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21 de mayo de 2019 | Nacionales

Crisis terminal

Elecciones: Las razones por las que Cambiemos dejaría al país con un futuro inmanejable

Tras la novena derrota consecutiva del gobierno en el interior, el análisis de lo que pareciera ser un futuro incierto. El 2020 se presentaría con un Congreso sin mayorías, provincias reticentes y compromisos de deuda inalcanzables.

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por:
Santiago Albizzatti

Luego de la derrota en La Pampa, la novena consecutiva de la coalición Cambiemos, se hizo bastante claro que la tendencia general es, como mínimo, a un severo retroceso de votos oficialistas en todo el país.

La Pampa no fue necesariamente una sorpresa. Provincia históricamente peronista, no dudó en volcarse masivamente por el diputado nacional Sergio Ziliotto, que se alzó con algo más del 50 por ciento de los votos. El golpe llegó apenas horas después del batacazo de Juan Schiaretti, que en Córdoba aplastó a Cambiemos y logró el triunfo más contundente de la historia local, superando incluso al histórico Eduardo Angeloz.

Fue, además, la novena derrota seguida de Cambiemos en el interior del país. Ya había perdido en las PASO en La Pampa, Entre Ríos, Chubut, San Juan y Santa Fe, y en las generales de Neuquén, Río Negro y Córdoba.

Si a este desarrollo de derrotas electorales en el interior del país se le suma una probable pelea voto a voto en el ballotage en las presidenciales, es muy posible que, incluso en el escenario de un triunfo final, el mismo sea tan escueto que deje al gobierno muy debilitado en el Congreso Nacional.

¿Qué puede ser peor para un gobierno con baja credibilidad y escasa confianza exterior, que un Congreso sin mayoría y un gran número de provincias en contra? Una crisis económica que promete profundizarse durante el 2020.

Al momento de asumir, el flamante presidente Mauricio Macri anticipó una “lluvia de inversiones”. Las mismas llegarían de parte de grandes empresas extranjeras, “blue chips” que invertirían miles de millones en un país que se proyectaba como el futuro paraíso liberal.

Como ocurre con un mal pronosticador del tiempo, la lluvia esperada nunca llegó. Las grandes compañías detectaron que el gobierno de Cambiemos no se mostraba lo suficientemente decidido a eliminar los planes sociales tan criticados durante la campaña electoral y que sólo se animó a sacar los subsidios a los servicios públicos en tramos, lo que le valió duras críticas de aquellos que pugnaban por un grupo de medidas de shock.

Por otro lado, el universo de las blue chips acostumbra a invertir en un horizonte no menor a 10 años, y la mayoría juzgó que en la Argentina tales plazos plantean una enorme incertidumbre. “Uno invierte con las reglas que impone un presidente, pero luego éste pierde y el que llega las modifica por completo. Así no hay previsibilidad y se hace muy difícil invertir”, confía a REALPOLITIK un reconocido analista bursátil.

En este escenario, se recurrió reticentemente al Fondo Monetario Internacional. No era, bajo ningún punto de vista, el socio ideal. Lejos de los empresarios que vienen a invertir en el país a riesgo propio, el FMI presta plata al igual que un oscuro prestamista del barrio de Once. No sólo la tasa de interés es elevada, sino que además incluye condicionamientos políticos y económicos que el gobierno debe respetar a rajatabla en orden de continuar recibiendo los pagos del dinero acordado. De lo contrario, el Fondo puede dar de baja el acuerdo en cualquier momento.

La que posiblemente sea la principal condición puesta por Christine Lagarde, pope del FMI, es la del ya famoso “déficit fiscal cero”. Con el riesgo país batiendo récords, el inestable valor del peso, bonos nacionales rindiendo el 12 por ciento anual en dólares y el Banco Central volcando las reservas a un pozo negro en busca de controlar al dólar, dicho objetivo parece poco menos que una quimera.

Incluso prestigiosas consultoras y calificadoras de riesgo como Fitch aseguraron que si bien el pago de deudas está asegurado en el 2019, en el año siguiente será “muy difícil cumplir con los compromisos”. Incluso Camilo Tiscornia, en una reciente entrevista a la revista Noticias, aseguró que “para poder cumplir con el FMI hay que cumplir primero la meta fiscal de 2019”, que hasta el momento pareciera un objetivo absolutamente imposible.

En criollo, para que el Fondo Monetario Intenacional continúe con los desembolsos previstos en el préstamo con el país, se necesita alcanzar un equilibrio primario. Sin embargo, el Banco Central en el Relevamiento de Expectativas de Mercado, sostuvo que, lejos de la tan preciada “suma cero”, el 2019 cerraría con algo más de 38.500 millones de déficit, lo que equivaldría a un 1,4 por ciento del PBI. Esto se suma a un análisis publicado por el Estudio Broda, en donde se aseguró que la recaudación es menor que la prevista. Así, vaticinan que las exigencias del FMI serán prácticamente imposibles de materializar.

Esto implica la obligación de salir a negociar con un FMI que ya cedió a regañadientes un último desembolso para frenar el dólar, incluso habiendo recomendado no utilizar el dinero para dicho fin.

El escenario se plantea así como una verdadera tormenta perfecta, con un Congreso sin mayorías, provincias de otro palo político y una economía con compromisos de deuda insalvables y de espaldas al mundo. El iceberg pareciera ya haber golpeado con fuerza y sólo resta definir quién será el capitán que tome el timón mientras el barco se hunde irremediablemente a las frías aguas del océano. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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