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23 de septiembre de 2018 | Provincia

La mano inservible

Cambiemos: Una cultura laboral superior, meritocrática, perfeccionista y deficiente

Con un discurso antivagos y antiñoquis llegaron a las estructuras jerárquicas desde CABA subestimando la capacidad instalada en cada organismo. REALPOLITIK te cuenta qué hay detrás del discurso meritocrático que se propone la provincia.

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El sub-30 de la gobernadora María Eugenia Vidal llega un tanto desalineado, pero con ese aire de superación que los vientos capitalinos dan a su espíritu que siente más de lo que realmente debe, puede y tiene que sentir por su escasa preparación y capacidad para la gestión de la cosa pública. 

Sin dudarlo la hora ya marca más de las 10.00 y un tanto menos que las 12.00 del mediodía, horario perfecto para lanzar un suspiro de cansancio de un largo viaje desde CABA y más siendo viernes, quinto día de una semana que para el joven tuvo sólo entre dos y tres jornadas laborales de escasa productividad.

Hablando de la tasa municipal como el ABL y entendiendo a las localidades como comunas, lanza una serie de inconsistencias que dan cuenta que no está a la altura para el ejercicio de la función que le encomendaron. Pregunta cuántos municipios tiene la provincia y sus colaboradores, como él los llama, se miran azorados pensando si la consulta es en realidad un chiste.

De reunión en reunión pasa el día sin definir ni un solo ápice de gestión y saltan las semanas sin un proyecto que pueda dar cuenta el verdadero mérito que lo catapultó a una apuesta en la estructura jerárquica provincial dentro de las segundas y/o terceras líneas dirigenciales. Este estereotipo estandarizado ya por su propio peso cae de lleno contra esa meritocracia ideológica que al parecer era puro humo discursivo de campaña electoral.

En ese marco, los colaboradores día a día se miran y se encuentran sin indicaciones ante una pantalla que sirve más para navegar por redes sociales que para hacer que la provincia encienda motores. Sentimientos de decidía, de tristeza, de anhelo de lo que alguna vez fue un espacio de elevación del intelecto, de goce y disfrute ante el reconocimiento de su labor se tornan cuasi catastróficos para la autoestima del empleado público degradado a la mínima expresión.  

Sin ni siquiera avergonzarse, el sub-30 de Vidal algo canchero -de chupines, camisa slimfit y unos importantes lentes de sol- organiza encuentros con su equipo para definir durante más de un año el mismo producto que es tan complejo que nunca termina de salir del horno. Peca de “perfeccionista” y no deja que ningún detalle se le pase por alto, menos que el proyecto llegue a su fin, sea culminado y mucho menos presentado. Con el pasar del tiempo, no existe respeto, admiración y ni siquiera es reconocido como autoridad por sus colaboradores.

De esta forma, se va haciendo un círculo virtuoso que promueve la desvinculación con su propio equipo y la culpa de todo es de los demás porque el sub-30 ha estado en excelentes instituciones de formación superiores a las que cualquier mortal provinciano podría acudir para ser un poco menos ignorante. Así, la mala educación y subestimación termina por colapsar toda posibilidad del simple saludo al llegar y con esto las distancias entre “funcionario” y agentes se extienden tanto que el hilo que los une como jefe/empleados deja de existir.

El agente degradado en simple recurso humano pierde capacidad de reacción e ir a la oficina es un calvario en donde las seis u ocho horas, según el caso, se transforman en pedazos de infiernos desde el cual respira sabiendo que el horario de partir dictará su comienzo de día. Una suerte de suspensión de su vida en un recurrente repetir cotidiano que sufre para llegar a un fin de mes que cada vez es más difícil.

El sub-30 se siente superior con un inglés de bijouterie que empompa su básico contenido, ha ganado la batalla en donde su colaborador le explica cómo se hacen las cosas desde hace años en el lugar, pero su incapacidad para aceptar consejos hace que desheche los mismos y opte por su saber de Ciudad Autónoma, donde se encuentran los iluminados de un siglo al que la provincia no llegó.

Ante todo esto, el agente desesperanzado se rinde y decide hacer sin pensar, transformarse en máquina que recibe mensajes imperativos y devuelve outputs sin valor agregado. Es hora de esperar que llegue octubre del 2019 agachar la cabeza y decir que sí, aunque la indicación que le hagan sea propia de Adam Smith y el pozo que le solicitaron realizar al instante deba taparlo con el ahínco y la sonrisa que el sub-30 quieren que le devuelvan. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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