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17 de octubre de 2025 | Pastillas de Colores

Arte urbano y político

El mural porteño sobre el abrazo de Perón y Evita que resiste al tiempo y al vandalismo

En una esquina de la frontera entre Almagro y Caballito luce desde hace 30 años una obra hecha por un artista célebre y que aún se mantiene de pie a pesar de los recurrentes ataques que ha sufrido. La pintura evoca la célebre foto del 17 de octubre de 1951 en un balcón de las Casa Rosada.

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por:
Juan Provéndola

Desde hace tres décadas, el abrazo que Evita y Juan Domingo Perón se estrecharon para la historia en el balcón de la Casa Rosada el 17 de octubre de 1951 domina con sus tonos vívidos la esquina porteña de Machado y Río de Janeiro, allí donde muere la calle Sarmiento en diagonal al Hospital Naval diseñado por el arquitecto Clorindo Testa y a dos cuadras del Parque Centenario inaugurado en 1920. 

En todo este tiempo, el mural fue visto, venerado y también objetado por las millones de personas que se lo cruzaron en la transitada zona. Es que la emblemática imagen había sido replicada en una ochava de fuerte carga simbólica: allí mismo, en ese preciso punto, limitan espalda con espalda los barrios de Almagro y Caballito, mientras que a apenas cien metros se encuentra la frontera de estos dos con el otro vecino de ese triángulo, Villa Crespo.

La imagen en cuestión fue pintada entre 1994 y 1995 por el muralista, escultor y docente Rodolfo Aguerreberry, quien el 21 de septiembre de 1983 había ejecutado junto a otros pintores el "Siluetazo", una campaña gráfica callejera de visibilización de los detenidos-desaparecidos de la última dictadura que en ese mismísimo año inspiró Charly García a algo similar para la tapa de su disco "Clics Modernos": la foto del músico en la esquina de Walker Street y Cortlandt Alley en Nueva York, apoyado contra una pared de ladrillos donde él mismo había divisado una silueta similar mientras caminaba por la Gran Manzana.  

Los pintores tomaron para esas siluetas un diseño que el polaco Jerzy Spassky había ideado para la UNESCO unos afiches con la idea de representar el genocidio producido en el campo de extermino nazi de Auschwitz. Así lo representaron en una acción gráfica que fue tomada por la Asociación Madres de Plaza de Mayo y Abuelas de Plaza de Mayo.

Un década después, Aguerreberry plasmó en la ochava de Machado y Río de Janeiro la canónica imagen del abrazo que originalmente había sido tomada por el fotógrafo Pinélides Aristóbulo Fusco aquel 17 de octubre de 1951 en uno de los balcones de la Casa Rosada, en un acto posterior al histórico renunciamiento de Evita a la candidatura a vicepresidenta para las elecciones del 11 de noviembre de ese año, donde Perón fue finalmente reelecto.

Ese acto posterizado por la fotografía de Fusco significó, además, el primer evento transmitido por televisión en la historia argentina. La compañera del General ya estaba acuciada por el cáncer de cuello uterino que acabaría con su vida el 26 de julio de 1952, aunque dejó un disco para siempre con una frase que sigue siendo bandera: "Y aunque en el camino deje jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria".

Pero lo interesante es que la pintura del mural recorta a los principales protagonistas de esa imagen en la que también estaban otros personajes de la historia rutilante del siglo pasado como, por ejemplo, Héctor Cámpora. Así, desde 1995 en adelante está a la vista de todos en esa esquina aquel abrazo que es aplaudido por muchos y también vituperado por otros. Y mientras centenas de personas han decidido y deciden fotografiarse con esa obra de fondo, otros lo atacan de distintas maneras.

Una de éstas últimas ocurrió justamente el 17 de octubre de 2024, cuando mientras la liturgia peronista se dividía en diversos actos y evocaciones, el paredón volvió a su rojo ladrillo original, ya que una mano anónima decidió taparlo con una pintura del mismo color bermellón que tiene la pared que lo rodea. 

La primera reacción fue la de colocar una impresión blanco y negro de la foto original en un papel tamaño oficio en esa pared, acaso un pequeño gesto de resistencia inicial que luego dio lugar a la repintada de la figura en la misma versión de Aguerreberry. Además se volvió a subrayar la frase que estaba al pie del mural y dominaba la visual de esa esquina: "Los días más felices fueron, son y serán peronistas"

Mientras tanto, en la pared lateral de Río de Janeiro se yergue aquella leyenda de "Donde existe una necesidad nace un derecho" que tantas veces había sido cuestionada por el propio presidente Javier Milei. Y que ahora, quizás más que nunca, también opera como una especie de desafío y consigna para un peronismo entregado a discusiones internas, luchas de egos y los intereses contractuales de quienes redujeron a ese movimiento de masas a una especie de constelación de micropymes individuales. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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