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Ezequiel Bolzicco, Thomas Marthi y Agustín Martínez Haarth, estudiantes del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), visitaron los estudios de RADIO REALPOLITIK FM para contar su experiencia como parte del equipo argentino que logró una histórica consagración en una competencia internacional de satélites estudiantiles organizada por la NASA.
Durante la entrevista, relataron cómo se conformó el equipo y cómo fueron distribuyéndose las tareas entre integrantes de diferentes carreras. “La presidenta de la organización estudiantil SETS dijo ‘Che, volvamos a traer esto, participemos’, y armó un equipo más pensado para competir realmente”, explicó Ezequiel Bolzicco. A partir de ahí, cada uno fue asumiendo roles de acuerdo a sus intereses y conocimientos: desde el diseño mecánico hasta el software y la gestión financiera.
Con la experiencia del año anterior —cuando alcanzaron el quinto puesto— los estudiantes se propusieron ir por más. “Cuando vimos que estábamos tan cerca, dijimos: ‘Si usamos esta experiencia el año que viene, ganamos completamente’”, recordaron. El equipo logró su objetivo compitiendo con universidades de diecinueve países, incluyendo Estados Unidos, Turquía, México y Bangladesh. “Nosotros éramos los únicos de Sudamérica, eso nos sumó bastante”, destacaron.
El éxito del proyecto se basó en decisiones estratégicas, como priorizar soluciones simples y confiables. “Siempre buscamos ir a cosas que eran redundantes, probadas. Aprovechamos al 100 por ciento lo que sabíamos que iba a funcionar”, detallaron. Uno de los sistemas clave fue el de autogiro, que permitió un descenso controlado del satélite mediante aspas similares a las de un helicóptero, a una velocidad de 5 metros por segundo.
El desarrollo fue completamente extracurricular y demandó una gran dedicación personal. “Esto lo hicimos en nuestro tiempo libre. No formó parte de ninguna materia y no nos dieron créditos académicos”, aclararon. Aun así, contaron con el apoyo del ITBA, que les brindó acceso a los talleres, y del profesor Eduardo Barbier, quien actuó como asesor técnico.
La financiación fue otro de los grandes retos. “Armamos un presupuesto, dijimos ‘necesitamos esta cantidad de plata’, esto es para los pasajes, que era lo que más nos preocupaba”, explicó Agustín Martínez Haarth. Gracias a una intensa gestión, lograron el apoyo de Total, Sindar, Fundación YPF, Epic Aerospace, Universal Assistance, Aeropuertos Argentina y Drones VIP. Incluso tomaron decisiones arriesgadas: “Uno de los sponsors no nos había confirmado y nosotros decidimos ponerlo igualmente en la chomba y en la bandera… nos confirmó ya estando allá”.
En lo técnico, desarrollaron un sistema que integró múltiples sensores sobre un microcontrolador Arduino Nano 33 BLE Sense. “Usamos dos lenguajes de programación: Python y C++. Python para la interfaz gráfica de la estación en tierra y C++ para el control del microcontrolador”, explicó Ezequiel. La elección de componentes compactos les permitió optimizar el espacio dentro del satélite.
El lanzamiento se realizó en Virginia, Estados Unidos. “El nuestro llegó como a 700 metros y la subida duró diez segundos. Lo bueno fue que no se destruyó en el descenso, lo que demuestra el buen trabajo de ingeniería mecánica”, contaron. Además, pudieron probar el sistema de autogiro desde 120 metros: “Me preocupó no verlo. Por suerte, el día del lanzamiento había nubes bajas y se veía un puntito”, relató Agustín.
Durante la prueba, la precisión del seguimiento fue clave. “La antena tenía que seguirlo todo el tiempo porque si perdías paquetes de datos, perdías puntaje”, explicaron. También destacaron el uso de una herramienta provista por la organización: “La competencia te da un Fly Simulation, un paquete de datos que simula lo que capta un sensor, y así podés probar si el sistema responde bien”.
En cuanto a la evaluación, el certamen se basó en una rúbrica con puntajes por etapas, y el equipo con mayor porcentaje resultaba ganador. “Era muy exigente, cada detalle sumaba o restaba. Pero nos mantuvimos dentro de los márgenes de error que habíamos planificado”, contaron.
Más allá del aspecto técnico, destacaron el valor formativo del proyecto. “Uno cuando está estudiando dice: ‘Yo no sé hacer nada’. Pero este tipo de proyectos te pone a prueba de lo que aprendiste y de la capacidad que tenés de aprender todavía”, reflexionó Agustín. También remarcaron el valor del criterio adquirido en la carrera: “No te enseñan cuál es el sensor específico, pero te dan las herramientas para elegir uno, estudiarlo y adaptarlo”.
La experiencia también tuvo un fuerte impacto humano. “Nunca pensé en ponerme en ese rol de líder, pero como ya tenía la experiencia del año pasado, me tocó guiar al grupo”, confesó Ezequiel. Aun así, aclaró: “Después éramos un grupo bastante horizontal. Las decisiones las tratamos juntos”.
Finalmente, compartieron la repercusión del proyecto y sus aspiraciones futuras. “Nos han escrito chicos que recién empiezan la universidad diciéndonos que los inspiramos. Eso es hermoso”, comentaron. En cuanto a lo personal, Ezequiel expresó su deseo de trabajar en la industria aeroespacial, mientras que Agustín proyecta su tesis en torno a la mochila de los astronautas, combinando salud y tecnología en el espacio. Ambos coincidieron en que “hoy en día está lindo apostar en uno mismo, en una idea que te guste y probar con una startup”. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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