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Correo de lector
Maldonado y el “otro”
Por Emmanuel Jauregui Verliac. Setenta y ocho días pasaron desde el 1 de agosto hasta el 17 de octubre de este año, fecha en la cual los integrantes del cuerpo de buzos de Prefectura Naval encontraron un cuerpo sin vida en la margen del río Chubut.
Emmanuel Jauregui Verliac
Setenta y ocho días pasaron desde el 1 de agosto hasta el 17 de octubre de este año, fecha en la cual los integrantes del cuerpo de buzos de Prefectura Naval encontraron un cuerpo sin vida en la margen del río Chubut. Tres días más tuvieron que pasar, en total ochentaiún días, para que Sergio Maldonado en la puerta de la morgue judicial determine la identidad del cuerpo: “Reconocimos los tatuajes, estamos convencidos de que es Santiago”.
Segundos después de terminar de pronunciar aquellas tristes palabras, comenzó a circular la información en las redes sociales y, junto a esta amplificación, las “libres interpretaciones” iniciadas por simples preguntas tales como: quién, cómo, cuándo y por qué.
Estas que aparentan ser simples preguntas se transforman en armas de manipulación ideológica, al no tener una respuesta inmediata, o peor aún, al ir acompañada de una opinión personal construida con pocos conocimientos de medicina forense, una pizca de ideología política, tres cucharadas de protagonismo y ansias de notoriedad a gusto del emisor.
Mientras más minutos pasan, después de haberse conocido el trágico desenlace de Santiago, más preguntas se agregan de un bando y del “otro”: ¿Quién fue? ¿Fue gendarmería? ¿Mauricio Macri sabía? ¿Estuvo todo armado? ¿Los mapuches sabían? ¿Cristina Kirchner sabía? Preguntas aún más complejas de responder y con menos respuestas.
Pero como si fuera poco, la situación parece no terminar ahí sino todo lo contrario. Es el inicio de una compulsa popular donde la ciudadanía (al parecer) necesita elegir un bando y refregarle en la cara al “otro” (por ahora “aparente perdedor”) que efectivamente perdió. Esto se ejemplifica con palabras y frases como: “¡Viste!”, “¡te dije!”, “¡era sabido!”, “¡ves que al final gendarmería no tenía nada que ver!”, “¿y ahora que van a decir?”, “¿qué me decís ahora?”, entre otras.
Todas estas afirmaciones no hacen más que exacerbar en el pensamiento del “otro” que toda la escena fue plantada y armada, que no es casualidad que el cuerpo aparezca en ese lugar en esa fecha, justo días antes de la que se transformó en una contienda electoral al mejor estilo de plata o mierda, algo totalmente llamativo, cuando en realidad los resultados de las PASO ya presagiaban este desenlace. Pero no quiero irme del tema, eso es para otro relato.
Como si faltaran aditivos, el papel de los medios de comunicación toma preponderancia a través de los títulos o bajadas de sus notas. Se empiezan a leer frases como: “Se harán estudios de microorganismos que permiten determinar cómo y de qué murió Santiago Maldonado”, “la descomposición de la piel o de la ropa nos va a indicar hace cuánto murió Santiago Maldonado”, cuando en realidad, tal vez, los datos sean precisos y certeros. Pero es en el enunciado de los títulos o de las frases en donde pongo el foco, porque en realidad ningún dato suelto por sí mismo nos va a responder con exactitud todas las preguntas antes enunciadas. Por lo tanto todos los datos que se puedan recolectar van a aportar y colaborar para poder hacer una conclusión lo más acertada y cercana posible a la verdad, y responder, ahora sí, a las preguntas.
Tampoco voy a dejar pasar las extensas entrevistas a especialistas de la medicina forense altamente capacitados que se desempeñan como peritos, y sin duda son notables profesionales, pero con la salvedad que no son los peritos de Santiago Maldonado. Entonces las conjeturas que a veces se dejan entrever al tratar de comparar datos teóricos o prácticos de otros casos con el de Santiago Maldonado, terminan aportando a la necesidad de construir una verdad acelerada y tal vez errónea, que responda esas “malditas” preguntas.
En definitiva, y como para no cansar tanto con quejas y quejas, la aparición del cuerpo hallado en la margen del río Chubut, después reconocido como Santiago Maldonado, en lugar de traer un poco de paz a la familia, que le permita velarlo y dar el duelo correspondiente, pese a la autopsia, se transformó en una nueva excusa para empezar una vez más una grieta ideológica que parece no tener resolución en el corto tiempo.
Esta descripción de hechos hace que me pregunte: ¿Cuál es el apuro de la población de responder esas preguntas? ¿Con qué fin el ciudadano quiere satisfacer las inquietudes? ¿Va a cambiar nuestro modo de pensar sobre el “otro”?. Vuelvo a insistir: ¿Cuál es el apuro? ¿O acaso queremos que rueden cabezas?. La rápida respuesta a esas preguntas, ¿solucionará los problemas de fondo? ¿Tan notable y pura es la Justicia como para que nosotros confiemos en lo que nos dice, sin siquiera dudar un poquito?
Me permito una reflexión personal. Refiriéndome al caso Nisman, en dos años pasamos de un supuesto suicidio a un supuesto homicidio causado por dos personas. ¿No será un cambio demasiado drástico? Ese hecho nos debería hacer reconsiderar y aceptar los tiempos reales de la Justicia. Entender que aunque a veces queramos que se sepa todo “ya mismo”, hay algunos procesos que lamentablemente demoran. Lo que tenemos que exigir no son garantías de velocidad sino de verdad y seriedad.
Con estos antecedentes y con el fin de llevar tranquilidad, justicia real y paz, es que “nos” pido a todos, los que están en un bando, los que están en el “otro”, los que no están en ninguno, a los medios, a los políticos, y a todos los argentinos: paciencia, seriedad y prudencia.
(*) Emmanuel Jauregui Verliac es columnista del programa Fondo a la derecha, que se emite de lunes a viernes de 12.00 a 14.00 por www.realpolitik.fm.
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