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Mientras Maximiliano Abad busca desesperadamente una alianza con Javier Milei para no perder poder, su esposa Marina Sánchez Herrero encarna como pocas el modelo de casta privilegiada que La Libertad Avanza dice combatir.
Mientras el senador nacional Maximiliano Abad, en caída libre dentro de la Unión Cívica Radical (UCR) bonaerense, mueve cielo y tierra para cerrar una alianza con Javier Milei, a través de su amistad con Patricia Bullrich, su esposa, la multifuncionaria Marina Sánchez Herrero, se convierte en el mejor ejemplo de lo que La Libertad Avanza denuncia como “la casta”.
El matrimonio Abad - Sánchez Herrero es la síntesis del privilegio político y el acceso perpetuo al estado. Ella ocupa, de manera simultánea, cuatro cargos públicos, todos muy bien remunerados. Y en tiempos donde los libertarios denuncian a los “ñoquis” y los “parásitos del estado”, los movimientos del dirigente radical para acercarse a ese espacio se vuelven, cuanto menos, contradictorios.
Actualmente, Sánchez Herrero es presidenta del Honorable Concejo Deliberante de General Pueyrredón, un cargo por el que percibe más de 2,5 millones de pesos mensuales. Pero su trayectoria como gestora estatal va mucho más allá de Mar del Plata.
Desde 2015, está ligada a la Universidad Nacional de Mar del Plata, donde no solo fue subsecretaria Legal y Técnica durante cinco años, sino también directora de la Unidad de Graduados y, actualmente, vicedecana de la facultad de Derecho. Ese puesto le suma unos 600 mil pesos más a su cuenta bancaria cada mes.
Además, desde el mismo año, también cobra por su actividad como docente en otra casa de estudios, ubicada a 436.5 kilómetros de su hogar en La Feliz. Se trata de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, en la que percibe otro sueldo cercano a los 600 mil pesos mensuales.
Por si algo faltara, hace casi diez años fue bendecida con un cargo en la Auditoría General de la Nación (AGN), donde desde 2020 posee una reserva del cargo sin goce de haberes, lo que le garantiza continuidad en caso de perder alguno de sus otros puestos.
Durante la gobernación de María Eugenia Vidal, Marina Sánchez Herrero también estuvo vinculada al ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires.
En 2018, fue elegida por sus pares como integrante del Consejo de la Magistratura de la Nación, en representación de los abogados del interior del país, y se desempeñó como vicepresidenta del cuerpo. Eso fue posible gracias a su vínculo con la Federación Argentina de Colegios de Abogados (FACA) y su paso por el Colegio de Abogados de General Pueyrredón, donde fue vicepresidenta.
A la par de su sobreviviente carrera pública, la esposa de Maximiliano Abad no ha escatimado en lujos personales. Registra la compra de vehículos nuevos en 2007, 2013, 2015, 2016, 2019, 2022 y, recientemente, en 2024, cuando adquirió un Toyota Corolla Seg Hev 1.8 ECVT valuado en 42 mil dólares. Una cifra completamente despegada de la realidad de cualquier profesional promedio.
El salto al vacío de Maximiliano Abad en busca de un salvavidas libertario no solo lo aleja de la tradición radical que él mismo dice encarnar, sino que pone en primer plano la contradicción fundamental entre el discurso de Javier Milei y la realidad de su nuevo aliado potencial.
Porque si algo deja en claro el perfil de Marina Sánchez Herrero es que en la Argentina del 2025, la casta no solo sobrevive: se recicla, se multiplica y se asegura siempre un lugar. Aunque eso implique subirse al barco libertario mientras se sigue cobrando del estado por todos lados. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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