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16 de agosto de 2019 | Cultura

La meca del cortometraje argentino

40 años del festival Uncipar: La resistencia insistente del cine independiente

El evento de cortometrajes más legendario de Argentina cumplirá este fin de semana en Pinamar cuatro décadas como trinchera de la realización audiovisual. Historia y actualidad de un mito de la cultura criolla.

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por:
Juan Provéndola

En este festival de cine nunca hubo alfombras rojas ni estelas de perfumes caros. Tampoco competencias de sacos italianos y vestidos franceses. Ni flashes excesivos, movileros insoportables o especulaciones sobre los ternados y premiados. Y, menos aún, espacio para discursos interminables. Al contrario: la extensión siempre fue pecado. Todo debe caber en -cuanto mucho- 30 minutos.

Eso es el evento de cortometrajes más emblemático de Argentina, desde que la Unión de Cineístas de Paso Reducido hizo su primera edición en la Semana Santa de 1979 en Villa Gesell. Desde ese entonces se convirtió en la meca del cine y (con algunos cambios pero la misma idea de hacerlo cerca de la playa un fin de semana largo) el festival Uncipar sobrevivió cuatro décadas de manera ininterrupida para llegar a su edición 41 este feriado largo en Pinamar.

Con 30 películas en la competencia nacional y otras 33 en la internacional, el festival se proyectará desde este sábado hasta el lunes no sólo en el cine de La Torre (su escenario central, donde se exhiben sucesivamente los filmes con entrada libre y gratuita), sino también en otros espacios donde se realizarán actividades alternativas como talleres de reciclaje de material cinematográfico, una charla sobre los videojuegos como herramienta artística y una clase del actor Jorge Román (quien hace a Carlos Monzón en la actual serie sobre el boxeador). También hay personalidades importantes en el jurado, como Claudio Rissi (a diez días del final de la tercera temporada de El Marginal) y el realizador Fernando Spiner, de quien además se pasará su última película La Boya en la sección de “largometrajes invitados”.
 

Trinchera del cortometraje y de la producción independiente frente a la avanzada elefantiásica del cine comercial, el festival Uncipar se impuso como un espacio de resistencia cultural con su mística visceral e intimista, sincera pero intensa, sirviendo como canal de iniciación o de expresión en un formato que muchos utilizan como ensayo antes de abismarse a lenguajes más populares o técnicamente ambiciosos.

La Unión de Cineastas de Paso Reducido nació en 1972, por iniciativa de un grupo de creadores y amantes de los cortometrajes (es decir, de obras filmadas con celuloide de Single 8, Súper 8 y 16 milímetros, entre otros). Comenzaron a realizar encuentros en el teatro Florencio Sánchez, de Boedo, con el propósito de exhibir películas marginadas del circuito comercial. Cada director llevaba su proyector, montaba el Súper 8, explicaba de qué iba su película y la echaba a rodar. Fue el primer circuito de cine independiente del país. En 1979 comenzarían con su experiencia más emblemática: el festival que comenzó en Villa Gesell y se mudó a Pinamar media década atrás. A partir de allí, Uncipar labraría nuevos surcos en los campos vírgenes del cortometraje, proponiendo un espacio de encuentro, difusión y, por supuesto, competencia.

El festival, inaugurado en plena dictadura militar, empezó a generar competencias entre las distintas escuelas de cine, quienes encontraron allí un canal de expresión inédito e impensado. De día, el jurado se encerraba en la habitación de un hotel para mirar y evaluar las películas que luego se pasaban en la sala a medida que se iban liberando. Por eso se las llaman “funciones paralelas”, que duraban hasta bien entrada la madrugada, siempre con la presencia de sus realizadores entre el público, respondiendo preguntas o instalando debates entre las luces de algunas lámparas y las penumbras de una sala que atesora historias viejas, frescas y vivas. La inédita proximidad entre realizadores y espectadores rompió con el molde de lo que hasta ese entonces sucedía en otros festivales de cine.

Por el festival Uncipar pasaron Tristán Bauer, Carlos Sorín, Alejandro Agresti, Jorge Polaco, Pablo César, Mario Levin, Roberto Cendereli o Adolfo Aristarain, sin olvidar a otros de corte más experimental como Claudio Caldini y Narcisa Hirsch. También Juan Taratuto, Adrián Caetano y el gesellino Fernando Spiner, cuya ópera prima, “Testigos en cadena”, fue premiada en 1984. “Fue el primer festival en el que participé, aunque en ese entonces estaba estudiando en Italia, así que mi papá asistía a las proyecciones con un pequeño grabador en el que registraba los aplausos del público, comentarios de los espectadores y el momento en el que se anunció que mi corto era uno de los ganadores. Me emocionó mucho escuchar todo esto tan lejos y solo, y aún conservo el casete”, cuenta Spiner.

Con el transcurso de los años, el festival Uncipar se instaló como en el principal punto anual de encuentro del cortometraje en Argentina. Lo consiguió incrementando su prestigio y su complejidad logística hasta derivar en la usina técnica y creativa preferida por los especialistas de narraciones fílmicas en tiempos breves.

Hay competencias nacionales e internacionales. Y los premios no consisten en estatuillas bañadas en oro o en cheques millonarios, sino en plaquetas conmemorativas, diplomas y jornadas de utilización de cámaras, micrófonos y distintos equipamientos técnico. Los cortos nacionales, además, tenían el estímulo de competir para representar a Argentina en el Unica (Union Internationale du Cinéma et Video), el festival mundial más importante del cine no profesional, que se realiza ininterrumpidamente desde 1931. Algo así como los Oscar de los cortos, pero a pulmón y con sedes variables (Argentina fue anfitriona en 1985 y 1993)

Algunos ganadores (normalmente jóvenes iniciados en el cine) sienten que tocan el cielo con las manos. Y no son pocos los perdedores que alguna vez se retiraron ofendidos. En las jornadas de proyección nunca faltan los debates acalorados que nunca llegan a mayores. Al fin de cuentas, todos están ahí unidos por el amor al cine, un elemento tan esencial del festival Uncipar como el ruido del acetato girando para proyectar cortos de todo el país y de todo el planeta. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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