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26 de agosto de 2018 | Provincia

En los estudios de Radio REALPOLITIK.FM

“Aguer termina en La Plata porque pierde una interna de poder con Bergoglio”, sostuvo Lavaselli

El coautor del libro Héctor Aguer "El último cruzado", Andrés Marcos Lavaselli,  visitó los estudios de radio REALPOLITIK (www.realpolitik.fm) y contó algunas de las intimidades e intrigas de la Iglesia Católica Argentina.

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por:
Facundo Quiroga

El coautor del libro Héctor Aguer "El último cruzado", Andrés Marcos Lavaselli,  visitó los estudios de radio REALPOLITIK (www.realpolitik.fm) y contó algunas de las intimidades e intrigas de la Iglesia Católica Argentina.

RP.- ¿Cómo surgió la idea de escribir un libro sobre Aguer?

La idea original no es nuestra, es de un escritor que se llama Juan José Becerra, que es editor de planeta y que él había escrito en un libro de él que se llama “Patriotas”, es un libro con un tono muy irónico que tiene perfiles de algunos personajes públicos de Argentina. Uno de esos es Héctor Aguer, que incluso generó una polémica porque Aguer le respondió.

Pero a él le pareció interesante indagar sobre una persona tan importante y que todos creemos conocer, pero en realidad lo que conocemos es una voz y una serie de argumentos.

Así que nos juntamos con Pablo Morosi, que él ya había escrito algo sobre la iglesia con el libro sobre el padre Cajade. Así que planeamos la entrevista con Aguer, porque nos parecía importante tener su testimonio, nunca pensamos que nos la iba a conceder. Hicimos los pedidos formales, y tardó bastante tiempo en responder.

Mientras tanto nos hicimos un plan de investigación, que fue arduo porque en la arquidiócesis de La Plata hay mucho desconocimiento. Los sacerdotes de La Plata le temen mucho, ahora un poco menos, porque tiene menos poder, pero ha llegado a ser un hombre muy poderoso con muchos contactos con gente del mundo de la política, con el mundo de las finanzas, con el Vaticano, con la política internacional. Hay toda una red detrás de Aguer que no se conoce, espero que se conozca un poco más ahora, que hace que sea un tipo muy temido.

Entonces nos costó comenzar. En La Plata hablamos con más de veinte sacerdotes, y ninguno quiso hablar en On. No era la idea del libro, no es un libro con testimonio, nosotros lo que buscábamos eran pistas de investigación.

A mí me sorprendió mucho el interés de la política por la figura del tipo. Muchos políticos importantes como gobernadores y embajadores, hay como un gusto especial por conocer la vida interna de la iglesia, han jugado muchos en ese plano.

RP.- ¿Qué fue lo que le dejó esta obra?

Fue un aprendizaje profesional. Nosotros hicimos trece entrevistas con él. Nunca pensamos que íbamos a lograr eso. Sumamente inusual en un eclesiástico de esa jerarquía y de ese perfil. Pero además hablamos con cien fuentes más. Hicimos archivos de la Iglesia, archivos del estado, archivos periodísticos. A toda esa masa de información, hubo que encontrarle un tono y escribirlo. La verdad fue un plano que me dejó muchas enseñanzas.

Y después lo lindo del periodismo que es un viaje alucinante a otro mundo. Para mí fue un año de vivir en un mundo raro, con gente muy extraña, fascinante, gente que no tenía nada que ver conmigo, otras con las que me identifiqué.

RP.- Habló de Aguer como una persona temida dentro de la iglesia. ¿Es más temido que respetado?

Aguer es respetado intelectualmente. Más allá de las grandes discrepancias que hay dentro de la Iglesia y mucho más afuera de ella con su pensamiento. Él quiso ser,-pero no pudo por una serie de episodios que se cuentan en el libro-, un intelectual de la Iglesia. Habla un montón de idiomas, es un tipo muy formado. Es más, él quería irse a Roma y dedicarse a estudiar y  producir intelectualmente. Lo logró a medias, tuvo una carrera más política, y algo de eso queda por su gusto por la polémica, en su interés por sostener la verdad católica ortodoxa, en un contexto en el que él sabe que esa verdad católica ortodoxa está en decadencia, casi nadie la sostiene, ni siquiera dentro de la propia Iglesia o por lo menos no en los términos en lo que él los hace.

Pero insisto, es intelectualmente muy respetado y además es temido.

RP.- ¿Con qué se encontró en esta serie de entrevistas que mantuvo con él?

Tuvo una amabilidad y la honestidad de atendernos trece veces. Fuimos a la curia, que es el lugar donde vive, el palacio D`amico. La primera vez llevamos un cuestionario de 85 preguntas porque queríamos aprovechar al máximo la entrevista. Y la verdad que comenzamos a transitar por un segmento desconocido de su vida. Le preguntamos si podíamos hacer una más, y así fue surgiendo. Pero también fue un ajedrez bastante complejo respecto de hasta donde preguntar duro y a fondo para aprovechar pero teniendo en cuenta no romper esa relación y evitar que se enoje y nos cierre las puertas para siempre. Íbamos a perder ese plus que tiene el libro que es la voz de él.

Hay un poco de vanidad. En la primera entrevista que hicimos no dijo “que raro que ustedes se interesen por mí, sino que dijo “que raro que Planeta se interese por mí”.

Quiso influir todo lo que pudo en lo que nosotros íbamos a escribir. En algunas cosas fue abierto, y en otras fue totalmente cerrado. Hubo momentos más tensos que otros, pero siempre fueron diálogos cordiales.

RP.- ¿Por qué cree que Aguer eligió identificarse con el sector más conservador de la iglesia?

El viene de una familia de no católicos. La madre es la figura católica de la familia. Desde muy chico se vinculó con un núcleo de una corriente nacional del catolicismo muy ligada a la derecha nacional argentina tradicional. Pero no es la derecha liberal, es la derecha nacional católica, algo así como el peronismo sin contenido plebeyo, bastante antisemita.

Empezó a tomar unos cursos desde muy chico, con un sacerdote bastante legendario en ciertos círculos, llamado Julio Meinvielle, con el cual se formó buena parte de Tacuara, la guardia restauradora nacionalista, grupos de derecha nacionalista muy potentes, muy extremos; pero también algunos de los integrantes de las primeras cúpulas de Montoneros. En esa época donde ese nacionalismo católico era como el germen común de cosas que después terminaron bien enfrentadas.

El era un chico de clase baja, vivía en una casa humilde, el abuelo era repartidor de leche y su padre era chofer en el correo. Y empezó a ganar lugar social  en ese círculo de jóvenes de clase alta, nacionalistas católicos, militantes políticos, por medio de su inteligencia. Ese fue su gran capital. Y esta es una hipótesis, el tuvo una aproximación intelectual a la doctrina católica. Y a partir de ahí es un cruzado, porque es un doctrinario.

RP.- ¿Qué relación tiene y tuvo con Bergoglio?

Son enemigos. Son cómo 50 páginas del libro de una pelea que anida el Vaticano. Bergoglio, la política Argentina y ellos dos a lo largo de un montón de años. Es difícil de resumir, hay una pelea de poder entre ellos, además porque tienen vidas medio paralelas.

Cuando Bergoglio era provincial de los jesuitas en San Miguel en un lugar que se llama Colegio Máximo que es donde se forman los jesuitas, él tiene un destino más o menos importante que en el que le dan a manejar un seminario bien ortodoxo recién creado.

Una anécdota es que los seminaristas estudiaban algunas materias en el Colegio Máximo de los jesuitas, y a su regreso Aguer les daba una clase aparte para corregidor esos “errores de conceptos”. Es una larga historia llena de complejidades políticas, ideológicas.

RP.- ¿Cómo cree que fue su gestión al frente del arzobispado de La Plata?

El vino resignado a La Plata, el termina acá porque pierde una interna de poder con Bergoglio, llega justo con la caída del Banco Crédito Provincial que era propiedad de la familia de un ex embajador argentino en el Vaticano, en el que cuyo hijo era presidente del banco, que estuvo prófugo dos años, lo atraparon, lo detuvieron, lo metieron preso, lo condenaron por estafa, y lo sacó de la cárcel Aguer, saliendo como fiador personal de Francisco Javier Truso. Entró así; pero llegó a La Plata como efecto de una derrota en un juego de poder, y siempre quiso irse.  

Su objetivo era el Vaticano, el cardenalato, presidir la Conferencia Episcopal, no lo logró. Sí es impresionante el entramado de poder que generó.

El siempre fue un porteño, La Plata siempre fue algo que no buscó, si bien no es una arquidiócesis menor, acá se discuten muchas cuestiones de presupuesto con la provincia.

RP.- ¿Por qué "el último cruzado"?

A él no le gusto ni medio ese nombre. Le pareció peyorativo. Pero es una interpretación, yo no creo que sea así, yo creo que es bastante descriptivo. Creemos que es una de las personas que defiende esa doctrina que mencionábamos de la iglesia católica. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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