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Entrevista REALPOLITIK
Uncipar: “Peleamos por mantener esta pantalla encendida”
Hoy comienza en Pinamar el festival de cortometrajes más importante de Argentina y Liliana Amate, su presidenta, analiza ante REALPOLITIK la importancia de un evento que cumple cuarenta años difundiendo el cine independiente.
Después de un paréntesis, Liliana Amate volvió a asumir la presidencia de la Unión de Cineístas de Paso Reducido, la legendaria Uncipar que cobija a la (no tan taquillera) industria argentina del cortometraje. Y que –a pesar de la poca tentación comercial- la difunde e incentiva a través del festival que este fin de semana cumplirá cuarenta años desde su inicio en 1979 en Villa Gesell y la mudanza a Pinamar a partir de 2016.
Cuatro décadas ininterrumpidas hicieron del Uncipar un festival de trinchera y resistencia en el que se expone un buen recorte del talento audiovisual independiente de nuestro país. Fue y es (como ya definió REALPOLITIK en esta otra nota) una meca del cine joven, además de la plataforma de exposición de muchos realizadores hoy consagrados.
En un contexto de producciones cada vez más raleadas por el entorno económico, costos por las nubes y restricciones del estímulo estatal, Liliana Amate vive la concreción de esta nueva edición del festival playero y flashero como un triunfo de la prepotencia creativa más allá de las imposibilidades materiales: “En las clásicas competencias de cortos nacionales e internacionales habrá 66, aunque se presentaron casi 1400. Es decir que incluso quedó afuera material muy bueno, pero solo tenemos dos días y pico para proyectar”.
Material muy bueno y de muchos lados que demuestran la capacidad de producción de este formato cinematográfico más de culto y casi marginal, al menos en términos comerciales. Incluso en un escenario completamente desfavorable para hacer las inversiones que estos rodajes ameritan.
“Hubo una época en la que había muchísimo fomento de la producción del cortometraje”, reconoce Liliana Amate. “Se generaron nuevos concursos, en algunos participé. Y hubo todo un relevamiento de lo que era esa producción a nivel nacional. Encontramos un impresionante número de productoras en todas las provincias: íbamos a dar un taller a una ciudad del interior y aparecían ochenta realizadores de la zona con trabajos bajo el brazo”, amplía. “Incluso recuerdo salas del cine Gaumont llenas de gente y hasta haciendo cola para ver cortos”.
“Había una idea de potenciar los concursos federales, y también de sacar esas producciones nacionales al exterior. Pero, así como subimos, empezamos a bajar. Y se cortaron una serie de cosas”, continúa Amate. El contexto hizo peligrar como nunca a un festival que, encima, tuvo que mudarse de sede tras desavenencias con el municipio de Gesell. “Ese cambio de pertenencia fue doloroso y traumático: tener que irnos del lugar donde se venía haciendo desde hace treinta años”, asegura la presidenta de Uncipar. “Pero había que buscar una pantalla porque ya estaba el compromiso con los realizadores. Se tenía que hacer, no importaba ya dónde”.
Así apareció Pinamar como nueva “casa” desde 2016. El Uncipar se mudó entonces de la vieja Casa de la Cultura geselina al moderno Teatro de la Torre, aunque el cambio no fue sencillo: “Algunos de Uncipar veníamos trabajando en el festival Pantalla Pinamar y les propusimos anfitrionar el nuestro también. No es fácil, porque hay que volver a posicionarse desde un nuevo territorio, aunque año a año va mejorando y creciendo”.
La edición por el aniversario cuarenta (que en verdad es la número cuarenta y uno) incluirá, como viene siendo costumbre, una serie de actividades alternativas a las competencias de cortos. Como la proyección de largometrajes invitados. “Este año serán de la zona, para mostrarnos a los que vamos ahí desde décadas de qué se tratar eso de vivir cerca del mar. Como La Boya, de Fernando Spiner: una película netamente gesellina que tiene que ver con la amistad, el mar y la poesía. O Potuto, el primer largo enteramente hecho en Pinamar, hecho por el director local Pepe Cello y un elenco de actores no profesionales de la ciudad”, explica Amate.
Otro de los atractivos que el festival viene repitiendo es el de los talleres, esta vez elegidos “en base a una investigación sobre los que le gustaría a la gente”, dice Liliana. Uno será sobre herramientas de los videojuegos para el cine y el otro sobre reciclaje de material cinematográfico.
“La primera edición del festival fue en 1979, plena dictadura. No me imagino lo que pudo haber sido en esa época, porque yo me sumé orgánicamente a partir de 1996, pero entiendo que el Uncipar comenzó a funcionar como un espacio en que se podía respirar y hablar de arte, de política… y de la vida, que era lo más importante. Así que si el festival nació de esa efervescencia, ninguno de los que vinimos de ahí en adelante podemos no tener levantada esa bandera”, postula Liliana a poco de dar inicio a la edición cuarenta y una del legendario y querido Uncipar: “Para los que lo hacemos, y también para los que lo hicieron antes, esto es algo parecido a una pasión. La de remar contra la corriente y pelear por mantener esta pantalla encendida, no importa cómo”. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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