La organización reclutaba a las mujeres en aldeas de Europa del Este que vivían en situación precaria, expuestas a los pogromos y habituales abusos interétnicos. La operatoria era sencilla: los reclutadores se presentaban en esas comunidades como hombres de negocio exitosos en búsqueda de mujeres de su propia confesión para contraer matrimonio. En la situación de miseria en que vivían, ni las mujeres, ni sus familias, se encontraban en condiciones de rechazar tales ofertas. Pronto caerían en la cuenta del engaño, pero para entonces ya resultaba prácticamente imposible escapar de su destino.
El momento de mayor auge de la Zwi Migdal se sitúa en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial. Por entonces, la organización contaba con más de 400 miembros en la Argentina, y contabilizaba ganancias anuales por más de 50 millones de dólares. Desde allí manejaban un jugoso negocio internacional que se extendía a sus sucursales en diversos países, Brasil, Nueva York, Sudáfrica, Varsovia, la India y China.
La explotación sexual de jóvenes judías procedentes de Europa del Este coincide con el arribo masivo de inmigrantes de esa confesión a fines del Siglo XIX. En 1889 se fundó el “Club de los 40”, en el que varios delincuentes de origen judíos se reunían para tramar sus correrías. Ese Club fue el origen de la Zwi Migdal. Por cierto, los proxenetas no se limitaban a esta organización.
Las niñas –en su mayoría de entre 13 y 16 años- reclutadas en las aldeas o shteti de Rusia y Polonia eran atraídas con falsas propuestas de casamiento o empleo en casas de familia. Pero no eran los únicos casos, ya que muchas de ellas ya ejercían la prostitución en el viejo continente y aceptaban viajar para acceder a nuevas oportunidades de desarrollo profesional. En el lenguaje de la época, un “viaje a Buenos Aires” era sinónimo de inicio en la práctica de esta antigua profesión.
El aprendizaje de las novatas se iniciaba en el mismo viaje, donde las niñas eran constantemente violadas, maltratadas y depositadas en jaulas, con pésima alimentación y en condiciones de higiene críticas.
Al llegar a Buenos Aires, eran vendidas como en los antiguos mercados de esclavos. Se las exhibía desnudas y se las remataba al mejor postor. El más característico de esos mercados era el Café Parisién, ubicado en la Avenida Alvear 3184. Sus dueños eran Salomón Mittelstein y Achiel Mostowsky, y luego fue adquirido por Simón Brutkievich, Simón Kumchev y Mauricio Caro. Otro de los lugares habituales de subasta era el Hotel Palestina.
En un principio el gobierno bonaerense les concedió la personería jurídica para abrir un cementerio comunitario, que se inauguró en 1901, y en 1906 se fundó en Avellaneda la "Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Varsovia de Barracas al Sud y Buenos Aires".
Pronto se la conocería simplemente como "La Varsovia", y serviría como fachada legal para las operaciones, ya que sólo en ese distrito consiguió que le aprobaran la personería jurídica. La central de operaciones de la mafia polaca funcionaba, en realidad, en la calle Córdoba 3280 de la Ciudad de Buenos Aires, en un coqueto edificio de dos plantas con jardín, sinagoga, salón de fiestas, bar, comedor y sala de velatorios.
Por entonces se crearía el primer Polo Prostibulario de la CABA, ubicado entre las calles Lavalle, Viamonte, Libertad y Talcahuano. Los burdeles se ubicaban en las calles Junín y Lavalle, siendo los más característicos “El Chorizo”, “Las Esclavas”, “Gato Negro”, “Marita” y “Las Perras”. Las prostitutas trabajaban en turnos corridos de 12 horas, desde las 16 hasta las 4 de la madrugada. El nivel de exigencia era muy elevado, ya que sus explotadores exigían que cada una atendiera como mínimo a 600 clientes por semana y 70 por jornada.
Con el paso del tiempo se produjo un quiebre en la organización. Los polacos se quedaron con la Sociedad, mientras que rusos y rumanos se nuclearon en la Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Aschkenasum, presidida por Simón Rubinstein, quien era propietario de varios prostíbulos y famoso contrabandista de seda. La Aschkenasum consiguió extenderse, y pasó también a controlar todos los burdeles de San Fernando, en el conurbano bonaerense.
La Primera Conferencia Internacional Judía de Trata de Blancas, organizada en 1910, denunciaba en su informe que en Buenos Aires “hay 42 casas (prostíbulos), de las cuales 39 pertenecen a judíos rusos”. Entre las 800 nuevas prostitutas registradas en 1909, 236 eran judías, y 213 eran rusas.
En 1927, el periodista francés Albert Londres afirmó que: “La trata de blancas son los polacos quienes la practican. No hay un solo polaco de Buenos Aires que no tenga cinco o seis mujeres. O siete u ocho. Viven bajo una disciplina aceptada y servil”.
La Zwi Migdal alcanzó su momento dorado en la década de 1930, cuando llegó a sumar proxenetas que controlaban 2.000 burdeles y 4.000 mujeres. Para tratar de ser aceptados por la comunidad judía, hacían donaciones a sinagogas y financiaban el culto. Sin embargo, poco a poco la colectividad fue marginándolos, impidiendo el ingreso de los proxenetas a las sinagogas y prohibiendo su entierro en los cementerios judíos. Esta discriminación les exigió crear sus propias sinagogas, teatros y hasta fundaron su propio cementerio en Avellaneda en 1921.
Fue recién en 1929 cuando “Varsovia” cambió su denominación por la de Zwi Migdal, ante los reclamos de la Embajada de Polonia a las autoridades argentinas. Su nombre haría referencia a uno de sus fundadores, Luis Migdal, aunque existen diversas hipótesis al respecto.
Por entonces, Buenos Aires había alcanzado su fama como antro de prostitución a escala mundial. La ciudad de Rosario, por su parte, no le iba en zaga. En su puerto recalaban muchísimos barcos procedentes de ultramar, y resultaba necesario calmar la sed de placer y de diversión a su arribo. Esto permitió el desarrollo de una prostitución a gran escala, y la denominada “Chicago Argentina” se convirtió en la segunda ciudad argentina con más burdeles.
El barrio Pichincha era el eje de este comercio, plagado de prostíbulos, bodegones, boliches y fondas. No debe sorprender que allí se estableciera la Zwi Migdal a principios del Siglo XX, disputándole el terreno a los explotadores franceses que, hasta entonces, controlaban el negocio.
El fin de la organización en Buenos Aires se inició en 1929, cuando una de los miles de inmigrantes polacas sometidas en los prostíbulos, Raquel Liberman, presentó una denuncia judicial contra la Zwi Migdal. El juez Manuel Rodríguez Ocampo le ordenó al comisario Julio Alsogaray la realización de las investigaciones respectivas, que condujeron al allanamiento de la sede central de la Zwi Migdal el 30 de mayo de 1930.
El avance del proceso judicial motivó la huida a Rosario y a países limítrofes de la mayoría de sus miembros. El 27 de septiembre de 1930 se dictó el procesamiento de 108 socios de la Zwi, pero apenas unos meses después, el 31 de enero de 1931, fueron liberados.
La organización delictiva continuó con sus operaciones en Rosario y en países limítrofes sin mayores contratiempos. La acción de la Justicia sólo afectó a su montaje bonaerense, aunque sin aplicar mayores sanciones a sus responsables. Se movían demasiado dinero e intereses para una solución más drástica. (www.REALPOLITIK.com.ar)