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El estadio de All Boys vivió dos noches inolvidables con Don Osvaldo al mando. El regreso a Floresta fue potente: una mezcla de nostalgia, compromiso y himnos que ya forman parte de la memoria colectiva.
Desde temprano, las puertas se colmaron de banderas, remeras con mensajes y ansias de cantar. Generaciones unidas por la misma pasión: madres, hijos, jóvenes, personas que llevan décadas escuchando a Callejeros y Don Osvaldo.
Floresta se llenó. La emoción ganó terreno y la noche se encendió a puro rock. La banda hizo un repaso intenso de su discografía, combinando temas propios con clásicos de Callejeros. Sonaron “Armar de nuevo”, “No volvieron más” —dedicado a los combatientes de Malvinas y “No somos nadie”, entre otros himnos de los comienzos.
Hubo espacio para lo político y lo social. El pedido de justicia por Cromañón, por las víctimas, por Pablo Grillo. Mensajes que no quedaron solo en palabras: se proyectaron en pantallas, se cantaron como himnos, se gritaron con voces que no dejan que se olviden.
También hubo lugar para los hits: “Puede”, “Ahogados de razón”, “Un lugar perfecto” y el poguero “Una nueva noche fría”.
La puesta en escena recordó a los shows de marzo: buena iluminación, sonido sólido, y una banda que supo bancarse todas. “Estamos acostumbrados a tocar en lugares chicos. Cuando pasamos a estadios se complica un poco”, contaba Pato, haciendo referencia al impacto de tanto público.
Y luego, el mensaje: “Para todos los que defienden la educación pública, para los que creen que los jubilados son trabajadores y merecen cobrar a los 65, a los 70 o a la edad que se les ocurra a estos fachos. Para los que creen en la ciencia, en la cultura, para todos ellos está dedicado este show. Para todos los demás: nuestro repudio, nuestro interés y nuestra indiferencia”. Así lo dijo Patricio Santos Fontanet, dedicando el recital a la gente que piensa, que tiene cabeza, barrio y cultura.
La gente respondió con todo: cantos, pogo, emoción, lágrimas, abrazos. Gente que no se calla ni se cansa. Que en vez de apagar voluntades, las enciende cuando suenan “La llave”, “Invisibles” y —para sorpresa de muchos— “Sed”. También sonaron “9 de julio”, “Prohibido” y, como cierre habitual, “Suerte”.
Don Osvaldo no solo volvió a tocar en Capital Federal. Volvió a Floresta, el barrio que cuando todo fue gris lo abrazó y acompaño. Los vecinos, las calles, ese búnker cerca de la cancha… todos le recordaron que ahí siempre tendrá un espacio para manifestarse y que mejor que en una hermosa cancha donde por noche se recibieron más de 25 mil personas. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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