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7 de julio de 2018 | Cultura

Documento histórico REALPOLITIK

El misterioso robo de los dientes de Manuel Belgrano

Los últimos días del general Manuel Belgrano fueron difíciles. Si bien pertenecía a una de las familias más acaudaladas de Buenos Aires, había perdido gran parte de su fortuna durante las guerras por la independencia, y pese a sus grandes triunfos militares, el estado le adeudaba años de sueldo.

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por:
Nicolás Colombo

Los últimos días del general Manuel Belgrano fueron difíciles. Si bien pertenecía a una de las familias más acaudaladas de Buenos Aires, había perdido gran parte de su fortuna durante las guerras por la independencia, y pese a sus grandes triunfos militares, el estado le adeudaba años de sueldo. Por este motivo, tuvo que empeñar su reloj de oro (obsequio del rey Jorge III de Inglaterra) al enfermarse gravemente.

La muerte lo encontró un 20 de junio de 1820, fecha que desde 1938 es recordada como el día de la Bandera. Como el general había pertenecido a la Orden Tercera de Santo Domingo, tras su fallecimiento se decidió enterrar sus restos bajo una lápida de mármol en el atrio del convento de Santo Domingo, en la ciudad de Buenos Aires.

Durante la segunda presidencia de Julio A. Roca, se dispuso exhumar los restos del prócer para colocarlos en el monumento que el escultor italiano Ettore Ximénez construiría al frente del templo ubicado en la actual esquina de avenida Belgrano y Defensa, en la capital nacional. Para ello, el presidente formó una comisión encargada de custodiar los restos del creador de la bandera, conformada por Joaquín V. González (ministro del Interior), Pablo Riccheri (ministro de Guerra), Marcial V. Quiroga (inspector de sanidad del Ejército), Julián Massot (jefe de sanidad de la Armada) y Carlos Malbrán (presidente del departamento nacional de Higiene).

En la excavación no se hallaron restos del ataúd, pero sí varios huesos que fueron colocados en una bandeja de plata custodiada por uno de los monjes del convento. Bajo la atenta mirada de un escribano, un nieto y bisnieto del general Belgrano, se encontraron también algunos dientes que fueron inspeccionados en el lugar por los ministros Joaquín V. González y Pablo Riccheri. Al terminar la tarea, los restos se guardaron en una urna de bronce colocada provisoriamente en el atrio mayor de la iglesia hasta que fuera finalizado el mausoleo.

Al día siguiente trascendió una noticia que no había sido mencionada por las autoridades presentes en la exhumación: ¡Los dientes de Belgrano habían desaparecido! Este “detalle” había sido alertado a la prensa por varios de los concurrentes al acto, quienes se percataron de algo que ni siquiera había sido apuntado por el escribano a cargo. Los responsables de llevarse las piezas dentales del general Belgrano fueron los ministros Ricchieri y González.

El caso terminó en escándalo, ya que los ministros habían profanado los dientes del prócer sin permiso. Varias personas escribieron cartas de opinión en los diarios, sosteniendo que estos restos “no son del gobierno, sino del pueblo entero de la república, y ningún funcionario, por más elevado o irresponsable que se crea, puede profanarlos”, y exigiendo a las autoridades nacionales “que devuelvan los dientes al patriota que menos comió en su gloriosa vida con los dineros de la nación”. Se criticó también el silencio de quienes presenciaron el robo, ya que deberían haber dado aviso inmediato al escribano para que exigiera la devolución inmediata de los dientes. El diario La Prensa argumentó: “Vemos en esto un silencio criollo, una tolerancia indisculpable, que tiene su razón de ser en actos semejantes con que han tratado de acostumbrarnos nuestros funcionarios”.

Al quedar al descubierto su accionar, el ministro Joaquín V. González (quien tres años después se haría conocido al nacionalizar la Universidad de La Plata), tuvo que devolver el diente que había tomado. Lo hizo a través del prior del convento, argumentando que se lo había llevado para mostrárselo a unos amigos. En cuanto al ministro Riccheri, hizo lo mismo que González, diciendo que le había mostrado el diente al general Bartolomé Mitre, evaluando la conveniencia de engarzarlo en oro.

Resuelto el misterioso robo de los dientes de Belgrano, se los colocó en la urna con los demás restos del general, que serían guardados en el mausoleo inaugurado al año siguiente. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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