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27 de febrero de 2019 | Campo

El asado en peligro

Las carnicerías, cada vez más golpeadas por la suba de costos y la caída en el consumo

En los dos primeros meses del año, el precio de la hacienda se incrementó casi un 30 por ciento. Los carniceros, en la disyuntiva de aumentar los precios o quedar fuera del negocio.

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La mañana de domingo transcurre muy tranquila en una carnicería de Villa Castells, en el barrio platense de Gonnet. El comercio debería estar con clientes comprando la tradicional tira, chorizos y achuras para empezar a encender la parrilla y dar vida al ritual de millones de argentinos: El asado.

La postal en el pequeño local dista mucho de esta situación ideal. Un hombre con gesto adusto compra milanesas en promoción y un kilo de carne picada. En la pizarra de la carnicería, por encima de las puertas metálicas de la heladera que devuelven un reflejo borroso, el cartel con el detalle de los precios de los principales cortes vacunos está en blanco.

Este detalle marca la indecisión de los carniceros a la hora de fijar los precios de su mercadería. En los dos primeros meses del año, el precio del novillo en el Mercado de Liniers aumentó casi un 30 por ciento. Esta situación es el puntapié inicial de los aumentos, que empiezan a distribuirse por toda la cadena y llegan a su último eslabón, los puntos de venta.

Durante el año pasado, con una inflación que no dio tregua y se ubicó sobre un alarmante 48 por ciento, los carniceros trasladaron aumentos por debajo de este índice. Alberto Williams, vicepresidente de la Asociación de Propietarios de Carnicerías de Capital Federal, ilustró esta situación a la perfección.

El directivo explicó que hacia finales del pasado mes de diciembre, la media res bajada en carnicería se pagaba 106 pesos el kilo, mientras que ahora el carnicero tiene que desembolsar 145 pesos el kilo. En cuestión de dos meses, los carniceros sufrieron un aumento del 30 por ciento a la hora de pagar por su producto, a lo que se debe sumar el incremento de tarifas y la voraz presión impositiva.

En paralelo a esta situación y de la mano de un salario que pierde cada más poder adquisitivo, el consumo de carne bovina cae y se ubica por debajo de los 60 kilos anuales por habitante, en un claro cambio de hábitos de consumo por parte de la población, que busca alternativas como pollo y cerdo para elaborar el menú diario. 

Los propietarios de carnicerías están ante una encrucijada. Si trasladan la totalidad de los aumentos al mostrador, las ventas se derrumban. Pero si no lo hacen, los márgenes de rentabilidad se reducen de manera drástica. En el medio, los consumidores también se ven perjudicados, tal como advirtió Williams en declaraciones radiales: “Estoy muy preocupado, nunca he visto un caso así en estos años, con precios inalcanzables para la gente”.

Como para despejar cualquier duda, agregó que  “los jubilados no pueden comprar ni medio kilo de picada. Es una retracción, la gente no tiene dinero ni para cortes populares”. En un crudo diagnóstico, sostuvo que con los actuales precios, trasladar más aumentos al precio es difícil, a causa de la marcada caída en las ventas.

En este escenario de clara retracción, quedan flotando interrogantes que preocupan. ¿Seguirá aumentando el precio de venta de la carne bovina? Al menos por ahora todo parece indicar que no, con precios de la hacienda que tras la fuerte suba de enero y febrero encontraron una meseta. ¿Habrá cierre de carnicerías? No se puede descartar esta situación, con los bolsillos de los consumidores cada vez más flacos y una inflación que no da tregua a los carniceros. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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