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6 de febrero de 2019 | Nacionales

Creciendo a costa de Cambiemos

Alfredo Olmedo, el aluvión amarillo que preocupa a Macri

Olmedo usa desde siempre la campera amarilla, mucho antes de que Jaime Durán Barba escogiera ese color para definir la estética de la alianza gobernante. También desde siempre apostó a la mano dura y al trabajo digno como herramientas para garantizar el orden social. Y trabó una lucha a muerte contra el asistencialismo y las prebendas del estado.

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También, desde siempre, se presentó socialmente como cristiano practicante y adoptó posiciones pro-vida, aún mucho antes de que esta corriente adoptara ese nombre. En síntesis, a diferencia de la mayoría de los políticos, Olmedo sigue siendo, haciendo y diciendo lo que siempre fue, hizo y dijo.

Archienemigo de los K e implacable en sus denuncias sobre su “populismo” y sus actos de corrupción, durante algún tiempo se lo vio acompañar al gobierno de Cambiemos en algunas iniciativas y abstenerse en otras hasta que, finalmente, a fines del año pasado terminó votando en contra su proyecto de presupuesto 2019.

Hasta no hace mucho tiempo, los distintos espacios políticos trataban de minimizarlo, refiriéndose a él como un personaje pintoresco o ensayando sonrisas cómplices. Hoy todos parecen haber comprendido su error y, mientras que ellos fracasan en tratar de convencer que los mismos nombres y las mismas políticas que fracasaron durante décadas ahora podrían dar resultados diferentes, quién sabe debido a qué alquimia, Olmedo sigue haciendo lo mismo de siempre, pero con resultados diferentes. Pruebas a la vista, su sorprendente crecimiento en las encuestas lo confirma día a día.

¿Qué es lo que cambió en la sociedad para que Olmedo haya experimentado este meteórico ascenso? Y, por consiguiente, ¿quiénes deberían sentirse amenazados por la pérdida de votos en beneficio del aluvión salteño?

Sabido es que en la sociedad argentina los partidos políticos han perdido, por mérito propio y por acción destructiva ajena, su capacidad de convocatoria y de fidelidad de la mayoría de la población. Antes la mayoría de los argentinos se definía como peronista, radical o socialista. Ahora los números han cambiado, y la mayoría, en cambio, se define como anti algo.

Incluso los colectivos sociales se definen en términos de “grieta”, aunque los componentes de cada uno de sus extremos varíen según el tema en debate. No son los mismos colectivos los que, por ejemplo, votarían a Cambiemos o a Unidad Ciudadana, que los que se configuran en torno a la interrupción legal, voluntaria y gratuita del embarazo o el caso del fiscal Alberto Nisman.

Con su volatilidad, el electorado expresa a la política su exigencia de mayor compromiso con las preocupaciones y urgencias cotidianas de los argentinos. Y también de un mayor compromiso y continuidad con las conductas y posiciones adoptadas.

La sociedad demanda más seguridad. Ni el gobierno actual ni el anterior consiguieron responder a esta demanda. Uno porque no quiso. El otro porque no puede. Olmedo siempre fue claro en sus posiciones al respecto.

Más de la mitad de la sociedad está en contra de los pañuelos verdes. Todas las fuerzas políticas se desangraron internamente frente a este debate. Olmedo siempre fue contundente en su posición.

El macrismo prometió la “revolución de la alegría” y la “pobreza cero”, atraer inversiones, impulsar la producción y mejorar la calidad de vida de los argentinos. Y también prometió terminar con los planes sociales, pero pasó de 9 millones a 10,5 durante los tres años de su gestión, y hoy hay cerca de 21 millones de argentinos, la mitad de la población, que vive de la asistencia pública. Tal como puede advertirse, sus resultados son exactamente los inversos y, en el cuarto año de gobierno, sólo un tercio de la población está dispuesta a creer en la fantasía de la “pesada herencia”.

Podríamos seguir enumerando cuestiones hasta el hartazgo, pero Olmedo parece ser el único que resiste a los archivos y al paso del tiempo.

El cristinismo sabe que Olmedo no puede quitarle votos, pero que también tiene grandes dificultades para imponerse en una segunda vuelta electoral. Muchos peronistas no K, en cambio, consideran votar al salteño en caso de que termine cerrándose una “unidad con todos” en la que sólo parece creer parte de la dirigencia. Para Cambiemos la situación es aún más grave: sabe que la mayoría de sus votantes no son propios, sino anti-K, pero que la crisis económica ha convertido a la gran mayoría en mucho más pobres de lo que éramos en 2015. Para los cientos de miles que perdieron sus empleos, sus comercios, sus empresas o la capacidad de compra de sus jubilaciones la situación es aún más aterradora.

Por estas razones, la ecuación es sencilla. Mientras que los demás deben imaginar programas y consignas de difícil cumplimiento, a Olmedo le basta simplemente con ser él, con seguir reafirmando lo que dijo y continuar proponiendo lo que propuso. Por esta misma razón resulta muy difícil ponderar cuál podría ser su techo, sobre todo en vistas de los pronósticos económicos oscuros para el año actual y la gran dificultad de la oposición para articular una tercera opción. ¿Terminará siendo Olmedo, el aluvión amarillo, la tercera vía?. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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