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24 de mayo de 2019 | Nacionales

Operaciones para todos y todas

Danza de nombres en el laboratorio de Cambiemos: Vidal, Lousteau, Cornejo, Urtubey y Martiniano Molina

La formula F- F provocó un efecto dominó sobre el tablero político. Tras tres años de polarización y una década de grieta alentada desde Cambiemos y el cristinismo para suprimir la posibilidad de creación de una alternativa moderada, finalmente los números que manejaban en el laboratorio de CFK llevaron a la ex presidente a tomar una decisión.

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por:
Alberto Lettieri

No estaba garantizado el triunfo en primera vuelta, y la segunda no daba más seguridades que un juego de ruleta rusa. Eran necesario cambiar el eje del clivaje político, moderar la polarización e instalar la sensación de que Cristina “había cambiado”. Era necesario archivar a aquella “madame guillotine” que describió Hernán Brienza en octubre de 2007 en la biografía que publicó en la revista Noticias, para humanizarla, mostrarla como una mujer vulnerable y capaz de ensayar una autocrítica. No había que mentir, ya que el engaño radicaba en la pretensión de infalibilidad que se imponía desde su entorno. Brienza cambió su caracterización al acercarse a Cristina, pero la imagen de la “dama del látigo” persistió.

Al correrse al segundo término de la lista presidencial tanto la mayoría de los media como el universo político casi en pleno, se conmovieron. Del lado del gobierno, la estrategia de polarización diseñada por Jaime Durán Barba pareció desplomarse. Tal como afirmó buena parte del círculo áulico del gobierno nacional, no había plan B, ni V, ni H. Era Macri frente a Cristina. La lógica binaria o reptiliana con que tantos éxitos electorales cosechó el estratega ecuatoriano. ¿Cómo forzar la polarización cuando sólo queda en pié uno de los factores que la provocan?

Por esa razón, a lo largo de la semana las presiones sobre el presidente Mauricio Macri para que bajara su candidatura se incrementaron. No era una novedad, ya que venían aumentando desde hacía tiempo, fogoneadas por los pésimos resultados económicos, financieros y sociales de las políticas implementadas, y por la serie sin fin de palizas electorales en las nueve elecciones realizadas hasta el momento en diversas provincias. El radicalismo exigía un cambio, aunque no se ponía de acuerdo en qué clase de cambio exigía. ¿Internas abiertas? ¿La candidatura de María Eugenia Vidal con Martín Lousteau? ¿Mayor participación en la toma de decisiones en caso de una eventual victoria electoral en las presidenciales? ¿La recomposición de Cambiemos incorporando una “pata peronista”, procedente del peronismo no K?

El pan peronismo no se salvó del chicotazo. La construcción de un espacio anti-grieta, integrado por la sumatoria de Alternativa Federal (con los gobernadores detrás) y el Consenso 19 de Roberto Lavagna junto a sus socios progresistas del Partido Socialista, el GEN, los radicales rebeldes y varios sindicatos de fuste tuvo su momento de gloria con la victoria aplastante de Juan Schiaretti en Córdoba, hasta quedar prácticamente al borde de perder su razón de ser tras la visita de Cristina al PJ nacional después de dieciséis años y el anuncio de la candidatura presidencial de Alberto Fernández. Para quienes ya participaban del acuerdo entre el PJ nacional y Unidad Ciudadana, tal decisión fue presentada como una genialidad estratégica. Agustín Rossi y Felipe Solá bajaron inmediatamente sus candidaturas, la mayoría de los gobernadores peronistas celebraron explícitamente la movida. Todo parecía marchar sobre rieles. Sólo restaba esperar la decisión de Sergio Massa para sumar al Frente Renovador a ese frente y aportar los votos indispensables para obtener una victoria en primera vuelta.

De un día para otro, Alberto Fernández obtuvo el reconocimiento público que siempre le había dispensado el universo político. Se interpretaron sus críticas a las gestiones de Cristina, tras su renuncia en 2009, como señales unívocas de su independencia de criterio y también del cambio experimentado por la ex presidente, que en esa designación parecía formular la autocrítica que se le había exigido durante más de tres años y nunca había efectivizado.

Pero la política es sinuosa y resbaladiza. Y el laboratorio de Cambiemos, que siempre se destacó por su eficacia en campaña, rápidamente hizo su diagnóstico y obró en consecuencia.

La primera movida consistió en reafirmar la necesidad de responder rápidamente a la jugada magistral de Cristina y Alberto Fernández, con el menor costo político posible. Para eso encargó una serie de encuestas y análisis electorales, que aún están en elaboración, para medir los cambios producidos en la voluntad de voto de la sociedad argentina. Dos cuestiones resultaban fundamentales: cuál era el impacto real en términos electorales de la fórmula Fernández - Fernández, habida cuenta que Alberto Fernández no es considerado previamente como un candidato con votos propios, y cuál sería la mejor candidatura o fórmula que podría presentar Cambiemos de cara a las elecciones nacionales.

A partir de allí se fueron lanzando distintos globos de ensayo: el reemplazo de Mauricio Macri por María Eugenia Vidal, la combinación en la misma fórmula de Macri y Vidal, una fórmula Vidal - Lousteau y hasta una fórmula VidalUrtubey, que el gobernador salteño debió salir constantemente a descartar a lo largo de esta semana.

Si bien no hay estudios confiables disponibles, existe una sensación mayoritaria de que el paso al costado de Cristina ha sido bien interpretado por los mercados, el poder financiero y la militancia K, pero que aún no ha conseguido mover significativamente el amperímetro en cuanto a voluntad de sufragio. Quizá lo haga. Faltan los datos fácticos que permitan comprobarlo.

La segunda cuestión pasaba, necesariamente, por reactivar la polarización, renovando el agrietamiento. En este aspecto se insistió en presentar a Alberto Fernández como el “Chirolita” de Cristina, e incluso la inefable diputada Elisa Carrió sugirió que La Cámpora podría eliminarlo una vez obtenida la victoria electoral, para permitir que Cristina accediera a la presidencia. Esas operaciones no tuvieron éxito alguno.

En cambio, lo que sí parece haber tenido un impacto mayor fue una acción más científica y efectiva, consistente en tratar de redefinir el universo de la tercera opción, para impedir el triunfo de la fórmula Fernández - Fernández en primera vuelta, e intentar derrotarla en el ballotage. Tal como venía configurándose, la alianza entre Alternativa Federal y Consenso 19 podría causar mucho daño al caudal electoral de Cambiemos, ya que Roberto Lavagna podría llevarse, por sí solo, más del 10 por ciento de los votantes disconformes de Cambiemos. En cambio, una fórmula de Alternativa Federal peronista, o conformada a partir del peronismo no K, podría drenar una porción de votos decisivos del frente PJ nacional – UC para impedir su victoria en primera vuelta. Pero, para eso, resultaba indispensable que el Frente Renovador se mantuviera dentro de Alternativa, asegurándosele a Sergio Massa una candidatura presidencial.

La foto del abrazo de Schiaretti con Mauricio Macri del martes pasado y los anuncios sobre la aceptación de seis de los diez puntos del listado propuesto por el gobierno como fundamentos de la propuesta de Alternativa Federal causaron un impacto inmediato sobre Roberto Lavagna y sus aliados progresistas. Al día siguiente, el anuncio de Schiaretti de la invitación a Daniel Scioli y a Marcelo Tinelli para sumarse al espacio, acompañados de la insistencia del requisito de elecciones internas para definir la candidatura presidencial definitiva provocaron la ruptura del economista, quien por primera vez realizó duras declaraciones públicas dirigidas principalmente al gobernador cordobés y a Sergio Massa. Por más que Lifschitz y Stolbizer le aconsejaron a Lavagna que no cortara los puentes para seguir adelante con las conversaciones, la relación quedó bastante resentida.

El balance provisorio con que concluye la semana deja muchos interrogantes, que deberán definirse antes del 12 de junio, fecha tope para la presentación de alianzas y frentes electorales. Del lado de Cambiemos, salvo que los estudios encargados demuestren otra cosa, resulta indispensable profundizar la grieta redefiniendo sus términos. Esto implicaría, en la práctica, el desplazamiento de Mauricio Macri de la candidatura presidencial, o bien el apuntalamiento de su figura, adosándole como vice a María Eugenia Vidal. No preocupan demasiado las consecuencias de este corrimiento sobre la elección de gobernador bonaerense, porque ya Vidal consiguió derrotar a Cristina haciendo campaña por Esteban Bullrich en 2017 y estaría de todos modos a la cabeza de la lista. Es más, le daría mayor visualización aún para los votantes.

En ese marco, en el gobierno bonaerense no son pocos los que recuerdan la ocasión en que Vidal le prometió al intendente de Quilmes, Martiniano Molina, que, si alguna vez llegaba a ser candidata a la presidencia, ella misma lo iba a elegir como su aspirante a la gobernación.

Por el lado del denominado Frente Patriótico, deberá evaluarse con certeza el impacto electoral de la fórmula Fernández - Fernández, ya que de su incremento significativo dependerá, en última instancia, la decisión de varios gobernadores peronistas al momento de elegir entre este espacio y el de Alternativa Federal. En cualquier caso, resultará indispensable mejorar los términos de negociación para atraer a Sergio Massa, ofreciéndole tal vez la gobernación de la provincia, una cosecha significativa de legisladores provinciales y nacionales y, probablemente, uno de los términos de la fórmula presidencial. Massa podría ser el punto de toque para una victoria en primera vuelta o una definición muy complicada en un eventual balotaje.

En este punto conviene recordar que, según dejaron traslucir muchos informantes en off, la fórmula F-F era, en realidad, un punto de partida para concretar la negociación con el Frente Renovador. Y agregaban que Cristina no estaba demasiado convencida de integrar la fórmula ejecutiva por diversas razones personales, políticas y judiciales. No por casualidad el presidente del PJ, José Luis Gioja, fijó el 31 de mayo como fecha de cierre a la incorporación de fuerzas al Frente Patriótico, un día después de la realización del encuentro nacional del Frente Renovador, en el que se definirá la política electoral a adoptar.

Del lado de Alternativa Federal también se esperan ansiosamente los números de los nuevos estudios para definir la viabilidad y potencialidad electoral del espacio. Más aún, no se descarta la reproducción de la estrategia victoriosa de Schiaretti en Córdoba, tratando de incluir al GEN, al Partido Socialista y a los radicales rebeldes. A diferencia de Roberto Lavagna, tales aliados no resultan demasiado atractivos para los votantes descontentos de Cambiemos, y sus propios afiliados difícilmente votarían a la alianza gobernante, al menos en el caso de que no reformule su composición.

Finalmente queda la última pata de la mesa, pero no por ello menos decisiva: la UCR y su convención nacional del próximo lunes 27 de mayo en Parque Norte. Al respecto, resultaría casi suicida romper su pertenencia a Cambiemos en algunos distritos como la provincia de Buenos Aires, ya que eso anularía toda expectativa de participación en la futura gobernación, y pondría en riesgo la continuidad en varios municipios. Pero también sería muy riesgoso continuar en los términos actuales en la mayoría de las provincias, a la luz de los resultados decepcionantes que vienen registrándose por la simple asociación con Mauricio Macri.

Por esta razón, la convención radical muy probablemente se pronuncie por la candidatura de María Eugenia Vidal, acompañada de un radical (¿Alfredo Cornejo o Martín Lousteau?) o, en caso de negativa del Pro, por la definición de la candidatura presidencial de Cambiemos en una PASO. Caso contrario, podría dejar a los distritos en libertad de acción para establecer alianzas electorales.

Así definido provisoriamente el panorama, aparecen dos figuras claramente beneficiadas por el delicado equilibrio imperante. La primera es la de Sergio Massa, quien podría incrementar sus exigencias para incorporarse al Frente Patriótico, más aún según cuál sea la decisión de la convención radical. Caso contrario, muy probablemente podría aspirar al primer término de la fórmula presidencial de Alternativa Federal, tal vez incluso a través de un acuerdo para que Juan Manuel Urtubey lo acompañe como vice.

La otra figura es la de Roberto Lavagna, que muy probablemente será tentado por la UCR tanto en el caso de un reemplazo de Vidal por Macri como candidata presidencial de Cambiemos, cuanto en el de una interna dentro de esa alianza para definir las candidaturas presidenciales. Así los votos de los descontentos podrían quedarse en el espacio, una vez suprimido el referente de la grieta que lo caracteriza.

De todos modos, se trata de simples especulaciones. Nada que la política, con su lógica brutal, no pueda desmentir con un simple aleteo. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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