
Provincia
La interna del gobierno nacional, el desgaste del presidente y la posible derrota en las elecciones bonaerenses amenazan con dinamitar la estrategia oficialista de sostener poder en nación mientras pierde en provincia, en un contexto económico, político y social cada vez más adverso.
Algo cambió en las últimas semanas en el gobierno nacional. La definición de las listas para las elecciones provinciales dejó demasiados heridos y quiebres internos en las más altas jerarquías del poder. La disputa entre Karina Milei, los Menem y Sebastián Pareja contra Santiago Caputo marcó una línea divisoria de la que resulta difícil volver atrás, por más que se pretenda poner paños fríos y aplicar maquillaje.
Quienes ningunearon al "Mago del Kremlin" ahora lo necesitan para organizar la campaña electoral, aunque la respuesta carece de entusiasmo. Tampoco se ha dado marcha atrás en el solapamiento en las redes sociales de las referencias a Javier Milei o a La Libertad Avanza (LLA). Y, en medio de todo esto, la figura de Guillermo Francos cobró mayor estatura, debido a su posición siempre componedora y moderada. Exactamente la inversa a la de un presidente que, tras anunciar que en adelante cuidará las formas y dejará de insultar, califica como “parásitos mentales” y “zombies” a quienes piensan diferente y se esmera por negar la realidad, afirmando que "Si la gente no llega a fin de mes la calle tendría que estar llena de cadáveres", ignorando que ya han fallecido más de treinta personas sin techo.
Ya desde hace tiempo el empresariado y los encuestadores han coincidido en una posición común: ni al establishment, ni a la sociedad, parecen agradarle las formas beligerantes y primitivas de Javier Milei. En medio de un ajuste sin fin y sin expectativas de mejoría para la mayoría, la confrontación permanente que propone el presidente ha comenzado a cansar a la mayoría. Sólo los intensos lo celebran, pero son cada vez menos y no alcanzan para ganar elecciones. Simultáneamente, el fracaso de las políticas económicas, traducido en el incremento sideral de la tasa de interés, la escalada del dólar y el previsible aumento de la inflación desmienten a diario las seguridades ofrecidas por los funcionarios. Ni el dólar bajó a 1 mil pesos -ni, mucho menos, a 600 pesos-, las góndolas comienzan a registrar un incremento de precios que, en productos de consumo básico, escala del 4 al 9 por ciento, y la destrucción del empleo, con suspensiones, despidos, bajas salariales y cierres de empresas o de líneas de producción empiezan a definir el deja vu de los planes liberales en la Argentina. Aunque no haya fin de ciclo a la vista, la sensación es inquietante y se refleja en la pérdida de entusiasmo en las intervenciones de funcionarios y de publicistas. Simultáneamente, el incremento de la represión y de la persecución al periodismo crítico aumenta la asfixia. Paradójicamente, el gobierno autodeclarado como libertario aprieta constantemente los engranajes del control social, y la acción de la SIDE resulta cada vez más perceptible.
El problema es que este escenario se despliega en el peor momento para el gobierno. No habrá reducción de la inflación para llegar al 1 por ciento al momento de los comicios, sino que se prevé que ronde el 3 por ciento, según lo pronosticado por alguien insospechado de ser opositor como Orlando Ferreres. Pero, además, las encuestas -incluso las encargadas por el oficialismo- anticipan una derrota en las elecciones provinciales de septiembre. En la tercera sección electoral los 46 puntos que suma Verónica Magario contrastan con los apenas 22 del comisario Maximiliano Bondarenko; en la primera encabeza el oficialista Diego Valenzuela con una pequeña luz sobre Gabriel Katopodis, mientras que el resto de las secciones no permite compensar el plebiscito matancero. En el gobierno tratan de bajarle el precio a este escenario, asegurando que podría perderse en septiembre pero que seguramente se obtendrá una victoria en octubre, por lo que se trataría de disimular la derrota apelando a interpretaciones adecuadas. ¿Cómo se podría analizar el resultado de ocho elecciones simultaneas, circunscriptas a las respectivas secciones? ¿Por cantidad de cargos obtenidos? ¿Por sumatoria total de votos? ¿Por niveles de participación? Por las dudas el gobierno viene tensando una peligrosa cuerda, la del fraude, para justificar un posible mal resultado desde ahora. Una vez más, LLA confirma que su convivencia con la democracia es tóxica.
Dentro de la estrategia provincial, se ha decidido bajar a Javier Milei para un acto en la primera sección con todos los candidatos provinciales para fidelizar a los votantes. Este parece ser un gravísimo error, ya que si el presidente le pone el cuerpo a la campaña después no podrá desligarse de los resultados. Hubiese sido mucho más razonable ocultarlo de las provinciales y hacerlo jugar en las nacionales, para quitarle entidad a una eventual derrota. Ahora no podrá utilizarse el remanido argumento de que con Milei presente las elecciones se ganan y con él ausente la derrota está casi garantizada, en el caso de que la fortuna no los acompañe.
Pero hay otro punto inconexo en el argumento de que se podría perder en septiembre para ganar en octubre. Si el gobierno pierde las provinciales, su cotización caerá de manera decisiva en la consideración del establishment local e internacional. Un gobierno sin respaldo político sólido y derrotado en las urnas en la primera provincia argentina no sólo dejaría expuesta una proverbial debilidad, sino que entronizaría a Fuerza Patria como alternativa para 2027. En ese escenario se haría realidad el “riesgo kuka”, promoviendo la disparada de los capitales que vienen acompañando al oficialismo.
¿Seguirían dándole el respaldo ilimitado de que goza hasta hoy Milei el Fondo Monetario Internacional (FMI) y Donald Trump? ¿Podría implementar las reformas drásticas que le exigen sus patrocinantes? ¿A dónde volarían la inflación, el dólar y la tasa de interés? ¿Para desmentir la caracterización oficial, estas respuestas podrían responderse tras los comicios de septiembre, sin necesidad de esperar a octubre?
Además, una eventual victoria de un panperonismo sin programa, sin unidad real, en pleno cisma y con su principal referente privada de la libertad, sin capacidad para organizar una campaña real, significaría no sólo una brutal derrota para LLA y Milei, sino también para todo el ideario de la batalla cultural del radicalismo liberal que pretendió imponer. Sería la mayor demostración de repudio a la destrucción del estado, a la crueldad convertida en brújula política, a la entrega de la nación al gran capital internacional y a las alianzas imperiales a las que pretende integrarse este gobierno como furgón de cola. Mal que les pese, la condena de Cristina Fernández de Kirchner la corrió de la escena como factor demonizador extremadamente potente para sintetizar posiciones diversas, para poner en el eje del dilema a las políticas económicas y al discurso del caos y la violencia como engranajes clave de una pretendida anti-política. Con el ejemplo de la provincia de Buenos Aires como eje de la resistencia exitosa contra el modelo actual, ¿cuántas voluntades frágiles pondrían fin a su seguidismo con el actual gobierno a lo largo y ancho del país?
El gobierno se juega demasiado en las elecciones bonaerenses, tal vez su propia subsistencia. Extraña comprobar que todavía no lo haya advertido. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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