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31 de diciembre de 2018 | Nacionales

Fracaso e incertidumbre

Termina el año de la peor manera: Todo lo que podía salir mal, salió mal

Los medios de todo el mundo se hicieron eco del difícil año argentino y los desafíos que quedan para los próximos dos años.

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por:
Santiago Albizzatti

En los últimos días de enero, hace poco menos de un año, el presidente Mauricio Macri se lanzó de lleno a un tren de promesas para lo que pasaría en los próximos doce meses.

En una notable verborragia de publicaciones, su cuenta de Twitter se vio minada de aseveraciones y ofertas. “Es la primera vez en mucho tiempo que la economía va a crecer dos años seguidos”, aseguró, o el ya clásico “lo peor ya pasó y ahora vienen los años en los que vamos a crecer. Las transformaciones que hicimos empiezan a dar frutos, a sentirse”. El mismo día, aseguró que “la austeridad tiene que partir de la política, ese lugar donde mucho tiempo los que debían entender el poder como un servicio, estaban más preocupados por beneficiarse a sí mismos que por cuidarnos”.

Con las fiestas encima, las cifras dictaron un vehemente retroceso en las palabras del mandatario. Los medios de todo el mundo se hicieron eco del fracaso. El País, prestigioso medio español, anunció “Argentina cierra el ‘annus horribilis’ de su economía”. Reuters, la agencia más importante del planeta, aseguró que “los fantasmas de Argentina vendrán por el puesto de Macri”.

Lejos del crecimiento del 2 por ciento anunciado por el presidente, del 15 por ciento de inflación propuesto como meta por Marcos Peña, y un dólar quieto en los 20 pesos, el país entró en una profunda recesión, la inflación escaló hasta el 42 por ciento, el dólar oscila en torno a los 39 pesos, la venta de vehículos cayó un 44 por ciento, el empleo registrado perdió 119.500 puestos en 12 meses, y la Argentina tuvo que pedirle dinero prestado al Fondo Monetario Internacional en dos oportunidades, primero por unos 50 billones de dólares en un acuerdo stand by, y luego una expansión del mismo por 6.3 billones extras como combustible para la reforma fiscal. Todo lo que podía salir mal, salió mal.

La receta para la crisis social pareciera haberse seguido al pie de la letra. A excepción de los planes sociales, que a contramano de lo anunciado por el presidente Macri fueron sostenidos e incluso aumentaron su peso en el gasto público, los impuestos pegaron un salto tan brusco como inesperado. La supresión de los subsidios escaló a límites preocupantes y  provocó que el costo de servicios básicos como gas, luz y agua tomen cada vez más presencia en el salario de los usuarios.

Con paritarias congeladas en gran parte de los sectores laborales, los salarios vieron hundir su capacidad adquisitiva, contrastando una inflación de 42 puntos y aumentos de hasta 700 por ciento en el costo de los servicios, con incrementos salariales de entre el 11 y el 21 por ciento.

El contexto externo tampoco ayudó. La Reserva Federal norteamericana elevó sus intereses básicos del 1 al 2.25 por ciento en varios tramos, lo que elevó el interés en la moneda norteamericana y la rentabilidad en la colocación de deuda en el país del norte. La Argentina, como contrapartida, tuvo que subir el suyo hasta un insostenible 59 por ciento y vender unos 8 mil millones de dólares para frenar la escalada.

La sequía, que afectó las producciones de soja y maíz, fue cruenta, pero solo agravó una debilidad que pareciera ser estructural. Mucho antes de que las nubes se conjuren en la falta de lluvias, el país ya tenía un déficit fiscal del 9 por ciento del PBI y una deuda en dólares que supera al 40 por ciento del mismo índice, en conjunción con una industria paralizada, un sistema de créditos hipotecarios en crisis y un creciente déficit por cuenta corriente.

El famoso “segundo semestre”, nunca llegó. La lluvia de inversiones tampoco. Tanto aquí como en cualquier parte del mundo, los inversores exigen una sola cosa: Previsibilidad. En la Argentina, hoy más que nunca, todo es incertidumbre. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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