Carmen de Patagones: El sueño europeo

La fundación de Carmen de Patagones formó parte de un gran cambio político, económico y administrativo conocido como las reformas borbónicas, que impactaron tanto en la metrópolis como en sus colonias americanas. Así se planificó e implementó la creación de poblaciones civiles desde la Alta California hasta las costas patagónicas. Una compleja situación coyuntural dio origen a la población más austral de la actual provincia de Buenos Aires.

En febrero de 1779 mandaron a explorar el río Negro al piloto Basilio Villarino en el bergantín Nuestra Señora del Carmen; de ahí toma su nombra el territorio. Ese mismo año Francisco de Viedma recorrió el río aguas arriba, en busca del terreno más apto para el asentamiento del fuerte. Su primera denominación fue Establecimiento del Río Negro, aunque también se lo llamó indistintamente Fuerte del Carmen y Fuerte del Río Negro.

Los grupos colonizadores venían de León, Galicia, Asturias y La Maragatería, de allí que a los nacidos en Patagones se los llama maragatos. Estas familias iniciaron una vida sacrificada, principalmente por la enorme distancia que los separaba de los centros más poblados.

Es de suma importancia indicar que durante su primer siglo de existencia la población española se asentó en territorio aborigen, siendo los barcos la única vía de comunicación posible con Buenos Aires y otras poblaciones.

La existencia de Patagones solo se explica por la convivencia pacífica entre colonizadores y los pueblos originarios. Sin ayuda de las grandes poblaciones, el hombre blanco debía vivir del trueque con el aborigen; estas relaciones estaban sostenidas por la necesidad de subsistencia y la confianza, vínculos que hacen al comercio.

En los primeros años del fuerte, los colonizadores apostaron al trabajo duro confiando en la palabra de las autoridades que expresaban un gran interés en fomentar el desarrollo del mismo. En la práctica estuvieron a la deriva y excluidos de toda ayuda. Desde su creación como fortín, la población contó con una débil guarnición militar para la defensa y un pequeño puerto. Los primeros 20 años solían llegar algunos barcos de manera aislada y con pocas provisiones.

En 1783 desde España se recomendó el levantamiento de este pequeño fortín por considerarlo demasiado gasto para la Corona; así fue como bajó a la categoría de puesto militar, dejando a los colonos a su suerte.

En 1791 el nuevo virrey Marques de Loreto reconsideró la situación y volvió a instalarlo como fuerte. Sin embargo el estado de aislamiento en que vivían les jugó en contra y la situación fue empeorando cada vez más. Sus hogares fueron destruyéndose y llevaron a sus habitantes a vivir en cuevas cavadas en las barrancas. Las nuevas embarcaciones de colonos, que seguían llegando a la tierra prometida, se encontraban sin casa y sin tierras. La palabra de la corona, en tierras americanas, no se plasmaba en hechos.

A pesar del abandono, primero de España y luego de la Confederación, este fuerte, que convivió y sobrevivió gracias al indio, debe su asentamiento al sacrificio de sus primeros pobladores que permanecieron en cuevas cuando sus casas fueron destruidas, sembraron más allá de las inclemencias del clima y cosecharon a pesar de la aridez del suelo.

Apostaron a un futuro en territorio americano, a un sueño que se hacía cuesta arriba cada vez que el rio se desbordaba; no obstante la dedicación, la perseverancia y el trabajo tienen un nombre propio en la provincia de Buenos Aires: se llama Carmen de Patagones, el partido bonaerense más austral. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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