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23 de agosto de 2025 | Opinión

Gestión Luis Petri

Ministerio de Defensa, la decadencia y la indignidad

Por estos días, Luis Petri, titular de la cartera del ministerio de Defensa, se encuentra involucrado en casos de coimas y corrupción, que se desprenden del caso de la hermana del presidente de la Nación, Karina Milei. Una mujer improvisada, pero muy preparada para llevar agua a su molino.

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por:
Alicia Panero

Dentro del ministerio de Defensa Nacional, los militares adormecidos viendo caer en la indignidad a sus subalternos, con sueldos miserables, pero con un avión nuevo, que parece llenarles el orgullo herido desde hace ya muchos años, como también algún barco nuevo. Planteándose así dos realidades que distan mucho entre sí.

Esto no debería llamar la atención en un país sin cultura de la defensa, donde cada vez egresan menos oficiales de los institutos de formación porque el sueño, al menos en la Fuerza Aérea, se esfumó en esa falta de sistemas que les permitan volar.

Ahora sí, todos aquellos que han sido pilotos de caza, llevan orgullosos en sus buzos de vuelo los escudos del sistema F16, comprado bajo secreto de estado, el que no nos consta si podrá volar alguna vez.

El primero de estos aviones en el Area de Material Río Cuarto, en una cúpula de vidrio, donde solo entra personal calificado por reconocimiento facial. Mientras se invierte o se gasta, lo sabremos pronto, en la ampliación de una pista. Lo incoherente, es que son esas mismas personas, las que cobran sueldos de hambre y no tienen cobertura social.

La obra social de las fuerzas armadas Instituto de Obra Social de las Fuerzas Armadas (IOSFA), es la segunda con más cantidad de afiliados, por ende, aportantes del país, pero por estos días, con escasa cobertura en las grandes ciudades, y nula en el interior. Es allí donde el ministro no llega, donde los afiliados se ven obligados a firmar documentos por las internaciones en terapia intensiva, donde algunas madres van a parir a hospitales públicos.

El vaciamiento comenzó cuando la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, tuvo la brillante idea de incorporar a IOSFA a la Prefectura Naval Argentina y a la Gendarmería, sumando una cantidad de afiliados que no aportan lo mismo que los militares, que suman un porcentaje mayor de aporte que un empleado común, justamente para tener mayor garantía de servicios de salud que hoy no se prestan.

El peregrinar para acceder a medicamentos oncológicos o de enfermedades crónicas, o simplemente el acceso a una cesárea, es interminable. Hay afiliados que hace tres meses no reciben la medicación vital para un crónico, o lo que es peor, los oncológicos. Los prestadores cambian cada mes, una persona se hace estudios en uno y al mes siguiente ese no acepta más la IOSFA y hay que empezar de nuevo en otro lugar, que nadie puede garantizar continuidad. Eso, es someter a los subalternos, civiles y docentes a la indignidad de la falta de acceso a la salud, aun pagando, cautivos cada mes. Convirtiendo así a IOSFA en una caja tentadora para cualquiera.

¿Y los jefes de las fuerzas? Desde siempre se han convertido en funcionarios bizantinos sin relación con sus subordinados, cuidan su silla y gozan de los beneficios de esos cargos, dejando sin palabras a los subalternos, porque cualquiera que se queje de algo queda al borde de la insubordinación o de la sedición. Sin derecho a reclamo, lo que les hace a estos jefes la vida de funcionario privilegiado, muy fácil. No reciben quejas, las cosas están bien. Padecen una desconexión con la realidad de su tropa. Y esto ha ocurrido desde la vuelta de la democracia.

A pesar de esto, se han hecho presentación por el tema de la IOSFA por parte de grupos de retirados de alto rango, por ejemplo, de la Armada, a quienes no solo han escuchado, sino sometidos a malos tratos.

Siendo para el común de la gente, las fuerzas armadas, una garantía de lealtad, valores patrios, estos están resumidos a los actitos de Petri, con bandas de granaderos, cambios de guardia o fotos cinematográficas que ya rozan el ridículo.

Volviendo al concepto de la cultura de la defensa, hoy esta, está limitada a pintar cordones de blanco, cortar el césped de las unidades militares, porque como siempre, todo lo que no se mueve se pinta. Una cascara, de estructuras deterioradas, vaciadas, y con personal sin futuro, que además en el caso de docentes y civiles, estigmatizados por ser “empleados públicos”.

El 60 por ciento de esos empleados públicos gana por debajo de la línea de pobreza y un 20 por debajo de la indigencia. En los barrios militares, sobre todo de suboficiales, todos son además emprendedores, hacen pan, pizas y empanadas para vender y subsistir. Algo que no llega a oído de los jefes de estado mayor, mucho menos al ministro. Gente que se avergüenza de pedir un bolsón de comida en la parroquia de la guarnición militar, pero que lo hace en otras, endeudados y llegando como pueden a fin de mes.

Mientras, otros militares retirados de alto rango perciben haberes por horas docentes para hacer negocios personales dentro de algunas unidades, mientras faltan horas docentes para estar frente a alumnos. No pueden justificar actividad académica alguna. Esa es hoy la realidad de las Fuerzas Armadas, con un avión de compra secreta, unos barcos adquiridos en las mismas condiciones y su gente padeciendo.

En el Centro Regional Universitario, el viejo Instituto Universitario Aeronáutico (IUA), símbolo de educación de calidad en Córdoba, además de padecer todo lo antes citado, no hay cómo hacer una fotocopia, una impresión, porque los contratos de leasing están cortados. Pero tienen una cancha de césped sintético de 200 millones de pesos en construcción. Porque hay prioridades, extrañas prioridades. 

En una de las facultades no hay autoridades, por lo tanto, no hay firmas acreditadas y la actividad se resiente. Pero quien aspira al decanato es un militar de alto rango que se mueve en un auto con chofer (que paga el estado) por la universidad, ante la mirada de todos los que padecen.

En su mayoría, votaron a los  que venían a devolverle la dignidad a las Fuerzas Armadas, no solo no cumplieron, los sumieron aun mas en la pobreza, la desvalorización. Esos mismos que venían a terminar con los curros del estado, montaron sus propios quioscos en la IOSFA y la vaciaron, dejando la sospecha de que esos fondos que no pagan prestaciones pagaran campañas electorales del actual ministro.

Mientras un enorme universo de personal militar, civil y docente la pasa, como todos los argentinos, mal, para los jefes de cada fuerza, la casa está en orden. Que parece ser lo único que les interesa para no molestar sus vidas de privilegio. La obediencia debida, no existe, por tanto, qué bien le haría a este enorme grupo una palabra en su favor de parte de la conducción.

Un ejército sin derechos, empezando por uno básico y humano como el de la salud, es una milicia, solo obligados a la lucha por su propia supervivencia, que van perdiendo el sentido de pertenencia, a la que no se le puede exigir entrega a su patria.


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