El intendente Carlos Arroyo no se cansa: Ahora quiere mandar “chicas bonitas” a convencer inversores

Como todos los años, efectivos de la policía local detuvieron al primer vehículo que ingresó a Mar del Plata en el 2018. Un fiat Duna bordó, cargado con sillitas, canastas y valijas, estacionó junto a las vallas tocando bocina. Los pocos vecinos que estaban presentes aplaudían a rabiar y el intendente Carlos Arroyo, ataviado con un traje algo desgastado y anteojos negros, con gesto de querer irse a su casa, se acercó al vehículo y le abrió la puerta al conductor, que se apeó feliz y le estrechó la mano al mandamás.

Los pocos medios de comunicación que estaban presentes rodearon al intendente con sus micrófonos y encendieron las cámaras. En ese momento, mientras agradecía la presencia de los periodistas, pronosticaba una excelente temporada de verano y enumeraba las mejoras proyectadas para la ciudad, Arroyo aseguró: “Vamos a mandar a alguna chica bonita para convencer a los empresarios que vengan a invertir a Mar del Plata”.

No fue, ni por mucho ni por poco, la primera de sus frases polémicas en relación a políticas de género. Apenas asumido en su nueva gestión, había tomado el micrófono para asegurar que los políticos “malgastan dinero en campañas que están de moda, como la de violencia de género”. Fue poco tiempo antes de declarar que “los vecinos estaban más felices hace 40 años”, es decir, en 1976, cuando comenzaba la dictadura cívico-militar que asoló al país.

Actualmente, el intendente lleva adelante una relación distante y conflictiva con María Eugenia Vidal. Incluso, durante la última visita de la gobernadora bonaerense a la ciudad de Mar del Plata, decidió esquivar el saludo con Arroyo y, por el contrario, mostrarse caminando los barrios con el diputado y ex embajador Guillermo Montenegro, que apunta a suceder al actual mandamás. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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