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21 de mayo de 2025 | Nacionales

Elección y después

La inestabilidad constituyente

La elección legislativa porteña profundizó la inestabilidad política al exponer la debilidad del oficialismo, la fragmentación opositora y la prevalencia de relatos interesados por sobre análisis sólidos, en un escenario donde nada parece resuelto y todo puede aún estallar.

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Finalmente tuvo lugar la elección legislativa porteña, a la que se asignaba un papel determinante para la definición de estrategias y alianzas de cara a la continuidad del calendario electoral. Pero, lejos de aclarar el panorama, el escenario quedó aún más tenso y revuelto de lo que lo estaba en la previa. Con los datos en la mano, todos sacan cuentas e intentan aprovechar su momento. Pero más que análisis sólidos lo que se presentan son interpretaciones parciales e interesadas, “autopercepciones” propias de las sociedades contemporáneas en las que la verdad ha sido desplazada por las fakes, que se han revelado mucho más operativas y contundentes.

La Libertad Avanza (LLA) puede presentarse como la gran ganadora de la jornada electoral del domingo pasado, pero esta conclusión es más sostenible en el terreno de lo simbólico que en el de la realidad. El 30 por ciento de los votos obtenidos por Manuel Adorni, con una abstención del 46 por ciento, permite comprobar que el apoyo social porteño al gobierno nacional apenas alcanza a un 15 por ciento. El Pro, siguiendo con sus dislates y errores permanentes, ha aceptado la interpretación oficial sobre su humillante derrota, con la consecuente jubilación política de Mauricio Macri, con bandera de remate incluida para el partido amarillo.

Este diagnóstico demuestra más la resignación de la fuerza política y su pérdida de energía que una verdad incuestionable: ¿Basta con el voto del 15 por cinto de los porteños para archivar una experiencia de dieciocho años en la CABA, que significó el trampolín para el gobierno nacional entre 2015 y 2019? De así serlo podría sostenerse que el Pro murió por inanición mucho antes de las legislativas del domingo pasado. Pero, ¿es realmente esa la explicación adecuada, o sólo la que podría extraerse de una fotografía que prescinde de analizar procesos históricos de mayor duración? No debe olvidarse que el caudal de votos de LLA también disminuyó drásticamente con relación a la elección presidencial de 2023, y que los sufragios obtenidos en las villas más grandes de la CABA se desplomó dramáticamente.

Al oficialismo la victoria de Adorni le significó, dentro de su interna, apenas un día de remanso en las operaciones destituyentes que lo han caracterizado desde sus inicios. Lejos de amainar, la interna entre Santiago Caputo y Karina Milei no deja de subir su temperatura. Tal vez los cómputos le permitan avanzar aún más en su proceso de colonización del Pro en la provincia de Buenos Aires: lo que no queda en claro es si ese 15 por ciento de votos propios sobre el padrón electoral se repetirán en los comicios bonaerense, o cuánto llegarían a sumar con el aporte inorgánico de actores del partido amarillo en sus listas.

La situación económica y social de la primera provincia argentina, sobre todo en algunos de sus conurbanos, invita a pensar que no será precisamente la aprobación de la gestión Milei la opinión preponderante en esa instancia. Sobre todo si el gobierno insiste con su estrategia de nacionalizar las elecciones provinciales y municipales, planteándolas como un plebiscito a favor o en contra del presidente. Tampoco el “peronismo” de la provincia es similar al de la CABA: ¿Será lo mismo competir contra Cristina Fernández de Kirchner, Axel Kicillof y Sergio Massa que contra el radical edulcorado Leandro Santoro?

Para el peronismo de la Ciudad, la elección tiene una  matriz paradójica: quedó confirmado como la primera minoría en la Legislatura y obtuvo apenas un escaño menos que LLA (diez contra once). La contracara es más preocupante: mantuvo porcentajes históricos de votación, aún a pesar de haber resignado su matriz más combativa, presentando a un extrapartidario como candidato, que no parece haberle sumado nuevos votantes a los tradicionales.

¿Habrá valido la pena continuar con la estrategia de Cristina de presentar candidatos cada vez más corridos a la derecha para adaptarse a un electorado que, según su evaluación, va corriéndose en esa dirección, o la resignación de la identidad partidaria lo conduce a una pérdida de su base política, que incluso ha llegado a votar generosamente a Javier Milei en 2023? La pregunta es si puede considerarse como peronismo a la socialdemocracia cristinista.

¿El slogan “Al final votaste a un radical” expresa un malestar de las tribus peronistas “de Perón”, o es la confirmación de que el peronismo ha emprendido desde hace tiempo un proceso irreversible de atomización y provincialización, similar al que la Unión Cívica Radical (UCR) viene experimentando desde hace mucho tiempo? Los nulos resultados de las fórmulas alternativas, como la que patrocinó Guillermo Moreno o la que encabezaba Juan Manuel Abal Medina parecen señalar esta última dirección, aunque tal vez resulte apresurado darlo por sentado.

Mientras tanto, el gobierno nacional sí ha sabido sacar rédito de los cómputos, avanzando decididamente en sentido de la reforma laboral y jubilatoria, la restricción del derecho de huelga, el blanqueo permanente de dólares y la distorsión de la base impositiva en beneficio de los sectores más concentrados. Si algo no le falta a esta gestión es audacia y una obsesiva energía en la persecución de sus objetivos. Si fue capaz de implementar cambios trascendentales a través del Congreso de la Nación Argentina con una mínima base de legisladores propios, ¿cómo no iba a promover una profundización del “cambio” montada sobre apenas un 15 por ciento de votos positivos de los porteños?  

En la política no puede decretarse la muerte ni la jubilación de ningún actor de manera definitiva, una actitud habitual en los análisis políticos de un periodismo que vive al día, pero que no explora los procesos históricos. Tanto para el Pro como para el peronismo la estrategia común parece ser la de desensillar hasta que aclare, a la espera de que el gobierno nacional la choque debido a la fragilidad del sector externo, entre la sangría constante de dólares, la imposibilidad de generas divisas que procedan ya no del endeudamiento sino de la producción y la ausencia de inversiones internacionales significativas para motorizar las áreas extractivas que podrían incrementar la nutrición de las arcas estatales con fondos virtuosos. Pero esta estrategia de la oposición puede resultar suicida, ya que conlleva la pérdida de toda empatía con sus bases sociales, condenadas a soportar las consecuencias del cambio en absoluta soledad. La “casta” les ha soltado la  mano.

¿Serán tan ingenuas como para volver a darles crédito, en el caso de que sus pronósticos de catástrofe lleguen a cumplirse? O, por el contrario, el punto de inflexión en la política argentina es tal que nada de lo viejo conseguirá sobrevivir al huracán libertario? Todo, aún, está por verse. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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