Domingo 18.05.2025 | Whatsapp: (221) 5710138
16 de mayo de 2025 | Pastillas de Colores

Al oeste del conurbano

Los secretos de Ciudad Jardín

Entre nombres de aviadores alemanes, ombúes que fueron testigos de la Batalla de Caseros y varias referencias al grupo Los Piojos, la verde localidad del partido de Tres de Febrero entraña hitos y mitos de la historia argentina.

facebook sharing button Compartir
twitter sharing button Twittear
whatsapp sharing button Compartir
telegram sharing button Compartir
print sharing button Impresión
gmail sharing button Correo electrónico

por:
Juan Provéndola

Las frescas calles de Ciudad Jardín se van desovillando en ruedos circulares desde la Plaza de los Aviadores, su epicentro, hacia los límites con El Palomar, Caseros y Martín Coronado, vecinos del partido de Tres de Febrero. El diseño acaracolado dicen que se debe al respeto que el primer trazado urbano tuvo por la profusa base arbórea del lugar, un nudo verde en aquella llanura pampeana. En 1913, el dueño de esas tierras, otro Pereyra Iraola más en estas historias, había ordenado la siembra y plantación de numerosas especies vegetales. Por eso algunas arterias se llaman De los Jacarandáes, De los Ceibos, De los Robles o De los Aromos. 

En el íntimo damero de este poblado de 16 mil habitantes a veinte minutos de Buenos Aires conviven hoy calles con recovas, pasajes de frondosa vegetación y plazoletas varias. El lugar parece recordar más a barrios del norte de Villa Gesell, a 400 kilómetros de ahí, que a los de Capital, a cuatro estaciones del San Martín. Las narrativas compartidas entre distritos no son pocas.

La primera ciudad-jardín de Sudamérica fue construyendo su historia en base a una acumulación de acontecimientos no necesariamente vinculados entre sí. Desde los saladeros del siglo XIX a la Batalla de Caseros, con un ombú aun en pie como último sobreviviente de aquellos tiempos. Más adelante, en 1911, la llegada del tren con la estación El Palomar. Luego, la creación del Colegio Militar, en 1937. Y el proyecto urbanístico-inmobiliario que aplicó el empresario alemán Erich Zeyen a partir de 1944, año oficial de la fundación de Ciudad Jardín.

Zeyen y socios armaron una compañía que en 1942 compró esas tierras por remate después de un litigio que incluía a la familia Pereyra Iraola y al estado. A partir de entonces construyeron una unidad de negocios que fue avanzando hasta coincidir con las primeras presidencias de Juan Domingo Perón y los créditos del Banco Hipotecario, principal ariete de ese proyecto habitacional. En abril de 1952, y tal como sucedía en otras ciudades, el Concejo Deliberante de San Martín, entonces cabecera del extenso partido, votó la redenominación del lugar por Ciudad Jardín Eva Perón. "Pone en evidencia que no hay incompatibilidad entre la obra justicialista y la iniciativa particular que goza al demostrarse útil y patriótica, de la libertad de acción, reconocimiento y amparo del estado", argumentaba la ordenanza, celebrando la alianza entre los público y lo privado.  

Según una interesante investigación de Lourdes Torres para el portal El Nido del Cuco, Erich Zeyen reconoció que el cambio de nombre espantó a "los así llamados oligarcas" y a "la así llamada buena clase media que se creía demasiado distinguida para vivir en una Ciudad Jardín Eva Perón". En ese contexto, debieron reducir la obra a edificaciones pequeñas, chalets. "Y tuvimos un éxito enorme: jamás habíamos edificado a tal ritmo", admitió el empresario alemán. Sin embargo, en 1956, tras el golpe de estado, el nombre de Eva Perón en Ciudad Jardín fue arrancado como su propio busto sobre Boulevard San Martín: con una cadena

Además de flores, plantas y árboles, las calles de Ciudad Jardín estilan llevar nombres de aviadores. Así son definidos en sus carteles: Aviador Immelman, Aviador Lilienthal o Aviador Wernicke, que es la que conecta la plaza central con la estación Martín Coronado, del Ferrocarril Urquiza. También hay monolitos a las memorias de Gunther Plüschow, Hermann Koehl y Erich Horhammer. Y el atractivo central de la plaza principal es un avión: el Fiat G-46B, primer planeador entrenador completamente metálico comprado en Italia. La Fuerza Aérea Argentina como tal fue inaugurada en 1945, un año después de la fundación de Ciudad Jardín. Y la vecina base de El Palomar se convirtió en un epicentro de la aeronáutica doméstica.

Lo único que realmente pareció alterar esta narrativa doméstica de árboles, alemanes y aviadores fue la cultura rock. Un "entrismo" en la historia oficial del lugar que lo vuelve a conectar con Villa Gesell: otro poblado verde de apellidos germanos que se vio intrusado por elementos fuera de lo previsto y eso reordenó obligó a reordenar su identidad. 

Como Gesell ya desde los veranos de los 60, Ciudad Jardín le dio modestos pero indispensables escenarios para el rock argentino de las décadas de 1970, 1980 y 1990, épocas cruciales en su expansión cultural. A pocas cuadras de distancia aún están el cine teatro Helios donde debutó Ricardo Mollo y la parroquia La Sagrada Familia que vio formarse a Arco Iris. También por la zona, aunque ya desaparecidos, Mo Blues, el pub del estreno de Los Piojos con Andrés Ciro en la voz, y Caroline, confitería del primer piso en una galería de Rosetti y San Martín que alumbró a Sumo, vecinos de Hurlingham.  

Rascando pintura quizás aparezca el piojito con la estética del vampiro Nosferatu que una noche de 1989 el guitarrista Pablo Guerra y el diseñador Silvio Squillari hicieron en una pared de los monoblocks de Wernicke y De las Margaritas, sucesivamente repintada de blanco a lo largo de los años. Fue la primera "publicación" de un logo de Los Piojos, acaso el gran valor de la historia ciudadjardinense: nacidos y criados, allí desarrollados y algunos aún habitando en la actualidad.

A poco del anuncio de su regreso (que inició en diciembre pasado en La Plata y concluirá en mayo en el Parque de la Ciudad), el centro de Ciudad Jardín inauguró a fines de 2024 el Paseo Los Piojos. Transcurre por un tramo donde la calle De los Jacarandáes se abre en dos pequeñas peatonales, la otra dedicada al Pasaje Jorge Donn, también hijo dilecto del pueblo. A pocos metros de la Plaza de los Aviadores, un mural hecho por cuatro alumnos de la EMAC de Caseros refleja en pleno amarillo el arte de tapa de "3er Arco". Fue disco que los terminó de empujar a la popularidad con ahora clásicos como "El farolito", "Todo pasa", "Maradó" o "Verano del '92". Y que inicia con "Esquina Libertad", oda a la casa que compartieron en esas épocas por la pendulante calle atravesada de aviadores ("Palazzo rompe lamento") y que conducía, entre otras cosas, a aquel ombú sobreviviente de la batalla de Caseros. (www.REALPOLITIK.com.ar)


¿Qué te parece esta nota?

COMENTÁ / VER COMENTARIOS

¡Escuchá Radio Realpolitik FM en vivo!