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19 de marzo de 2017 | Cultura

Documento histórico REALPOLITIK

Jerusalén: Esplendor y sombras de una santa ciudad

La historia milenaria de la ciudad de Jerusalén está jalonada por siglos y siglos de epopeyas sublimes, grandes desastres, sudor y sangre. Ciudad santa para tres grandes religiones monoteístas, símbolo de resistencia y orgullo de dos pueblos enfrentados por la misma tierra, ha visto pasar a profetas, emperadores, reyes y generales, y vio alzarse y caer reinos e imperios.

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por:
Sabino Mostaccio

La historia milenaria de la ciudad de Jerusalén está jalonada por siglos y siglos de epopeyas sublimes, grandes desastres, sudor y sangre. Ciudad santa para tres grandes religiones monoteístas, símbolo de resistencia y orgullo de dos pueblos enfrentados por la misma tierra, ha visto pasar a profetas, emperadores, reyes y generales, y vio alzarse y caer reinos e imperios.

Justo ubicada al corazón de la región mediterránea de Palestina, sus colinas poseen desde tiempos remotos una estratégica importancia. Cruce de caminos en las vías comerciales y militares de grandes reino del extremo oriente antiguo, y rodeada de grandes focos de civilización como Egipto y los reinos mesopotámicos, se halla habitada desde hace 9 mil años. Inicialmente poblada por tribus cananeas tributarias de los faraones egipcios desde el siglo XV AC, la irrupción de las tribus hebreas de origen semita, cambiaría para siempre su destino.

Tras su legendario éxodo desde Egipto y su irrupción en la tierra prometida, de la mano del profeta Moisés y del general Josué, las dice tribus de Israel pusieron sus ojos en la ciudad llamada por entonces Jebus. Le tomaría al pueblo de Israel dos siglos conquistar la plaza fortificada. En estas campañas destacó la tribu de Judá, desde donde surgiría la figura de David, segundo rey de Israel quien en el año 1000 AC aproximadamente, logró capturar la ciudad de Jebus y convertirla en capital de su flamante y poderoso reino.

Cambió su nombre a Jerusalén y en ella se instaló una fastuosa corte. Con Salomón, hijo de David, Jerusalén se convirtió en gran metrópoli y un importante centro de vida espiritual para el pueblo judío, al inaugurarse el primer templo de Jerusalén en honor a Jehová, el dios hebreo.

En el año 967 AC falleció Salomón y el reino se dividió en dos mitades irreconciliables: Israel, con capital en la norteña Samaria y Judá, con capital en Jerusalén. Los descendientes de David gobernaron el reino de Judá hasta la captura de la ciudad santa por el rey caldeo Nabucodonosor II en el año 586 AC. El templo fue derribado y la mayoría de los habitantes esclavizados y deportados a la Mesopotamia.

Ciro el Grande, rey persa, les permitiría volver a su patria en el año 539 AC, y los retornados reconstruyeron Jerusalén y el Templo. Alejandro Magno, en sus campañas contra los persas obtuvo la sumisión de los hebreos y a la vez se mostró magnánimo y toleró el culto al dios único, al que rendía homenaje en su templo.

Jerusalén empezó a transformarse en una ciudad helenística, pero hacia el año 175 AC estalló en Judea una revuelta contra los reyes sirios de la dinastía Seleucida, acaudillada por el sacerdote levita Matatías y sus siete hijos. Éstos fueron apoyados por la Republica de Roma y en el año 142 AC lograron la independencia y crearon una dinastía, la de los Asmoneos, que rigió el reino judío hasta que el general romano Pompeyo lo sometió en el año 67 AC, tras terciar en una disputa sucesoria entre los príncipes judíos.

Bajo el dominio romano, Jerusalén fue el epicentro de un hecho destinado a cambiar la historia de nuevo. La predica de Jesús de Nazaret tendrá en las colinas de Jerusalén su punto culminante, en los hechos de la Pasión. Desde la entrada triunfal en la ciudad sagrada pasando por la Ultima Cena con sus doce apóstoles hasta su arresto, juicio, crucifixión y muerte.

Así ganó Jerusalén un lugar en el corazón de los seguidores de la nueva religión, que con los siglos creció hasta ser la fe mayoritaria en el Imperio Romano. También el nacionalismo judío creció contra los romanos y provocó la destrucción de Jerusalén en dos ocasiones, en los años 70 y 135 de nuestra era. Y con ella un nuevo exilio del pueblo judío.

Aunque en la Edad Media el epicentro de la cristiandad triunfante se había traslado a otras orillas del Mediterráneo, Roma y Constantinopla, no por ello Jerusalén dejó de ser el centro de peregrinación pro excelencia de los fieles. La reforma urbanística hecha bajo el reinado del emperador romano Constantino I había dotado a la ciudad de santuarios religiosos y de un contorno que permaneció siglos inalterado hasta la llegada de las tribus árabes, unidas bajo el estandarte de Mahoma.

Jerusalén fue para los musulmanes un punto de referencia y de inflexión en su historia, ya que es la ciudad donde el profeta Mahoma obtuvo la revelación y subió a los cielos. Permaneció en manos musulmanas hasta el año 1098, cuando un ejército de cristianos occidentales, los “cruzados”, se la arrebató a los príncipes egipcios musulmanes. El reino cristiano de Jerusalén permaneció firme hasta el año 1187, cuando fue recapturado para el islam por el gran sultán Saladino. Los intentos cristianos de recapturarla fracasaron hasta ser abandonados finalmente, y en 1517 el sultán turco Selim I la capturó como joya de la corona imperial otomana.

La decadencia del imperio otomano hacia mediados del siglo XIX propició que Jerusalén concitara de nuevo el interés occidental, de parte de las órdenes religiosas católicas que restauraron muchos de sus monumentos, y del gran imperio de Rusia, que deseo también controlar los lugares santos. Pero sería el pueblo judío quien reclamaría de forma perdurable esas tierras. El sionismo que tomaba auge en Europa hacia 1890 propiciaba la idea de un estado propio para los judíos del mundo, y la alternativa principal era el retorno a Palestina y a Jerusalén.

Muchos judíos europeos migraron en las siguientes décadas de vuelta a la tierra prometida de los ancestros para levantar de nuevo una nación. La primera Guerra Mundial vino en ayuda de la causa sionista y Gran Bretaña prometió al pueblo judío la concreción de un estado en Palestina, si le ayudaba en su lucha bélica.

La promesa británica demoró tres décadas en materializarse y en ese entonces, Jerusalén pasó por primera vez en siglos a ser mayoritariamente una ciudad judía al aumentar las migraciones de judíos procedentes, sobre todo de la Europa Central y oriental.

En 1948 David Ben Gurion proclamó el Estado de Israel con Jerusalén por capital. La población árabe palestina resistió en su mayoría ya que ella ansiaba el estado propio y pese a la promesa de los dirigentes judíos de respetar los derechos de los musulmanes que vivieran en Israel, la guerra se desato y pese a la intervención de la Liga Árabe a favor de los palestinos, acabó con la victoria de los judíos. No obstante, la ONU evitó la anexión de Jerusalén a Israel colocando la ciudad bajo su protección.

En 1965 Jerusalén vivió la histórica reconciliación entre la iglesia Católica y la Ortodoxa, con la reunión entre el papa Pablo VI y el patriarca de Constantinopla Atenágoras II. Pero dos años después la llama de la guerra la envolvió y en la épica “Guerra de los seis días”, el Estado Judío se apropió de la Ciudad Antigua (donde se hallaban los monumentos históricos y religiosos como el “Muro de los Lamentos” o Muro del templo, tan caro al sentimiento judío) tras derrotar a Jordania y Egipto.

Y la ciudad santa quedó anexada al estado de Israel que trasladó allí su parlamento y su gobierno pero que mantuvo la capitalidad en Tel Aviv, más al oeste para no irritar a sus vecinos árabes, ya que el nacionalismo palestino musulmán reclamaba Jerusalén. La ciudad se modernizó y vio crecer su economía de la mano del turismo y los servicios.

Pero la tensión permanente del conflicto geopolítico entre árabes e israelíes ha lastrado el desarrollo de la ciudad que una vez pretendió ser la prenda de paz, tal como lo desearan el rey David y Jesús, pero que muchas veces fue campo de batalla entre familias enfrentadas.

Rica por su pasado y expectante de su futuro, la sagrada y profana Jerusalén ha ganado su lugar en la historia de la humanidad con justicia y a costa de muchas esperanzas y sufrimientos en nombre de una causa mejor. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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