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23 de junio de 2019 | Opinión

La guerra que no termina

Esparcieron las cenizas de Mario Benjamín Menéndez en Malvinas y prevén un conflicto diplomático

La alerta llegó por una publicación en Infobae, el sabado 15 de junio, donde como al pasar expresan: “En viajes que veteranos de guerra hicieron a Malvinas, en forma reservada, llevaron las cenizas de ambos a las islas (Mario Benjamín padre  e hijo).

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por:
Alicia Panero

De esta manera el entonces gobernador, a quien los ingleses no le permitieron acompañar a sus tropas hasta que abandonasen las islas, está de regreso con ellos, ocupando el lugar que deseó en aquel trágico y lejano 1982”.

Inexplicable, el texto llamó la atención de la periodista británica Heather Briley, quien tras una exhaustiva investigación y diálogo con la hija del ex general, confirmó la maniobra clandestina y de contrabando, publicado hoy en Daylimail.

Si fue una cuestión humanitaria, como lo plantea su hija, María José Menéndez, debió ser como se manejan esas cuestiones, y si prefirieron la clandestinidad, hacerlo público, solo afecta el diálogo, genera mala predisposición por parte de los isleños, que vivieron la improvisada guerra por Malvinas como una ocupación, donde se vieron obligados a cambiar su cotidianeidad, viendo en riesgo sus vidas civiles, de hecho murieron tres pobladores, por una aventura que de movida se sabía cómo iba a terminar.

Para muchos veteranos, es ofensivo que parte de esas cenizas, llegadas a las islas en un tupperware, se dejaran en Monte Longdon, donde se combatió ferozmente, y las bajas argentinas fueron numerosas. Mario Benjamín fue tratado por el propio Galtieri de cobarde por querer firmar el cese del fuego, hecho que no fue un acto heroico del ex general, sino el resultado inevitable de la derrota. 

En los últimos 37 años, poco se ha avanzado en el vínculo y diálogo con los isleños, y es justamente en la cuestión humanitaria donde esos avances han sido sustanciales, pudiendo llevar a cabo un proceso de identificación exitoso, con defectos y errores, pero exitoso en resultados. Por lo que seguramente, con un pedido humanitario, se hubiese realizado el traslado de las cenizas, se habría realizado sin necesidad de contrabando. Así lo expresaron las autoridades a la periodista Heather Briley. Desconocemos la intencionalidad de la maniobra.

Hechos como estos, nos vuelven a aquel año de bravuconadas, que prevalecen en algunos actores de las fuerzas armadas. Ninguno de estos conceptos, hace menos héroes a los muertos, ni menos bravos a quienes cumplieron ordenes de la dictadura, una vez embarcados en una guerra que, con episodios como estos, no acaba para muchos, y generan consecuencias, que seguramente obligaran a alguna respuesta diplomática.

La cuestión Malvinas debe trabajarse desde la paz y el respeto por la norma, donde no hay lugar para hechos de patriotismo barato, que nos llevan a terrenos de involución en la relación.

Geográfica y políticamente las islas son argentinas, las administra Reino Unido, y es un hecho fáctico de la realidad.  “Las mojadas de oreja”, dicho en criollo, que se suceden permanentemente, como el despliegue de banderas en la ciudad, el hurto de material de los campos de batallas, que han llevado a prisión a algunos argentinos, recrean una imagen de frustración de una guerra perdida sin remedio y que no ganaremos con actitudes como estas.

Las cenizas de Mario Benjamín Menéndez fueron esparcidas, por lo que pudimos investigar a partir de la publicación británica, en los jardines traseros de la casa del gobernador, que ocupó el ex general durante su paso por los días de la guerra, en Monte Longdon y en el cementerio militar argentino de Darwin. Llegó en un tupperware, como una ironía, otros dicen que en un paquete de yerba Nobleza Gaucha y su hijo en una botella de yogurt. 

Algún veterano escribió al respecto: “Las islas manchadas con las cenizas de un cobarde represor”. Otro de manera más histriónica, sentenció: “Sangre de cobardes mezclada con soldados valientes”.

Para muchos sectores de la sociedad argentina, estos hechos clandestinos son pequeñas revanchas por una guerra que no quieren soltar, sin entender que el único camino es el respeto y el diálogo, para volver, aunque sea, a ocupar posiciones que perdimos después de la guerra.

La voluntad de los muertos puede ser respetada sin necesidad de clandestinidad, contrabando y ocultismo, eso ya lo vivimos en la dictadura. Apelar al derecho internacional humanitario era el camino, no estas viejas práctica  que nos exponen en inmadurez y falta de diálogo.


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