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9 de julio de 2025 | Internacionales

Un ideologismo costoso

Polémica: Javier Milei flexibiliza el reclamo por Malvinas para alinearse con la OTAN

Un artículo de The Economist reveló un diálogo militar secreto entre Argentina y el Reino Unido, reactivado con aval de Estados Unidos. A cambio de apoyo para modernizar las Fuerzas Armadas, Javier Milei estaría dispuesto a aceptar de facto la presencia británica en Malvinas y alinearse plenamente con la agenda occidental en el Atlántico Sur.

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por:
Santiago Sautel

Una revelación del semanario británico The Economist encendió las alarmas en la política exterior argentina. Según el medio —convalidado por fuentes oficiales en el ministerio de Defensael gobierno de Javier Milei ha reanudado discretamente un diálogo militar secreto con el Reino Unido, motorizado por el interés estratégico de Estados Unidos en contener la influencia de China y Rusia en el Atlántico Sur. El trasfondo del acuerdo: flexibilizar el histórico reclamo argentino sobre las Islas Malvinas a cambio de apoyo logístico, armamentístico y diplomático.

En otras palabras, Argentina estaría dispuesta a aceptar la presencia británica en las islas como un hecho consumado, relegando el reclamo soberano a un plano puramente declarativo, en función de un objetivo geopolítico más amplio: integrarse al bloque occidental y convertirse en “socio preferente” de la OTAN. Todo esto, en el marco de una ambiciosa reestructuración militar —que incluye compras millonarias, ejercicios en Medio Oriente y promesas de duplicar el presupuesto en Defensa— liderada por un gobierno que, paradójicamente, ha desmantelado la carrera diplomática y reducido a mínimos históricos la inversión en el Servicio Exterior.

El doble discurso: Werthein en la ONU, Milei en Londres

El intento de ocultar este giro estratégico se hizo evidente hace apenas semanas, cuando el canciller Gerardo Werthein asistió al Comité de Descolonización de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York. Allí, reiteró el “compromiso irrenunciable” con la soberanía argentina sobre Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, en un discurso que fue rápidamente celebrado por sectores tradicionalistas. Sin embargo, el tono del canciller contrasta con los gestos concretos del presidente Milei en el frente diplomático y militar.


Gerardo Werthein fingiendo preocupación por Malvinas en Naciones Unidas.

Mientras Werthein hablaba de soberanía, el ministro Luis Petri argentino intensificaba las negociaciones con el Reino Unido para flexibilizar el embargo armamentístico británico vigente desde la guerra de 1982. El objetivo: adquirir tecnología compatible con la OTAN y permitir la cooperación práctica en asuntos logísticos y científicos con los británicos en el Atlántico Sur. Según The Economist, ya hubo visitas bilaterales, intercambio de delegaciones y acuerdos para compartir datos pesqueros y restablecer vuelos a las islas. Incluso se avanzó en una interpretación más laxa del embargo británico a ventas de armas.

Annobón, Medio Oriente y el pragmatismo selectivo

La nueva estrategia geopolítica del gobierno argentino expone un doble estándar inquietante. Mientras se encuadra discursivamente en la lucha por la libertad y la defensa de los derechos humanos en toda su plenitud, el presidente Milei guardó absoluto silencio frente a la crisis humanitaria en Annobón, una pequeña isla africana que denunció ante la comunidad internacional un genocidio étnico bajo el régimen de Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, el dictador más longevo del mundo. Ni una palabra se dijo desde el ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, pese a que Annobón acudió con una resolución de la ONU bajo el brazo. El temor a “despertar el fantasma Malvinas” parece haber pesado más que la dignidad humanitaria.


Juan Ignacio Roccatagliata visitó al embajador de la dictadura, Miguel Ntutumu Evuna Andeme, en su sede diplomática.

Más contradictorio aún fue que el gobierno de Milei, a través del embajador Juan Ignacio Roccatagliata, mantuvo contactos diplomáticos con el régimen de Obiang, cuyas principales alianzas internacionales son justamente China y Rusia, los supuestos enemigos a combatir en el Atlántico Sur según la narrativa oficial. El silencio frente al genocidio y la negociación con un dictador respaldado por Pekín y Moscú exponen el triste nivel de la carcomida diplomacia argentina.

Militarización sin diplomacia: compras, ejercicios y dependencia

Desde su asunción, el gobierno de Milei ha puesto en marcha una política de rearme militar inédita en las últimas décadas, que incluye la compra de 24 cazas F-16 a Dinamarca por 40 millones de dólares, la participación de tropas argentinas en ejercicios militares en Medio Oriente, y el compromiso de aumentar el presupuesto de Defensa del 0,5 al 2 por ciento del PBI en siete años. Todo ello en un contexto de ajuste feroz en salud, educación y servicios básicos, y con un estado cada vez más dependiente de fondos internacionales.


Luis Petri en el recientemente adquirido F-16, poniendo a las Fuerzas Armadas de Argentina al servicio de intereses foráneos.

Al mismo tiempo, se recortaron cuatrocientos puestos en la Cancillería y se debilitó la estructura profesional del Servicio Exterior, reemplazándola por designaciones políticas de amigos y figuras mediáticas sin trayectoria diplomática. Una decisión que deja al país sin cuadros técnicos preparados para interpretar la compleja dinámica geopolítica actual, en la que el Atlántico Sur se ha vuelto un escenario de disputa entre potencias.

“No hay imperios buenos”: el riesgo de entregar soberanía por favores

El peligro de esta estrategia es evidente: convertir a la Argentina en un país funcional a intereses ajenos, con un sistema de defensa condicionado por la dependencia tecnológica, una política exterior sin brújula profesional y una soberanía negociada en cuotas. El presidente Milei -quien admira abiertamente a Margaret Thatcher y ha relativizado el rol de los isleños como parte de la Nación- parece más dispuesto a integrar al país como satélite militar que a defender su dignidad geopolítica.

Como advierte The Economist, el acuerdo sólo es posible bajo Milei. Ni el Reino Unido ni Estados Unidos ven con buenos ojos la posibilidad de que un futuro gobierno argentino, de signo político diferente, revierta el alineamiento con la OTAN y retome el reclamo pleno por Malvinas. Por eso apuran los tiempos. En nombre de la “libertad”, Argentina está cediendo posiciones históricas en defensa de su soberanía, sin debate público ni consenso político.

Javier Milei, como buen fanático de los perros, debería saberlo mejor que nadie: no existen imperios buenos, solo amos distintos. El problema son los gobiernos dispuestos a mover la cola por una correa nueva. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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