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La condena a Cristina Fernández de Kirchner reconfiguró el escenario político argentino: fortaleció temporalmente su liderazgo dentro del panperonismo, agitó las internas opositoras y permitió al gobierno de Javier Milei retomar la iniciativa al culpar al macrismo de haber protegido a la expresidenta en el pasado, con una jugada discursiva atribuid
La condena validada por la Corte Suprema de Justicia sobre Cristina Fernández de Kirchner hizo volar por los aires el tablero político argentino, tanto en los espacios cercanos como en los de sus enemigos. Por el lado del panperonismo se registró un inmediato fortalecimiento de su liderazgo, aunque parece tener pies de barro, ya que inevitablemente las tensiones y rupturas tendrán lugar en medio de la definición de lugares en las boletas electorales. Cristina tiene una magnífica oportunidad para dejar de ser “jefa de La Cámpora” para convertirse en “conductora” de todo el espacio, si por una vez en su vida acierta a actuar con moderación y persuasión. Pero son dos materias que nunca consiguió aprobar. Difícil que ahora lo haga.
Del lado de sus adversarios, la reacción fue diversa. En tanto Mauricio Macri y lo que le queda del Pro salió a apropiarse del crédito de su condena con bombos y platillos, en el gobierno primó la moderación y el equilibrio. No hubo declaraciones estruendosas por el temor a que todo terminara en una pueblada en su apoyo, con efecto inmediato sobre la gobernabilidad. Pero ahora, ya con domiciliaria y con la actitud de la exvicepresidente llamando a la paz y el orden, en la Casa Rosada no pueden quedarse callados. Al fin y al cabo, el eje de la grieta entre el electorado argentino sigue teniéndola a ella como referencia, por lo que un exceso de moderación podría afectar las chances electorales del oficialismo nacional, incrementando simultáneamente las del mutilado Pro.
Por esta razón Javier Milei salió a hablar con un ingenioso discurso que lleva el sello de Santiago Caputo, el "Mago del Kremlin". En una entrevista con LN+ acusó a Mauricio Macri de “interferir en la Justicia” en relación con la exvicepresidente, pero no en las actuales circunstancias sino en el pasado, y no para condenarla, sino para garantizarle su libertad.
El macrismo "ha jugado un rol en interferir las instituciones, a punto tal que, por ejemplo, por lo que hizo Pichetto en la Cámara de Senadores cubriéndola a Cristina después se lo pagaron dándole la candidatura a vicepresidente", disparó el presidente.
La estrategia se complementó con otra declaración contundente: "Yo siempre abogué por la libertad del poder judicial. Que el poder judicial sancionara acorde a lo que le parece correcto. Al no existir interferencia sobre el poder judicial, (ahora) se hizo Justicia. Es sumamente valioso. Ese activo otros no lo tienen". E inmediatamente remató: la condena contra Cristina "ha ocurrido porque es el primer gobierno que le da rienda libre a la Justicia".
La operación mediática se completó cuando Esteban Trebucq le dejó picando la pregunta clave: "¿En algún momento analizó la situación de indulto o algo análogo para Cristina?", le consultó, a lo que Milei respondió de manera tajante: "Me parece un disparate".
De este modo, y superado el escollo de las repercusiones sobre la condena de Cristina, el gobierno retomó la iniciativa de aniquilamiento del macrismo, de manera ingeniosa y sutil: lo alineó con el cristinismo en su insistencia por interferir sobre el poder judicial y lo responsabilizó por haber retrasado durante casi una década su sentencia. Y, en cuanto a la definición de su situación actual, lo ignoró olímpicamente. Un verdadero “capo laboro” del "Mago del Kremlin", quien sigue sumando éxitos desde las sombras, en su condición de monotributista sin designación institucional en cargo alguno. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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