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2 de mayo de 2019 | Opinión

CABA

La pensión del horror

Estafas, robos, acoso, trato inhumanitario y pésima calidad de vida por parte del dueño fantasma, la administradora, Victoria Pérez y porteros en Guardia Vieja 4565 que actualmente está en funcionamiento pese a las múltiples denuncias que se le hicieron en la comisaría. El lugar es inhabitable, con multitud de denuncias y en funcionamiento actual.

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por:
Andrea Emilia Pérez

No son espíritus de lo que una vez existió años atrás como “El geriátrico del horror”, son personas reales las que terminan causando más de un disgusto tras caer en ese lugar. El precio (en abril 2019, de 3500 pesos por habitación sola o compartida) es atractivo para los que tienen bajos recursos, que llegan a la ciudad o es el primer lugar que encuentran para salir de alguna situación. La misma encargada (¿dueño?) del lugar manda a abrir puertas sin consentimiento de los habitantes para entrar a “ver si están”. La misma se llama Victoria Pérez, quien a la hora de enfrentarse a la policía tras haber una denuncia policial, se esconde y no atiende. En vez de eso, manda a Juan, un hombre que ronda los ochenta años en pésimo estado de salud, a decir que no está. Los porteros, o “habitantes” cómplices, son enviados a robar dentro de las habitaciones.

En primera instancia, no hay fotos del lugar. Y si se solicita el pedido, se excusa a que por cuestiones de seguridad y de que el dueño lo prohíbe, no está permitido. Razones obvias explicadas detalladas más adelante.

“Todos los servicios: TV, cable o WiFi, seguridad las 24 horas, lavadero”. ¿Es así realmente? No.

En cuanto a las condiciones del lugar, solo existe un TV en una de las tres habitaciones decentes del balcón. Luz y agua que se corta cada dos por tres y pasan mínimo tres días hasta que vuelva a funcionar. Luego está el WiFi, donde hay un solo modem de internet en planta baja y el internet no llega al piso superior. La dueña / encargada siempre habla de que el lugar está en reparación, aunque todo queda peor de lo que se arregla.

El lavadero es a la antigua, a mano. No hay lavarropas ni hay jabón que puedan brindar. Lo mismo sucede con los baños. No hay papel higiénico ni toallas de mano. Sí hay mucho moho, humedad, telas de arañas, puertas oxidadas, picaportes en pésimo estado o inexistentes. Paredes llenas de mugre de años y nidos de cucarachas.

Cocina, ubicada en un entrepiso, no existe más que una mesada de mármol llena de cucarachas y mugre, una más de madera llena de lo mismo y un desagüe tapado que inunda el suelo con olor a podrido. En los rincones, la misma mugre, que también se aplica a los pasillos de lo que fue ese geriátrico. Hay una heladera de la cual se deja comida y desaparece siempre. Está ubicada en el cuarto de Juan, el portero, y la encargada Victoria, junto a la puerta de entrada. No hay una cocina, sino una hornalla parrilla eléctrica que está cubierta de grasa y hollín de meses.

En la planta baja, algunas las habitaciones cuentan con ventanas, las cuales son recomendadas, a no ser que no se tengan cosas valiosas que puedan tentar a los malvivientes. Los cómplices de la dueña o encargada Victoria, burlan los candados o cerraduras para ingresar cuando uno está fuera. Peor aún si las estadías de los huéspedes son largas y conocen la rutina de horarios. Antes de llegar a la planta superior, hay una escalera oxidada con los escalones más altos peligrosamente inestables, llenos de grasa, barro y humedad. En las habitaciones, sacando las pocas que tienen ventana y las tres del balcón, son de aproximadamente 4 metros de largo por 2,5. No aptas para claustrofóbicos. Sólo hay colchones, no hay cerraduras y llaves. Cuando aseguran que lo arreglan en un rato, siempre dan vueltas con diversas excusas y nunca llega la reparación.

Cuando uno entra o sale del lugar, suelen atender los porteros / cómplices malvivientes. Normalmente abre o cierra la puerta Juan (ochenta años), quien tiene problemas serios de salud en los riñones y marcados pies y piernas de un color rojo - morado. También es “vocero” de Victoria, para decir que no se encuentra cuando uno la requiere para tratar algo sobre su estadía.

Finalmente, la limpieza: cuando se encuentra Victoria presente al menos dos veces al día, sólo suelos con un mismo trapo de piso o trapo de remera vieja o lo que tenga que ser, telas de araña, cucarachas, nidos, arañas siguen allí. Hay un matafuegos cubierto de polvo y tela de araña, por ende, uno de los principales reglamentos para un establecimiento como una pensión, rompe la misma. Hay una puerta de salida junto a las tres habitaciones del balcón, la cual tiene una escalera y medio techo derrumbado. No está en funcionamiento ante cualquier emergencia.

Formalizando los nombres de estas personas, son: Juan Rodríguez, el dueño, a quien jamás se ve ni sabe nada más de él que los mensajes por Facebook, aunque testigos han comentado que en los mensajes privados han dicho que es sólo quien hace las publicaciones nada más. Seguido por Victoria Pérez, el portero, Juan; Gastón, un chico de entre veinte y treinta años aproximadamente, quien es adicto a drogas y alcohol que suele estar cada tantos meses. Supuestamente es un habitante más, pero sabe dónde va cada persona, sobre todo cada chica joven allí. Luis, venenzolano de unos cincuenta a sesneta años aproximadamente es otro portero, que le gusta tratar sobre todo con mujeres jóvenes, invadiendo espacio personal al punto de la incomodidad. Ha tenido cruces con la encargada, mediante el medio de WhatsApp, con audios donde han tenido acaloradas discusiones a través de audio - texto. Un caso es la confesión y muestra de foto de un arma en la terraza a la cual ella se desesperaba, lo insultaba para que lo devolviera tras él decirle que debía denunciarse a la policía. Ella lo insulta y justifica que el arma es de juguete, diciendo que es de César Romero, un plomero al que Luis mismo acusa de sospechoso de robar.

Raúl, un hombre adicto al alcohol, de sesenta y cinco a setenta años de edad aproximadamente, es el “inspector de candados / cerraduras” quien abre ágilmente las puertas. Hay testigos que lo han descubierto, al igual que a Gastón, en pleno hecho o “equivocaciones” al invadir la privacidad de las habitaciones.

Otro hecho de este lugar es cuando una persona hace “drama” porque le han robado o descubre a uno de estos cómplices, Gastón, Raúl, obrando sus dotes para abrir puertas, ella se encarga de hablar a cualquier hora que sea con la persona, no importa si es a altas horas de la noche, diciendo que el “lugar se cierra” en diez o quince días, para que uno se vaya. O: “No aceptamos más mujeres porque hacen mucho drama”. Dichos mensajes capturados en pantalla se adjuntan en la nota.

Cuando un huésped quiere irse, ella solicita dejar las cosas abajo, donde ella o sus cómplices aprovechan para abrir las maletas / bolsos y revisar.

Hay numerosas denuncias en contra de este lugar. Uno de los sucesos es que había una bicicleta robada del gobierno, de color verde. Estuvo más de un mes en el lugar, sin usarse. Uno de los huéspedes informó a unos oficiales de la Policía de la Ciudad y al día siguiente la bicicleta desapareció.

Este lugar deja una sola pregunta al misterio. ¿Cómo es posible que siga en funcionamiento este lugar? A varios metros de la entrada existe un reglamento por ley, el cual no cumple ninguna de las normas.


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