y una sociedad espantada de una política que no la tiene en cuenta, por lo que cada vez se molesta menos en concurrir a los actos electorales, ya que percibe que nada podría cambiar en su beneficio del resultado de un comicio.
Así las cosas, la “peruanización” de la Argentina parece marchar sobre ruedas. Las fuerzas de centro han quedado obsoletas, sus dirigentes no mueven el amperímetro y sus mecanismos de vinculación con la sociedad resultan arcaicos, y no aparecen liderazgos ni nuevos armados capaces de modificar el status quo. El tiempo de los grandes proyectos nacionales parece haber quedado agotado. Sólo importa lo que suceda en el metro cuadrado que rodea a cada compatriota. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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