Sábado 20.04.2024 | Whatsapp: (221) 5710138
27 de octubre de 2018 | Historia

Conociendo la provincia REALPOLITIK

El eucaliptus misterioso del Paseo del Bosque

A principios del siglo pasado, un grupo de jóvenes que recorría el Paseo del Bosque observaron un fenómeno paranormal: uno de los añosos eucaliptus cercanos al Observatorio Astronómico emitía extraños sonidos extraterrenos, similares a un gemido o llanto.

facebook sharing buttonCompartir
twitter sharing button Twittear
whatsapp sharing buttonCompartir
telegram sharing buttonCompartir
print sharing buttonImpresión
gmail sharing buttonCorreo electrónico

por:
Nicolás Colombo

Este árbol estaba dentro de un corral en donde el mayordomo del Bosque encerraba vacas y caballos, por lo cual su acceso estaba restringido, y no pudieron ingresar para dar con el origen de tan llamativos sonidos.

Tras correrse la voz de este raro fenómeno, la gente comenzó a concurrir en grupo a la “avenida de las Esculturas”, en donde se encontraba el particular ejemplar. Se decía que en una de sus ramas se había colgado varios años atrás un militar de nombre Eduardo Basco, cuya alma en pena había pasado a este añoso árbol. Algunos de los visitantes acercaban su oído al tronco, afirmando que podían escuchar claramente “lamentos y quejidos lastimeros, y algunas veces como el murmullo de una fervorosa plegaria”. Otros optaron por grabar números y símbolos cabalísticos en el tronco, o tomar muestras de corteza para fabricar amuletos.

La noticia llegó también a oídos de los medios de prensa nacionales, quienes iniciaron una investigación al respecto. Un grupo de periodistas de un diario platense organizó un viaje nocturno a este sitio, para develar qué había de cierto sobre el eucaliptus misterioso de La Plata. Para esta empresa se hicieron de “amuletos contra los espíritus malignos, una cruz de ébano bien grande bendecida previamente” e incluso una carabina facilitada por un empleado de la Cámara de Diputados. En las crónicas de la época, los trabajadores de prensa dejan bien en claro que el amuleto “consistía en un frasquito de cristal conteniendo lana de oveja negra, humedecida en sangre de sapo virgen cortado en cruz, con un hacha que no habían visto jamás ojos femeninos”, el cual había sido provisto por un colega suyo con “achaques de brujería”.

Esta insólita expedición en busca del árbol encantado tuvo lugar la noche de un sábado lluvioso “más o menos en que se celebran los shabat y se convocan los aquelarres”. Prosigue la crónica comentando que “bajo un cielo negro que amenazaba lluvia, y después de invocar fervorosamente a San Benito de Palermo, el santo de nuestra devoción, emprendimos la marcha. Las calles estaban solitarias y los faroles parpadeaban moribundos. Llegamos al Bosque y acariciando nerviosamente el arma legislativa nos internamos en las negruras tenebrosas. Nos hallábamos en pleno Bosque, en medio de una oscuridad densísima y el viento agitando los altos eucaliptus hacía crujir sus ramas y troncos de modo tan siniestro que parecía que se andaban en pena las almas de todos los capitanes muertos en el siglo. De cuando en cuando un escalofrío, motivado sin duda por la baja temperatura, nos recorría la médula y erguía los cabellos en la coronilla como soldados que oyeran el toque de formar. De pronto allá a lo lejos en la densa negrura se nos presentó a la vista un conjunto de luces multicolores. La carabina legislativa, que por lo visto extrañaba a su dueño, se nos deslizó de las manos. ¿No era ya pues nuestra tarea cuestión de sostener una interview con un árbol, aunque peligroso, pero solitario? ¿A qué aquelarre diabólico nos llevaba nuestra audacia insolente? ¿Qué significaban aquellas luces, azules, rojas o verdes que nos miraban casi al ras del suelo, con ojos de hiena, de tigre o de pantera? Permanecimos un rato largo inmóviles, el oído atento y la frente bañada en el frío sudor de las angustias. El viento que agitaba las ramas impedía oír nada, y sendos goterones tibios caían desde las hojas...”.

Tras un encuentro con una patrulla policial, los periodistas llegaron hasta el sitio donde se encontraba el árbol. Allí se percataron que las extrañas luces que habían visto no eran nada originado en el más allá, sino faroles de bicicletas apoyadas unas sobre otras, usadas por un grupo de curiosos para movilizarse hasta el lugar. En las cercanías del eucaliptus se había establecido una especie de campamento sobrenatural, donde había una treintena de personas: niños, matrimonios, vendedores, un brujo y “una mujer de edad de rostro acartonado, que por su sello parecía aficionada a trabajos cabalísticos”. Al aproximarse al tronco del ejemplar que emitía el extraño sonido, los aventureros descubrieron que su origen no tenía nada de horripilante: era causado por el rozar de una rama contra otra debido al viento, y de hecho este fenómeno ya había sido observado tiempo atrás en el Paseo del Bosque.

Al día siguiente, y luego de que varios animales escaparan del corral a causa de las roturas de alambrado que provocaron los curiosos, el mayordomo del Bosque hizo un anuncio a su familia: “Desde esta noche, el árbol no va a llorar más”. Tomó un hacha y un serrucho, subió a la copa del árbol y cortó la rama que ocasionaba el particular fenómeno. Así puso fin al misterioso eucaliptus del Paseo del Bosque. (www.REALPOLITIK.com.ar)


¿Qué te parece esta nota?

COMENTÁ / VER COMENTARIOS

¡Escuchá Radio Realpolitik FM en vivo!