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El periodista y productor fotográfico Blackie Serani fue el creador del primer fanzine argentino sobre Sabbath y entrevistó a absolutamente todos los músicos que tocaron en la banda. En esta nota cuenta todas sus experiencias con el grupo y también con Osbourne, a quien vio varias veces.
"Por favor, no me hagan quedar como un boludo que no tiene vida y que esconde sus frustraciones sociales coleccionando pelotudeces de la banda", suplica entre risas Blackie Serani. Su recaudo, por supuesto, tiene cierto sentido: normalmente, los fanatismos suelen moverse entre cornisas de alto riesgo, donde un paso en falso convierte respeto y admiración en una obsesiva neurosis por acopiar souvenirs de dudosa valoración simbólica. Un calzoncillo de Elvis Presley, una muela de John Lennon o un mechón de pelo de Mick Jagger son algunos ejemplos que dejan expuestos los nobles sentimientos al sin remedio de la ridiculez que muchos admiradores exponen sin vergüenza alguna.
"No me gustan las palabras 'fanatismo' o 'ídolos'. Yo simplemente vivo de un modo rockero. No es que escucho esta música y después me pongo un suéter para ir a trabajar a un banco", jura Blackie, productor discográfico, periodista y fotógrafo de profesión (sus trabajos se pueden ver en Metal Eye Witness y en su Instagram oficial). Su casa, sin embargo, parece un relicario de obviedades: discos, casetes, vinilos, posters, fotos de factura propia, copias piratas y ediciones especiales de Black Sabbath rebasan repisas y paredes en su departamento de Flores. Su devoción por la Black Sabbath no llegó por las histerias propias de un fanclub sino a través de su familia, algunos amigos, el vocacional ejercicio de la profesión y –cuándo no– una buena dosis de desquicios memorables (porque de qué sirve el amor si no es para abismarnos en locuras temerarias e inolvidables).
Una cadena de causalidades fue armando su camino: un familiar suyo que era dueño de una disquería en Flores le arrimó los primeros vinilos en los lejanos 80 mientras Blackie era Fernando, un pibito de colegio que comenzó entonces a hacerse de un grupo de amigos con el cual llegaría a editar "Las cruces de Sabbath", fanzine criollo que en su corta vida le permitió hasta darse el lujo de realizarle una entrevista exclusiva a Ronnie James Dio, el segundo cantante de la banda. "Se la hicimos la primera vez que vino a la Argentina, en 1995. Nos metimos de prepo en el Sheraton y lo encaramos. Su manager nos quería cortar el rostro, pero él nos vio y se quedó. A Ozzy lo amo porque es un desquiciado, pero Dio fue una de las personas más simples y copadas que conocí. 'Humildad' es una palabra pelotuda que no quiere decir nada. El era sencillamente un tipo con los pies sobre la tierra".
No existe un Sabbath que Blackie no haya entrevistado. De algunos ligó algo más. Por ejemplo, un anillo de plata del baterista Bill Ward. "Fue en 1999. Viajé a Inglaterra exclusivamente a los shows de la primera reunión que hicieron para grabar juntos un disco. Era para Navidad, no tenía entrada y terminé en los camarines porque me escabullí debajo del escenario en Birmingham y le conté mi historia a Sharon Osbourne. '¡Acá hay un maldito lunático de Argentina!', le decía a Ozzy, que estaba todo estallado y con un tapado de piel tipo Maradona, mientras ella nos sacaba fotos con mi cámara. Conocí a toda la banda y luego mantuve el contacto con Ward".
Esto significó, por ejemplo, que el baterista de los discos más emblemáticos de la banda apadrinara y difundiera por Inglaterra "Sabbath crosses", el gran tributo argentino que Blackie lanzó en 2014 desde su sello Blackstar3 con covers a cargo de Horcas, Andrés Giménez, Los Natas y hasta Rata Blanca con Glenn Hughes, de cuya etapa (el álbum "Seventh star") el propio Ricardo Iorio iba a grabar "In for The Kill" junto a Almafuerte. "A él le encantaba ese disco y llegué a escuchar la versión en un ensayo de ellos, pero al final se bajó porque no se animaba a cantar en inglés, la cantaba onda Lemmy Kilmister", explica Serani.
El primer Sabbath al que tuvo cara a cara fue a Ozzy. Ocurrió en 1995, cuando Osbourne vino en plan solista al Monsters of Rock (con Geezer Butler en el bajo) y ofreció una conferencia de prensa en el boliche La Negra al cual Blackie se acreditó por su fanzine. "Cuando termina me acerqué a la mesa para que me firmara unas cosas que había llevado como vinilos, por ejemplo, pero en un ataque de ansiedad di vuelta la mochila arriba de la mesa y se me cayó una manzana mordida que empezó a rodar. Sharon miraba todo de fondo, y tanto ella como Ozzy y Geezer me miraba con cara de '¿quién es este ciruja?'. Por suerte primó la onda de ellos y me llevé todo autografiado".
El culto de Serani por Sabbath lo llevó a verlos en distintos lugares del mundo como Detroit, el NEC de Birmingham, el Hellfest de Francia ("la conferencia de prensa duró diez minutos porque los europeos no preguntaban nada y entonces los músicos se fueron a la mierda") y Miami, donde fue junto a Beto Zamarbide, legendario cantante de V8, quien ya entonces vivía allí y fueron juntos en su auto.
Digamos que Blackie fue a todos los recitales de Black Sabbath que quiso. Salvo a uno: el último.
"Me puse en campaña con un grupo de amigos de distintos lados de Europa para que me pudieran sacar entradas, porque se pusieron a la venta un día a las 11 de la mañana y, tal como era de esperar, a los 40 minutos se agotaron", cuenta con cierto lamento. "Me pasó lo que a casi todos: entrabas a la cola virtual y tenías cinco mil personas adelante. Te mandaban un código de teléfono para confirmar pero rebotaban todos los números de Argentina, no conocí a nadie de acá que haya podido sacarla, al menos en esas condiciones".
"Si hubiese conseguido entrada, pagaba lo que valía, que era una enormidad, a partir de 350 libras esterlinas. Pero sin tener ticket no quise arriesgarme a viajar hasta Inglaterra. Me resigné", reconoce. "Así que lo vimos en mi casa con amigos, pagando el streaming. Vimos toda la transmisión, desde las 10 de la mañana, que fue cuando comenzó, hasta que terminó, a las 9 de la noche. Todo entre risas y llantos, porque sabíamos que era la última". Sin embargo, el sabor final fue de cierta esperanza: "Salió mucho mejor de lo que se esperaba, porque Ozzy cantó muy bien y se lo notó super contento de cumplir su sueño, que era despedirse en el escenario. Por eso nos preguntábamos si capaz hasta daba para que graben algo luego".
"Pero pasaron 17 días y falleció. Me costaba creerlo, pensaba que era una fake, porque ahora se postea cualquier boludez en redes sin ningún tipo de reparo. De bronca me ponía a bloquear sitios, hasta que me escribe un amigo de Suecia y me dice: ¿te enteraste? Me quedé helado. Era una mezcla de desconcierto y tristeza, porque era uno de mis héroes máximos como Lemmy, Dio y el propio Ricardo Iorio, pero al mismo tiempo ver que había hecho algo majestuoso: juntó sus últimas fuerzas, dar el show... y morir, porque no tenía nada más que hacer", reflexiona Serani.
"Todo este megavento lo armó Sharon, su esposa, y dicen dicen que con menos de un año de anticipación. Una monstruosidad de evento. Cuando se anunció nadie podía creer lo grandioso que iba a ser, no solo por contar con la formación original de Black Sabbath, sino también por tener a todas esas otras bandas. La grandilocuencia a la que se aspiraba... y que se logró", concluye. "Finalmente creo que todos quedamos contentos porque el tipo en los últimos años lo único que decía era que quería despedirse de sus fans por última vez. Lo logró... y se fue. Todo lo que hizo en su vida fue genial pero caótico. Esto, en cambio, fue también genial, pero a la vez como si estuviese absolutamente planeado. Un final épico, aunque todavía me cuesta creerlo". (www.REALPOLITIK.com.ar)
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