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El ensayista e investigador Esteban Rodríguez Alzueta, integrante de la Maestría en Criminología de la Universidad Nacional de Quilmes, analizó en RADIO REALPOLITIK FM la compleja relación entre pobreza y criminalidad, desmontando miradas simplistas y poniendo el foco en las múltiples dimensiones sociales que rodean al delito.
“La pobreza por sí sola no genera delito”. Con esta afirmación, Esteban Rodríguez Alzueta, ensayista e investigador especializado en temas de seguridad y exclusión social, rompió con una de las ideas más extendidas en la opinión pública. El académico de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) planteó que la relación entre criminalidad y pobreza debe entenderse desde una mirada mucho más compleja y estructural.
“No hay que hacer una lectura mecánica entre pobreza y delito. El hambre no explica el robo. La relación está mediada por muchos otros factores”, advirtió Rodríguez Alzueta. Para él, es fundamental leer la pobreza junto a otros conceptos, especialmente la desigualdad social, la fragmentación comunitaria y la presión de la cultura del consumo.
“El delito aparece con mayor fuerza en contextos donde la pobreza convive con desigualdades abismales”, sostuvo. No se trata simplemente de tener menos, sino de ver de cerca lo que otros tienen. “No es lo mismo vivir en la pobreza que vivir en la pobreza al lado de una mansión”, ilustró el investigador, aludiendo a los contrastes violentos que se dan en las grandes ciudades.
Pero además, explicó que esa pobreza, en muchos casos, se vuelve aún más dañina cuando se combina con la fragmentación social: “Ya no hay contratos comunitarios estables que estructuren la vida cotidiana. La familia, la escuela y el trabajo se volvieron espacios inestables”.
A esto se suma la cultura del consumo como nueva fuente de sentido para muchos jóvenes. “Si para existir necesito unas zapatillas Nike y mi familia no puede comprármelas, pero el mercado me dice todo el tiempo que sin ellas no soy nadie, entonces empiezo a correr riesgos para conseguirlas”, ejemplificó.
Rodríguez Alzueta también cuestionó la vigencia de la “cultura del esfuerzo”, especialmente entre los más jóvenes: “Ven que sus padres trabajaron toda la vida, pero eso no les garantizó progreso. Entonces cuando una maestra les dice ‘esforzate que vas a llegar’, les suena a burla”.
El investigador habló también del papel del sistema penal y las cárceles: “Si miramos quiénes están presos, la mayoría son personas pobres, sin trabajo, sin estudios, que viven en barrios marginales”. Pero lejos de ser una herramienta para resolver el problema del delito, el sistema carcelario muchas veces lo profundiza. “El encierro es una apuesta en valor del cartel delictivo. La cárcel no reinserta: subculturaliza, reafirma identidades delictivas y transforma el castigo en parte del prestigio”, aseguró.
En ese marco, explicó que la violencia que hoy se observa en muchos delitos no puede entenderse solo desde su funcionalidad (“mostrar el arma para que no haya resistencia”), sino que es una violencia cargada de resentimiento, envidia y frustración. “Hoy el problema no es solo con el patrón, también con el laburante”, dijo.
Finalmente, señaló que la estigmatización social y el hostigamiento policial constante sobre los sectores pobres termina alimentando un círculo vicioso: “La obsesión policial por controlar a los pobres genera una profecía autocumplida: cuanto más los persiguen, más se cristaliza su lugar como sujetos peligrosos”. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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