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6 de junio de 2019 | Nacionales

Darwin, el camino hacia la verdad

Malvinas: Ante la indiferencia del estado, familiares esperan reconocer los cuerpos de los caídos

El 14 de junio se cumplirán 37 años de rendición del gobierno argentino y sus fuerzas armadas, ante el gobierno y fuerzas del Reino Unido. Así terminó la guerra de Malvinas, una aventura costosa, en jóvenes vidas, fundamentalmente.

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La memoria de la guerra son los muertos, y el estado argentino, tiene siempre deudas pendientes, con esa memoria y esos muertos. Después de muchos años, en 2009, la entonces presidente Cristina Fernández anunció en el acto de inauguración del nuevo cementerio de Darwin, que los soldados serían identificados.

En 2011 se hizo la primera presentación judicial, por el pedido de identidad de los soldados sepultados en el cementerio militar de Darwin, Isla Soledad, Islas Malvinas. Este pedido que nació de unas madres de caídos del Chaco, fue acompañado por el CECIM La Plata, y patrocinado por el entonces abogado Alejo Ramos Padilla. A ese pedido judicial también se sumó entonces la comisión de Familiares de Caídos, que hoy preside María Fernanda Araujo, agregando al pedido de identificación saber causales de muerte.

En 2012 el juez Julián Ercolini falló en favor del derecho a la verdad e identidad que tienen los deudos, y comienzan las negociaciones con el Reino Unido y la Cruz Roja Internacional para que se llegara a un acuerdo por esas identificaciones. Allí nace el acuerdo plan Proyecto Humanitario, que finalmente trascendió al gobierno de CFK, donde comenzaron las reuniones y fue finalizado y firmado por la gestión de Mauricio Macri.  La identidad se convirtió en una política de estado, incompleta.

En el marco de este acuerdo que incluyó la exhumación e identificación, y no causas de muerte, de aquellas tumbas cuyas placas tenían la leyenda “soldado argentino solo conocido por Dios”, es que se llegó al exitoso resultado de 112 identificados, sobre un total de 121 tumbas que contenían 122 restos mortales.

Pero la deuda sigue porque, aunque oficialmente se sostenga que falta identificar a diez, la realidad es que son más, tal vez quince. El problema surge de dos tumbas conjuntas con nombres incorrectos que no fueron abiertas por no cumplir el requisito “soldado argentino solo conocido por Dios”, dejando fuera de ese acuerdo al menos a cinco familias, lo que implica dejarlos fuera de los derechos a la verdad y a la identidad del muerto en combate. No debió ocurrir.

Una investigación que demandó un año y medio, por parte de la profesora e historiadora Alicia Panero, había arrojado esos resultados, dos tumbas conjuntas con nombres de caídos que no correspondían. Esto fue informado, previo a los trabajos de la Cruz Roja Internacional en Darwin, tanto a ellos como a la secretaría de Derechos Humanos, al ministerio de Justicia de la Nación, a la Cancillería y al coronel británico Geoffrey Cardozo, firmante del informe de la construcción del cementerio en 1983. También fue informado por Panero, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Por lo tanto, los trabajos de exhumación de 2017 se hicieron a sabiendas de todos sus actores, de que al menos dos tumbas quedarían fuera del acuerdo. La falta total de respuestas acabó en una denuncia y pedido de investigación que radica hoy en el juzgado federal de Ariel Lijo.

Nunca dieron una explicación de por qué no las agregaron. El chequeo científico y de campo de dicha situación era sencillo, el acuerdo a lo sumo demoraría su inicio, pero nada más. Pero reconocer errores manchaba la impecable tarea, aunque impidiera el acceso a la verdad de algunas familias.

El cementerio de Darwin fue construido por los británicos, a pedido de los isleños, una vez concluida la guerra, no querían tumbas por donde ellos transitaban, y por orden expresa de Margaret Thatcher, ante la negativa del gobierno argentino de traer los restos de los soldados al continente.

En aquella primera construcción, el cementerio tenía cruces de madera, con los nombres de quienes habían podido ser identificados, y la leyenda “soldado argentino solo conocido por Dios”, en las tumbas cuyos restos no fueron identificados.

Así se mantuvo hasta 2004, año de la obra de puesta en valor del cementerio, donde se cambiaron aquellas viejas cruces por otras y placas de granito negro con nombres o leyendas.

No hubo un proceso de identificación ni exhumación alguna entre 1983 y 2004, pero fue entonces que en las dos tumbas señaladas por Panero, aparecieron nombres que muchos miembros de las fuerzas armadas, supo después, sabían que estaban mal.

Los nombres son todos de la fuerza aérea y ante un pedido de acceso a la información pública realizado por la investigadora a esta fuerza, por medio del ministerio de Defensa, dicha institución respondió “no tener miembros de la misma enterrados en condición de NN”, ninguno. Firma la respuesta el brigadier Mario Alberto Rovella, quien seguramente no tiene conocimiento de lo ocurrido antes del 2004.

En la tumba Conjunta C 1 10, ese año 2004 aparecieron los nombres que no estaban en la cruz vieja británica, de los soldados conscriptos Walter Aguirre, Luis Sevilla y Mario Luna, quienes por insistencia de Alicia Panero aparecieron, previo proceso de ADN a sus familias, en tumbas individuales, distintas a esa. La respuesta de la fuerza aérea, donde afirmaba no tener miembros enterrados en Darwin en condición de NN, fue en mayo de 2018, y los soldados fueron identificados en otras tumbas en junio del mismo año.

¿Quiénes están entonces en esa tumba? El subalferez de gendarmería Ricardo Sánchez, sí había sido identificado por los británico. Entonces, ¿quiénes son los otros tres cuerpos o restos que están junto a él? Los informes y estudios indican, según la procedencia de esos cuerpos, que serían sus compañeros del grupo Alacrán, de gendarmería, que al ser cotejadas las muestras de sus familias con las del cementerio, de todas las tumbas exhumadas, dieron negativo. Ellos son los gendarmes Carlos Misael Pereyra, Juan Carlos Treppo y Guillermo Nasif. Según los resultados no están en Darwin, pero porque esa tumba donde está su compañero Sánchez y tres más, no se abrió. Pueden estar allí todos juntos.

Ante la aparición en otras tumbas de los soldados de fuerza aérea, no hubo explicaciones, solo las dadas por la comisión de Familiares, que culpa a dicha fuerza de haber enviado esos datos al momento de la puesta en valor del cementerio. Recordemos que la responsable de administrar el cementerio es justamente la comisión de Familiares de Caídos, que firmó ante escribano público las actas de los cambios de cruces y no chequeó que había nuevos nombres, sin que hubiese habido un proceso de identificación en el medio.

El secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación, Claudio Avruj, sostuvo en varias publicaciones periodísticas que solo restan identificar diez soldados y en realidad no es así. También lo dijo públicamente el director ejecutivo del EAAF, Luis Fondebrider, quien sabe de los errores desde el principio de los trabajos.

Hace pocos días, se confeccionó la placa que volverá a responder a la verdad histórica sobre la tumba C 1 10, gracias a la intervención de la Empresa Aeropuertos Argentina 2000. La misma dice “Ricardo Sánchez, y tres soldados argentinos solo conocidos por Dios”, prueba cabal y contundente de que la investigación de Panero fue correcta, y de que no son diez los que faltan sino más.

Otra tumba conjunta, la B 4 16, donde según los británicos hay dos restos NN, sigue sin respetar esa verdad histórica, porque hoy hay en ella cinco nombres de la tripulación de un avión Lear Jet, también de la fuerza aérea, caído en la Isla Borbón.

Según la propia comisión de Familiares de Caídos, ese fue un acuerdo particular entre familias, como si el cementerio fuera un lugar privado. Imaginemos por un momento, familias estadounidenses que decidan poner en una tumba de Arlington, nombres de sus familiares no identificados en alguna guerra, en la sagrada tumba del “soldado desconocido”. Imposible.

La verdad es la única manera de honrar a los muertos, la identidad es devolverles la paz a sus familias y cerrar la herida. Y si el gobierno publicita la identidad como política de estado, esa política debe abarcar a todos los actores.

El cementerio de Darwin fue declarado lugar histórico, sus muertos, son por ley, héroes nacionales, no puede haber errores u omisiones. Argentina debe dejar de mentir sus muertos, solo así los valores republicanos serán firmes, porque si mentimos sobre muertos de la guerra más cruel que nos tocó vivir, por ocultar errores, para no desdibujar la publicidad de un acuerdo que, al menos en dos tumbas, partió de postulados erróneos, todo pasa a ser un mero relato.

El embajador de Reino Unido, Mark Kent, recibió el 12 de marzo en su residencia a la profesora Alicia Panero, en una entrevista que fue publica, confirmando la firme voluntad del gobierno británico de abrir “las tumbas que sean necesarias” para aclarar las inconsistencias.

Es urgente que se les dé respuesta a las familias que esperan otra oportunidad. Desde algunos ámbitos se ha creído no conveniente decir esta verdad y seguir con el postulado del discurso oficial, que son diez y no más los que nos quedan en Darwin. Pero, por el contrario, es obligación del estado incluirlos entre los que faltan, darles visibilidad a las familias que hasta hoy tienen vulnerado su derecho a la identidad y a la sociedad en su conjunto, que no accede al derecho a la verdad.

Desde otras fuentes la respuesta fue simplemente: “Y bueno, hay familias que esperaron 37 años”. Eso no puede volver a pasar, el momento es ahora. Si el gobierno declara política de estado a la identidad, no puede ser una política parcial sino universal, como los son los derechos humanos que la incluyen.

La grandeza de la tarea humanitaria que baña este proceso, no puede ser manchada con “excluidos”. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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