La Renga en Huracán: Un ritual eléctrico que volvió a encender el corazón del rock

Desde temprano, las calles que rodean el Estadio Tomás Adolfo Ducó se llenaron de humo de bengala, abrazos entre amigos y parlantes improvisados. Familias, pibes, viejos rockeros y nuevas camadas confluyeron en una peregrinación que sigue viva, indomable, fiel.

Ya sobre el escenario, Chizzo Nápoli —voz, guitarra y bandera— lideró un setlist que repasó clásicos eternos como “Motoralmaisange”, “La balada del diablo y la muerte”, “Somos los mismos de siempre”, “En el baldio ” y “El final es en donde partí”, entre muchos otros. Acompañado por Tete y Tanque Iglesias, el sonido fue visceral, preciso, crudo. Cada acorde fue un llamado, cada letra un espejo.

No hubo lugar para la indiferencia. Desde la primera fila hasta las tribunas más altas, la respuesta del público fue genuina a pesar del frío y los temas de "Totalmente poseidos" sonaron alucinantes . Y hasta se dieron el lujo de una nueva "La Trifásica" comandada por "Caricias de asfalto", "Arte infernal" y un homenaje al cielo de Vox Dei para Willy Quiroga.

Entre cámaras, colegas y miradas cómplices, tuve el privilegio de seguir el show desde la mismísima trinchera. A metros del fuego. A centímetros de la historia. Porque ver a La Renga desde ahí no es cubrir un show: es formar parte de una ceremonia que no se explica, se vive.

Ya sobre el cierre, mientras sonaba "Oscuro diamante", "La razon que te demora" y para el cierre como les gusta “Hablando de la libertad”, el cielo se llenó de humo y de promesas. Porque con La Renga no se trata solo de música, se trata de seguir creyendo. En algo. En alguien. En uno mismo. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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