
Legislativas
La subsecretaría de Planificación y Control Sanitario dependiente del ministerio de Salud, a través de la dirección de Epidemiología, es la responsable de implementar las políticas sanitarias tendientes al control y propagación de enfermedades en todo el territorio bonaerense, así como de ejecutar aquellas acciones que son fijadas desde nación.
Ahora bien, para posicionarnos en el estado actual de situación, debemos recordar que la subsecretaría de Planificación estuvo a cargo de cuatro subsecretarios en apenas tres años de gestión, siendo solo dos de ellos médicos (los doctores Andina y Russo), ya que la subsecretaria actual, Luisa Duro, es una simple licenciada en economía, muy afín al recorte presupuestario, haciendo la vista gorda a las reducciones en las partidas de las áreas a su cargo. Lo único que no se achica es la cantidad de horas cátedras que reparte a funcionarios amigos.
Ante estos reiterados cambios de timón, resulta imposible pensar en una política sanitaria con continuidad y, menos aún, con coherencia.
Hablando de falta de coherencia, solo en un ministerio liderado por un ministro fantasma puede permitirse que un lugar de referencia como el Instituto Biológico “Tomás Perón”, cuya principal función es la producción de medicamentos, realización de estudios virales como las de la IHV (infección del hantavirus) y confección de vacunas, se encuentre a cargo de una abogada, la doctora Claudia Cerdá, quien nada sabe de todas estas cuestiones netamente asistenciales.
No resulta extraño entonces el hecho de que el análisis de las muestras de los supuestos casos de hanta en la provincia de Buenos Aires se encuentren, tal como refiriera mediáticamente el ministro Andrés Scarsi, en el Instituto Malbrán, dependiente del estado nacional. Es del caso destacar que este laboratorio se encuentra por estas horas colapsado, ya que debe analizar en tiempo récord, cientos de muestras provenientes de todo el paìs, aún cuando “no nos encontramos frente a una epidemia”, según declaró Scarsi.
Es que hace tiempo ya que el Instituto Biológico, a través de su laboratorio central, ha reducido su accionar un mero productor de alcohol en gel, el cual es distribuido posteriormente a punto de vencer en hospitales provinciales. Esta situación va en concordancia con el recorte presupuestario que tuvo esta dirección en la ley de Presupuesto 2019 (Nro. 15.078), en la cual se redujo en un 72 por ciento la asignación de partidas para la compra de insumos tendientes a la producción de medicamentos y estudios virales.
También resulta imposible pensar que en plena crisis epidemiológica, el Instituto de Hemoterapia de la provincia de Buenos Aires, no haya realizado siquiera una sóla campaña de donación, máxime considerando que nos encontramos en pleno período estival (que es cuando la cantidad de donantes se reduce a su mínima expresión). Es que debemos recordar que una de las consecuencias más graves e inmediatas del hantavirus, es la de ocasionar fiebre hemorrágica con síndrome renal (FHSR), que, como su nombre lo indica, produce hemorragias en los pacientes y por tanto requiere numerosas transfusiones. Ahora bien, sin campañas y sin donantes, ¿con qué sangre piensan transfundir a los enfermos de hantavirus en la provincia de Buenos Aires?
Pero claro, no hay campañas de donación de sangre pero sí sobra dinero para hacer una mega obra fantasma en el conurbano bonaerense, casualmente en la misma zona donde se manifestó el primer (?) caso de hantavirus. Es que nadie controla la ejecución presupuestaria de salud y lo ùnico en lo que se preocupan es en ubicar prolijamente las sombrillas verdes en los balnearios bonaerenses.
La falta de previsión por la insuficiencia de sangre ante esta terrible enfermedad es tan triste como la gestión de la doctora Azzaro, directora del Instituto de Hemoterapia, quien ningún plan de contingencia ha planteado ante esta crisis, aún cuando la demanda transfusional ha aumentado considerablemente.
Tanto la dirección de Epidemiología como el Instituto Biológico y el Instituto de Hemoterapia, todos bajo el ala de la subsecretaría de Planificación, han sufrido recortes en el presupuesto 2019 en relación al de 2018, que ascienden a una reducción de 15, 12 y 10 por ciento respectivamente, ello sin considerar que el 48 por ciento de inflación ya licuó el malogrado presupuesto.
Resulta ser esta la verdadera política sanitaria llevada a cabo por el ministro Scarsi y la subsecretaría Administrativa, desde donde se incurre en cotidianas reducciones de partidas presupuestarias para los hospitales, aunque en sus oficinas nunca falte una caja llena de cápsulas de Nespresso. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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