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6 de enero de 2019 | Política de medios

Cambios ante la tormenta

Postcapitalismo: Una posible salida a la crisis de Argentina

Economías colaborativas, movimientos contraculturales y cuestionamientos a lo establecido empujan al sistema hacia una nueva forma de entender lo que nos rodea.

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por:
Santiago Albizzatti

Durante los últimos años, documentales, películas, series y movimientos contraculturales como Mindvalley han puesto sobre el tapete la necesidad de la sociedad del siglo XXI de cuestionar algunas reglas impuestas por el capitalismo clásico o incluso el neoliberalismo instalado a partir de 1987 en el lado occidental del mundo. Los mercados financieros tradicionales son seguidos de cerca por mercados paralelos, las transacciones de monedas se han visto invadidas por criptomonedas, la irrupción de medios digitales ha derrumbado los oligopolios de los grandes medios clásicos de comunicación, han irrumpido las economías colaborativas, con fenómenos como Wikipedia en el que más de 32 mil personas han trabajado en forma completamente gratuita, implosionando el mundo de las enciclopedias hasta hacerlo desaparecer por completo, las nuevas compañías erosionaron los límites entre los horarios de trabajo y de ocio, y se volcaron hacia negocios en donde la prioridad ya no es sólo la rentabilidad sino también el cuidado del medioambiente, nuevas plataformas de créditos blandos han reemplazado a los bancos tradicionales y hasta se ha provocado un regreso a las huertas caseras, entre otras tantas modificaciones, cuestionamientos e innovaciones.

Si bien parte de estas alternativas fueron buscadas y encontradas por personas sin ninguna preparación particular en economía o finanzas sino con la urgencia de resolver crisis económicas personales, otras tantas fueron pensadas y llevadas a la práctica por académicos de prestigiosas universidades y luminarias del mundo de las finanzas, la política y la información. Tanto unos como otros, que a un primer vistazo parecieran estar alejados por mundos de diferencia, los une una misma idea: Saltear los límites del capitalismo y el neoliberalismo, sin caer en los rígidos –y ya fracasados- sistemas socialistas o comunistas.

En criollo, el ciudadano de a pie, ajeno al 1 por ciento de los privilegiados del neoliberalismo, ya no está conforme con condenar su existencia a pedir préstamos e ingeniárselas para poder cumplir con las obligaciones de pago con un salario que año a año erosiona su poder adquisitivo, tratando de sobrevivir a un sistema fiscal voraz que exige cada vez más alimento monetario y servicios cuyos costos crecen caprichosamente, independientes hasta de las propias leyes de la demanda y la oferta.

Lo que durante décadas se limitó a un debate entre capitalismo y socialismo, hoy da por muerto al segundo y adopta nuevas formas para el primero. Lo retuerce, lo modifica, le agrega conceptos de justicia social, ecología, tecnología y hasta se atreve a ir en contra de los principios de la doctrina incorporando las economías colaborativas y la virtual desaparición de los horarios y las jornadas laborales. Tanto lo modifica que ya no es capitalismo: Se trata del postcapitalismo.

En su libro “Postcapitalismo: Hacia un nuevo futuro”, Paul Mason asegura que el postcapitalismo es posible gracias a tres impactos provocados por las nuevas tecnologías. En primer lugar, la informática ha modificado al trabajo, difuminando las líneas que separan al trabajo del tiempo libre. En segundo lugar, la información ha revolucionado al mercado. Los precios están determinados por la escasez, pero la información es abundante. El capitalismo ha tenido que salir a buscar nuevas formas de establecer el valor de las cosas. En tercer lugar, las producciones colaborativas han irrumpido con todo lo que se creía establecido. Bienes, servicios y organizaciones que ya no responden a los dictados del mercado y las jerarquías directivas. El mayor producto informacional del mundo, Wikipedia, está compuesto por voluntarios sin salario ni jefes.

Este nuevo terreno está compuesto por personas que cuestionan los mandatos tradicionales desde las decisiones más pequeñas (el desayuno no es la comida más importante del día, fumar, beber y el resto de las costumbres autodestructivas ya no están de moda, es bueno meditar al menos 4 minutos diarios) a aquellas destinadas a provocar grandes cambios personales, como abandonar el trabajo y lanzarse al emprendedurismo, adoptar una alimentación consciente y responsable, o dejar de lado las compras de autos de lujo y relojes para priorizar proyectos que apuntan a una vida más plena, como gastar el dinero en viajes y más y mejor educación.

Este nuevo paradigma ofrece, además, una vía de escape ante las crisis cíclicas que afectan a países en vías de desarrollo como Argentina, Brasil, Colombia o, por caso, México. Impulsa una modificación profunda de cómo nos situamos ante la tecnología, la propiedad y el trabajo mismo, incorporando conceptos ocultos para el capitalismo clásico, como el trabajo temporal, la eliminación de deudas crediticias para soltar las cadenas con las que el sistema nos mantiene cautivos, las producciones colaborativas, el permitirse dar un paso al costado y salir de la rueda consumista de comprar un auto nuevo cada tres años y adquirir uno clásico, con 30 años de antigüedad, con personalidad y que no pague patente, y escapar del endeudamiento crónico con estilo, el producir parte de nuestro propio alimento y consumir la energía que nosotros mismos creamos, con menor impacto ambiental.

La elite del capitalismo se juega mucho de su poder por estos días. Cada crisis es una oportunidad de profundos replanteos de parte de una sociedad cada vez más informada, que con solo un click accede a toda la cultura mundial disponible. Algo de esto se vivió en las revueltas de Escocia, Grecia, Portugal y España, que lejos de ser protagonizadas por personas en una posición económica desesperada, expulsados sociales o inmigrantes sin techo, estaban compuestas por jóvenes intelectuales, programadores web, dueños de start ups, médicos y contadores, todos propulsando un cambio que no busca colisionar con lo establecido, sino obligarlo a continuar evolucionando. (www.REALPOLITIK.com.ar)  


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