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Con su estilo compadrito y desafiante, el ministro Luis Caputo, desafió a comprar dólares la semana pasada. Si te parece que está barato “comprá, no te la pierdas, campeón”, fueron sus palabras. Inmediatamente le hicieron caso y el dólar experimentó su mayor suba en mucho tiempo, pese a que hubo récord de liquidación de exportaciones agrícolas.
La noticia no fue bien recibida por el gobierno, que esta semana debe desembolsar 4.343 millones de dólares en concepto de intereses y amortización de los bonos emitidos en el canje de 2020. Los pagos incluirán 1.694 millones de dólares por los Bonares (legislación argentina) y 2.649 millones por los Globales (legislación de Nueva York), de los cuales el equivalente a 182 millones se deberá abonar en euros. Para afrontar el compromiso se echará mano a los fondos provistos por el Fondo Monetario Internacional, experimentándose así una drástica caída en las escuálidas reservas argentinas.
Aunque el ministro de Economía adopte una actitud soberbia, asegurando que se tiene pleno control de la situación, la realidad muestra un panorama muy distinto. No son sólo los “mandriles” liberales los que alertan al respecto, sino que también Max Alier, encargado de la oficina argentina del FMI, redactó un informe extremadamente negativo sobre la política económica del gobierno nacional, en el que advierte que el sistema de bandas cambiarias podría colapsar si las autoridades argentinas insisten en su posición de no comprar dólares hasta que su cotización se desplome hasta el piso de esas bandas.
La reciente visita de la misión del FMI se retiró en medio de un preocupante silencio. No hubo pronunciamiento oficial sobre la revisión del acuerdo del 13 de junio, y esto tiene una explicación muy clara: no hay buenas nuevas sobre la marcha del programa acordado con Javier Milei y Luis Caputo hace tres meses.
El crítico informe de Alier se mantiene en secreto, aunque trascendieron algunos de sus conceptos más contundentes, que se centran en los evidentes desvíos respecto a lo acordado en las metas fiscales y de acumulación de reservas netas, a los que se suma una grave preocupación por los desequilibrios monetarios. De acuerdo con la evaluación del funcionario, en caso de que los fondos comunes de inversión Money Market deban afrontar mayores encajes, podrían rechazar nuevas emisiones de Lecaps. A esto se suma la retirada de las Lefis y el manifiesto desinterés en los bonos Bopreal para la absorción oficial de pesos, lo que generaría una fuerte presión sobre el tipo de cambio al inundarse el mercado de pesos originados en deudas no renovadas. Este combo explosivo haría colapsar las bandas del dólar más temprano que tarde.
La solución que propone Alier consiste en seguir incrementando las tasas de interés, secar la plaza de pesos para desalentar la compra privada de dólares y asumir una posición compradora en el mercado de divisas, algo que se contradice con la política oficial que pretende remonetizar la economía y llevar la base monetaria al 9 por ciento del PBI.
La preocupación de Caputo resulta indisimulable. No tiene confirmación sobre la emisión de un Waver (perdón) por su incumplimiento de las metas acordadas, y aunque presione todo el tiempo al viceministro de economía -el chileno José Luis Daza-, quien ocupa su tiempo viajando entre Washington y Nueva York para tratar de conseguir divisas, no logra conseguir que el FMI le libere el desembolso de otros 2.000 millones de dólares, que estaban supeditados a la concreción de los objetivos acordados.
“Recluído” y desesperado, Caputo es presionado por su entorno familiar para poner fin a su gestión y retornar a Manhattan a continuar con su vida previa. De hecho, su renuncia tras las elecciones de octubre es un secreto a voces que incrementa la tensión en los mercados.
La esperanza del ministro consiste en conseguir que el secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, libere los 5.000 millones de dólares que se asegura que se comprometió a girar a la Argentina en caso de ser necesario. Parece haber llegado el momento de confirmar la veracidad de esa afirmación.
La situación se complica aún más debido a la disputa entre Donald Trump y el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, que colocan a las urgencias argentinas a la cola de las preocupaciones del gobierno norteamericano. Adicionalmente el staff del Fondo está a punto de entrar en vacaciones, por lo que la consideración sobre la cuota de 2.000 millones de dólares podría retrasarse hasta el mes de septiembre.
En Wall Street el crédito del gobierno argentino se cayó a pique. El informe del J.P. Morgan resultó destructivo, y a eso se suman las preocupaciones por el pésimo manejo de la relación con los gobernadores, que amenaza con posibilitar la aprobación de aumentos en las jubilaciones, los fondos a las universidades, al hospital Garrahan y el reparto obligatorio de los ATN. A esto se suma la inquietud sobre la suerte electoral en las elecciones de medio término. Una victoria del peronismo en la provincia de Buenos Aires implicaría que inmediatamente el mercado le soltara la mano a la administración Milei, que tendría así graves dificultades para afrontar el tramo final de su mandato.
Si bien la misión del FMÏ se retiró en silencio, público, no omitió presentar una serie de exigencias inmediatas para continuar respaldando al gobierno de Milei. En el primer renglón se inscribe la privatización de al menos 20 empresas públicas entre octubre y fin de año. Y es que los resultados del primer tramo posterior a la renegociación son realmente espantosos: el riesgo país, proyectado a 550 puntos básicos para 2025, está arriba de los 700. El déficit de cuenta corriente, que debía ser de -0,4 por ciento del PBI, ya supera el 2,1 por ciento; y la acumulación de reservas pactada está por encima de los 6.000 millones de dólares por debajo de la meta acordada.
En este escenario desolador, el ministro cancherea y desafía a comprar dólares a los particulares. El FMI ya se quemó una vez con Caputo. Cuesta entender por qué le otorgó una segunda oportunidad. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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