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21 de julio de 2019 | Opinión

La locura de la guerra

Malvinas: El niño que murió en el crucero General Belgrano

De todas las historias, tal vez la menos contada, por triste y cruel, sea la de Mario Vilca Condori, un niño, porque no era un chico ni un joven de la guerra, sino un niño de 16 años, que murió a bordo del crucero ARA General Belgrano el 2 de Mayo de 1982.

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por:
Alicia Panero

Tal vez poco contada y menos difundida porque no debía estar ahí,  aunque se hubiese ofrecido voluntario. El estado tenía la obligación de preservar a un menor de edad, estudiante bajo su tutela. Más aún, teniendo un hermano en el mismo buque, pudieron morir los dos. Y otro de sus hermanos en el ARA Bahía Paraíso, que buscó los muertos de ese trágico hundimiento.

Los hermanos Vilca Condori pertenecen a la comunidad originaria colla o Kolla, Los Naranjos de San Andrés, a unos kilómetros de Oran, Salta. 

La ESMA recibía jóvenes menores de edad con aprobación paterna, para hacer carrera como marino, lo que no nos consta es que esos padres hayan aprobado que no lo bajaran del buque cuando comenzó la guerra. Hacía casi un año que estaba a bordo, desde los 15.

El estado de la dictadura que nos llevó a una guerra imposible, trágica, mal organizada, con una logística improvisada, también abandono a Mario. Su muerte lo convirtió en héroe, como el consuelo irremediable de quien muere sin necesidad. La guerra en sí, está llena de héroes innecesarios, porque los resultados fueron una catástrofe.

La historia de los Condori es la más triste de la guerra, si bien se han hecho notas, un documental, no es la más conocida. A pesar de ser inédita, casi en la historia de los conflictos internacionales.

Mario Vilca Condori componía la tripulación del Belgrano junto a su hermano, Juan Bautista Vilca Condorí. Mario, el menor de todos los hermanos de la familia, se desempeñaba como panadero. Juan Bautista ya llevaba diez años arriba del buque y era un marino experimentado. Pero hay otro hermano más, Anastasio, enfermero, que fue embarcado el 9 de abril en el ARA Bahía Paraíso, primer buque hospital que Argentina dispuso para la guerra. Así “es el único caso en nuestro país donde tres hermanos consanguíneos participaron activamente en combate”, afirmó uno de los hermanos a un medio de Salta.

Mario, como sus hermanos, había ido a una escuela primaria muy pobre, de la zona de Oran donde vivían. Era el más chico de la familia y se fue a la Armada con 15 años como una salida laboral que le depare un mejor futuro.

Sus facciones de niño, su poca experiencia, la muerte que lo encontró sin escape, cuando el primer torpedo dio en la zona del buque donde estaba, nos hacen pensar por qué su historia no es rescatada para las nuevas generaciones. Juan Bautista, después de buscarlo hasta cinco minutos antes del hundimiento del buque, pudo salvarse gracias a una de las últimas balsas, a la que se pudo subir.

Anastasio llegó a la zona del hundimiento a bordo del buque Hospital Bahía Paraíso, sabiendo que sus hermanos estaban en el buque. Es inimaginable pensar lo que sintió, viendo las balsas, algunas llenas de muertos, buscando desesperado a sus hermanos, en un mar implacable y helado. No los encontró. A Juan lo volvió a abrazar en la base de Puerto Belgrano unos días después y ahí supo que Mario, el niño, no lo había logrado.

La madre de los Condori murió dos meses después de la guerra, sumida en una profunda tristeza, sin noticias de sus hijos, creyendo que los tres habían muerto. 

En el año 2003, pasados ya 21 de la guerra, una ley del Congreso le otorga al padre de los Condori una pensión vitalicia por la muerte de su hijo y declara el reconocimiento histórico patriótico, por la participación activa bajo fuego en la guerra de 1982, a las comunidades aborígenes, representadas en los tres hermanos Vilca Condori (S-2402/03).

El Reino Unido embarcó jóvenes de 17 años en su flota, algunos murieron y eso valió para que se disponga que nunca más participarían menores de 18 años en ninguna acción de ocupación o de guerra.

Los argentinos aprendimos poco. Hoy solo escuchamos relatos que llevan a pensar que “casi ganamos la guerra”. Las enseñanzas deberían ser otras, nunca se escucha en las numerosas alocuciones, charlas, libros y escritos por los protagonistas, que la guerra nos devolvió la democracia. Eso sería un gran homenaje a los muertos, que por ese hecho no han muerto en vano, porque por el camino de la recuperación de la soberanía en las islas, con la guerra no llegamos a ningún lado. Malvinas no fue una gesta, ni una patriada, la muerte del niño Condori nos debe dar un cabal entendimiento de eso.

Una dictadura que apeló a la manipulación más baja, tocando en un pueblo el sentimiento de patria, con el solo objetivo de permanecer un poco más en el poder. Una bravuconada cuya finalidad era forzar al Reino Unido a negociar y les salió muy mal. 

El 31 de marzo se reprimió en plaza de Mayo a una gran número de trabajadores. Tan solo setenta y dos horas después, el país amaneció en guerra y esos mismos que reprimieron eran aplaudidos en la misma plaza, colmada, impostados en una legitimidad que no tenían.

Un gobierno impuesto llevó al país a una guerra, aplaudido por muchos de los que luego no tuvieron otra opción que llorar, porque vieron irse a sus hijos, que eran los hijos de todos.

Un niño muerto en la guerra no es una historia atrayente para los propagandistas de la misma. La mística del piloto cazador, rompiendo implacable la barrera del sonido y alcanzando al enemigo, es la epopeya más atrayente de la guerra, la más difundida. Atrapa como una película.

La dictadura es hoy un capítulo de la historia que se escribe con la irresponsabilidad propia de quienes no asumen su parte, por indiferentes, por equivocados. Permitiendo que se desarrolle un relato único, tendencioso, respecto de ese periodo que deja fuera de él al conflicto armado y lo pone a un costado.

A un niño muerto en la guerra, como a tantos otros muertos, le debemos la democracia. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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