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29 de mayo de 2019 | Nacionales

¿Jugada ganadora o juego abierto?

Con Massa en Alternativa Federal, Cristina se aleja de un triunfo en primera vuelta

Cuando el sábado 18 de mayo Cristina Fernández de Kirchner desayunó a los argentinos con la novedad del enroque que posicionó a Alberto Fernández como candidato presidencial de Unidad Ciudadana, el tablero político implosionó.

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por:
Alberto Lettieri

Rápidos de reflejos, la mayoría de los gobernadores peronistas se apresuraron a elogiar la decisión que prometía una reconciliación de quienes habían formado parte del viejo FPV en los tiempos de Néstor Kirchner. El camino hacia las elecciones nacionales pareció apacible, de la mano del experto ex jefe de Gabinete y de la líder contemporánea con mayor respaldo personal en la sociedad argentina.

El gesto de Cristina fue interpretado como un renunciamiento por la mayoría y como un reconocimiento de sus dificultades para superar un techo inexorable que ponía en cuestión su retorno a la primera magistratura. Siempre la grieta. La misma que arrancaba elogios de una parte de la sociedad y absurdas descalificaciones de los media y los políticos antagónicos, que trataban de calificar, sin sustento alguno, a Alberto Fernández como el “Chirolita” de Cristina. Nadie que conozca a Alberto podría pensar semejante cosa. Curiosamente, eran los mismos que habían utilizado un calificativo similar 16 años atrás, para endilgárselo a Néstor Kirchner.

La imagen de Mauricio Macri, por entonces, no dejaba de desplomarse. La cotización del dólar se incrementaba cotidianamente y las voces que exigían su reemplazo en la fórmula presidencial de Cambiemos por María Eugenia Vidal se escuchaban cada vez más desafiantes, procedentes del empresariado, sus aliados políticos y hasta dentro de su propio espacio político.

En el arco opositor, Juan Schiaretti era reconocido como el gran elector de una Alternativa Federal que coqueteaba con el Consenso 19 de Roberto Lavagna y sus socios progresistas del GEN y el socialismo. El veterano economista era presentado como “la gran esperanza blanca” para poner fin al ciclo de Cambiemos, mientras que la UCR postergaba reiteradamente su convención nacional ante los temores de su conducción de no poder contener la exigencia de la militancia y de los sectores rebeldes de abandonar Cambiemos.

Más allá de sus posicionamientos, la mayoría de la dirigencia y de los medios reconocían la maestría de la jugada de Cristina y de Alberto Fernández.

Desde entonces, sólo transcurrieron diez días. No un año o dos, como en cualquier otro país. Diez días. Menos de una semana y media. Sin embargo, una simple ojeada al cuadro de situación actual permite comprobar que, decididamente, la Argentina no es un país común. La convención radical finalmente se reunió. Los descontentos quedaron en minoría y la UCR terminó decidiendo su continuidad en la alianza Cambiemos, designando una comisión para negociar nuevos términos para esa sociedad y, de ser posible, la realización de internas. Como decía Perón, replicando a Napoleón Bonaparte, “si quieres que algo no funciones, nombra una comisión”.

El presidente Mauricio Macri emergió como claro ganador de la interna de Cambiemos. Ni siquiera tuvo que esperar a que los radicales se reunieran para anticipar su decisión de candidatearse para la reelección. La gobernadora Vidal respondió declarando, una vez más, que no tenía aspiraciones presidenciales.

Del lado opositor, la candidatura de Roberto Lavagna fue perdiendo potencia, con sus idas y vueltas respecto de la posibilidad de una alianza con Alternativa Federal. No está archivada, pero, en caso de concretarse, sería en la soledad de Consenso 19 y el progresismo cercano, pero sin Miguel Ángel Pichetto.

En Alternativa Federal, después de superar tironeos, suspicacias y hasta declaraciones confrontativas, ayer se selló la paz. Internas abiertas y convocatoria a los que quieran sumarse “por arriba de la grieta”. Sergio Massa se queda. Inmediatamente, desde Unidad Ciudadana se blanqueó la fórmula bonaerense -Axel Kicillof y Verónica Magario-, a través de una foto en la que los candidatos aparecían acompañados de Fernández-Fernández. Nota al margen: la imagen había sido tomada el sábado pasado 25 de mayo, durante el lanzamiento de la precandidatura presidencial, en el evento realizado en Merlo, con el patrocinio del intendente Gustavo Menéndez. ¿Habrá sido este el final para la negociación con el líder del Frente Renovador?

¿Qué pasó en el medio? La candidatura de Alberto Fernández tranquilizó al mercado y a buena parte del establishment. Previamente, la excursión de Axel Kicillof por los EEUU hizo lo propio con el mundo de las finanzas. “Cristina cambió, el peronismo siempre pagó”. El denominado “riesgo Cristina” al que tanto aludía el oficialismo para explicar todos sus fracasos pareció disolverse como por arte de magia. El riesgo país y el dólar bajaron. La inflación, aunque mínimamente, también.

Tal como sucedió en el caso de la interna de Cambiemos, el principal beneficiario del enroque de Cristina parece haber sido –al menos hasta ahora- Mauricio Macri. Sólo que, como ha sucedido reiteradamente a lo largo de su trayectoria, el mérito es ajeno pero la capitalización es propia.

Las encuestas disponibles, en general, demuestran que con la postulación de Alberto Fernández los números del Frente Patriótico se han mantenido. Algunos encuestadores le adicionan uno o dos puntos. Casi lo mismo que a Mauricio Macri. Suma cero. Hasta aquí, ballotage clavado.

No se esperaba que Alberto Fernández sumara votos por sí solo, sino que se consiguiera la reconciliación con los mercados y se aceitara la negociación con otros espacios políticos para incorporarlos al espacio. Lo primero se logró rápidamente, pero hasta el momento ha beneficiado más a la alianza gobernante que a la propia en ciernes. Lo segundo está en veremos. Salvo en los casos de los gobernadores peronistas que ya formaban parte del Frente Patriótico, no se anunció la adición de ninguno más. El anuncio de que Alternativa Federal insistirá con la presentación de un armado propio parece complicar aún más las cosas. Todos guardan sus cartas y miran de soslayo al vecino.

Quedan muchas preguntas pendientes. ¿Dónde jugará el resto de los gobernadores peronistas? ¿Conseguirá Alternativa Federal incorporar a nuevos nombres y espacios que estén “por encima de la grieta? ¿Qué decisión tomará Roberto Lavagna? ¿Irá solo, aceptará el convite del peronismo republicano o cederá ante los cantos de sirena del alfonsinismo para enfrentar a Mauricio Macri en la interna de Cambiemos? ¿Cómo será la marcha de la economía en los próximos meses y cómo afectará a las distintas opciones políticas? ¿Estará definitivamente cerrada la negociación entre el Frente Patriótico y el Frente Renovador?

En política nada es definitivo, y menos aún cuando se trata de la Argentina. Sólo los resultados electorales determinarán si la jugada de Cristina fue una genialidad o un salto al vacío. Si en sólo diez días se produjeron cambios tan significativos, no resulta razonable esperar que en los quince días que restan hasta la presentación de frentes y alianzas electorales el tablero político se mantenga inmóvil.

Movió Cristina, respondió el resto de las fuerzas políticas. ¿A qué jugador le corresponderá el próximo turno?. (www.REALPOLITIK.com.ar


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