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28 de septiembre de 2025 | Nacionales

Padrinazgo Presidencial

Javier Milei licitó medallas para sostener una extraña ley que lucha contra los hombres lobo

Aunque había prometido derogar la ley de Padrinazgo Presidencial, el gobierno libertario abrió una contratación directa para adquirir medallas de oro y plata destinadas a los séptimos hijos e hijas. La tradición, de origen ruso y con mezcla de leyendas guaraníes, busca evitar que los niños se conviertan en lobizones.

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por:
Santiago Sautel

En Argentina abundan leyes curiosas, pero pocas alcanzan el nivel de la ley de Padrinazgo Presidencial (20.843), vigente desde 1974. Según esta norma, cada presidente en funciones debe convertirse en padrino del séptimo hijo varón —y más tarde también de la séptima hija mujer— nacido en una familia. A cambio, el niño recibe una medalla, un diploma y una beca asistencial. Todo esto, con el objetivo de que no se transforme en lobo.

La ley tiene un trasfondo que oscila entre lo pintoresco y lo sobrenatural: la creencia de que el séptimo hijo podía transformarse en lobizón en las noches de luna llena. Para prevenir semejante destino, se estableció que el máximo mandatario del país adoptara simbólicamente a la criatura, lo que lo protegía del embrujo popular.

Lo sorprendente es que en pleno 2025 el estado argentino siga invirtiendo recursos en sostener esta superstición institucionalizada. El presidente Javier Milei, que hace apenas unos meses había propuesto derogar la norma por considerarla obsoleta, dio marcha atrás con el recorte y acaba de ordenar la compra de nuevas medallas mediante la contratación directa 23-0014-CDI25. Es decir: no sólo no eliminó la ley, sino que redobló la apuesta.

El caso roza lo tragicómico: un gobierno que se jacta de “dinamitar la casta” y eliminar regulaciones inútiles, mantiene intacta una norma que -al menos en los papeles- busca evitar que los chicos se conviertan en hombres lobo. En un país con más del 30 por ciento de pobreza, la prioridad estatal es asegurarse de que no falten medallitas para espantar al lobizón.

Un gobierno marcado por creencias esotéricas

Detrás del costado más excéntrico de Milei hay, además, un entramado de creencias esotéricas que ya no se quedan en lo íntimo: el presidente ha hablado públicamente de encuentros con fuerzas y misiones divinas, y su vínculo con Conan —el mastín que lo acompañó años y que fue clonado en varias ocasiones— se presentó en términos casi místicos. El libertario pagó la clonación de Conan y ha mostrado esas copias como si fueran la continuación del mismo animal; a partir de allí circulan relatos periodísticos que dicen que él afirma haber conocido a Conan en vidas pasadas (un gladiador y un león, según esas versiones) y que recibe de esos perros una especie de inspiración o consejo, algo que sus biógrafos y crónicas han recogido como parte de su mundo simbólico y espiritual.

Ese universo de creencias encuentra además un brazo operativo en su círculo más cercano: Karina Milei, su hermana, astróloga y tarotista de profesión y figura clave en la gestión, habría profundizado en prácticas mediúmnicas y en el vínculo con médiums como Celia Melamed para servir de puente entre lo público y lo místico. Varios trabajos periodísticos relatan que Karina, además de ocupar un rol central en la Casa Rosada, llegó a intervenir como canalizadora de mensajes sobre Conan y a incorporar esa narrativa en los pasillos del poder; no son sólo anécdotas domésticas, sino elementos que los cronistas señalan como parte de la construcción simbólica de la figura presidencial y de cómo ciertas decisiones y relatos se enmarcan hoy en un repertorio que mezcla política y esoterismo.

Origen de la tradición

El padrinazgo presidencial no es un invento criollo exclusivo. La tradición llegó desde la Rusia zarista, donde existía el temor de que el séptimo hijo varón se convirtiera en hombre lobo, y la séptima hija en bruja. Sin embargo, Argentina es el único país que lo institucionalizó por ley. En tierras guaraníes, la figura del Luisón —el séptimo hijo de Tau y Keraná que de noche merodeaba cementerios— reforzó la idea y terminó de darle color local a la superstición.

Hasta hoy, más de seiscientos argentinos se convirtieron en ahijados presidenciales, desde que Figueroa Alcorta inauguró la tradición en 1907. Algunos alcanzaron notoriedad, como el futbolista Maximiliano “Chanchi” Estévez, campeón con Racing en 2001, ahijado nada menos que de Jorge Rafael Videla.

Lo curioso es que Milei, el mismo que se jacta de abrazar a Conan reencarnado en cinco perros clonados, no haya encontrado contradicción en eliminar el ministerio de Cultura pero mantener intacta la “ley del lobizón”. Una paradoja más de un gobierno que proclama el fin de la magia pero sigue creyendo en los monstruos.

En definitiva, el padrinazgo presidencial es una reliquia de otro tiempo. Y la decisión de Milei de invertir en nuevas medallas es una señal de que, al menos por ahora, el estado argentino seguirá cumpliendo con su misión de protegernos del hombre lobo. Porque si algo nos faltaba en la agenda 2025, era que el ajuste económico y la luna llena se encontraran en la Casa Rosada. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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