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La psiquiatra Malena Fontán visitó los estudios de RADIO REALPOLITIK FM (www.realpolitik.fm) y analizó el cambio cultural en torno al acceso a los tratamientos de salud mental, el prejuicio generacional hacia la terapia, el impacto del machismo en la consulta psiquiátrica y el aumento de los trastornos de ansiedad y alimenticios en adolescentes.
Desde el inicio, Malena Fontán marcó una diferencia clara entre generaciones: “Menores de cincuenta y cinco años, no hay problema. Ni con psiquiatra ni con psicólogo. En ese sentido, profundizó: “Tengo muchos pacientes, hombres mayores de cincuenta y cinco, que no quieren ir a terapia”. Para la especialista, el rechazo tiene raíces socioculturales: “Es un tema cultural de educación, de machismo”.
Incluso reconoció que persisten imaginarios obsoletos sobre la disciplina: “Convengamos que la psiquiatría fue cambiando. Antes la psiquiatría, olvidate, los pacientes iban babeando por ahí, entonces piensan que si van al psiquiatra van a terminar babeando”. Frente a ese prejuicio, celebró el cambio generacional: “Hoy es hasta bastante cool ir al psicólogo”.
Fontán explicó que la clave del proceso terapéutico está en la elección del profesional y el lazo emocional que se construye: “Es difícil lo que hablamos la otra vez de conseguir, de encontrar el profesional con el cual tenés el gancho”. Y detalló el mecanismo psíquico: “Se llama transferencia, vos inconscientemente ponés a tu psicólogo en el lugar de alguien”.
Ese vínculo, remarcó, es imprescindible para que el tratamiento funcione: “Para que vos puedas conectar con ese profesional, tenés que haberlo puesto en un lugar de alguien que te genere confianza”. Si ello no sucede, el proceso se traba: “Lo más probable es que no le cuentes las cosas, mientas, evites o pienses que no te sirve de nada”.
La psiquiatra contó que en algunos casos el prejuicio se dirige hacia ella por su edad y género: “Es complicado a veces como mujer estar en el lugar de tener que decirle a un hombre qué hacer”. Incluso recordó la desvalorización explícita: “Me han dicho, ay, pensé que ibas a ser más grande”.
Fontán analizó el incremento de consultas por ansiedad y cómo estas se confunden con problemas orgánicos: “Van al cardiólogo, van al gastroenterólogo, van al endocrinólogo y terminan en nosotros, digamos”. Al respecto, subrayó el vínculo entre estrés y aparato digestivo: “La molécula de la ansiedad, una de las principales es la serotonina y donde más hay es en el tracto digestivo”.
La evidencia clínica es directa: “Muchos pacientes que tengo con colon irritable empiezan el tratamiento y mejoran”. La psiquiatra fue categórica sobre la intensidad de la experiencia: “Si no sabés lo que es un ataque de pánico y te agarra uno, yo no se lo recomiendo ni a mi peor enemigo”. Y aclaró que no es un cuadro aislado: “El ataque de pánico no es un trastorno, es un ataque de pánico”.
El cuadro se manifiesta con síntomas que suelen confundirse con un infarto: “Aumenta la frecuencia respiratoria… la sangre no llega a oxigenarse del todo y eso explica un montón de síntomas”, entre ellos “taquicardia, dolor en el pecho, mareo”. Esa percepción agrava el estado: “Te empezás a autoconvencer de que estás teniendo un infarto, que te morís… o que te estás volviendo loco. Y eso te hace peor”.
Frente a ello, reivindicó técnicas de regulación: “No es una cuestión chamanística, pero es real que las técnicas de respiración sirven”, explicando que “si vos controlás la respiración, bajás la probabilidad de que te pasen todos los otros síntomas”. Advirtió además que “el ataque de pánico no dura más de 10-15 minutos y no hay medicación que actúe antes de ese tiempo”.
Fontán alertó sobre el crecimiento de patologías graves entre jóvenes: “La anorexia tiene una tasa de mortalidad altísima”, describiendo su núcleo: “La anorexia no come”. Diferenció con bulimia: “La bulimia tiene atracones que come mucho y después puede o no tener estas conductas purgativas”, remarcando los perfiles: “La bulimia son personas muy impulsivas y la anorexia son personas muy perfeccionistas”.
La gravedad es concluyente: “La gran mayoría se muere de inanición, de hambre”, y destacó la falta de conciencia del propio paciente: “La anorexia no ve que tiene un problema, no le molesta”. Por ello insistió en un abordaje integral: “El tratamiento tiene que ser muy interdisciplinario, psicología, nutrición, involucrar a la familia”, aunque lamentó la falta de especialistas: “Acá en La Plata casi no hay profesionales que traten estas patologías”.
Sobre su modalidad de atención, Fontán fue clara: “Lo bueno es que yo como odio que me hagan esperar, no hago esperar en las consultas”. Y advirtió sobre la puntualidad: “Si llegan tarde, a ver, el turno es de tal hora a tal hora. Báncatela. Te quedan 5 minutos para hablar”. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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