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31 de agosto de 2019 | Historia

A 39 años de la incineración del CEAL

La dictadura cívico militar y las quemas de libros en la Argentina

Un pueblo educado nunca elegirá las cadenas. Por eso, la ignorancia siempre ha sido el mejor caldo de cultivo para destruir la república, la democracia y el pluralismo. 

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por:
Alberto Lettieri

Esta aseveración siempre la tuvieron muy en claro los regímenes autoritarios. La dictadura cívico militar, en nuestro país, recurrió frecuentemente a esta práctica, a la que denominaba “rituales purificadores”.

En el mes de abril del año 1976 hubo dos quemas muy importantes de libros en Córdoba. La primera, en la escuela secundaria comercial Manuel Belgrano, el día 2. El interventor, teniente primero Manuel Carmelo Barceló seleccionó 19 libros de la biblioteca, escritos por autores como Marx, Engels, Julio Godio y Martí y ordenó quemarlos en el patio con numerosos alumnos como testigos de este gesto “patriótico”. En los meses siguientes desaparecieron 12 adolescentes, alumnos de la institución y hubo decenas de chicos expulsados y varios docentes cesanteados.

El 29 de abril se produjo la segunda gran incineración. El general Luciano Benjamín Menéndez ordenó una gigantesca quema de libros, secuestrados previamente de bibliotecas, colegios y universidades. Para darle mayor trascendencia al acto, el jefe del regimiento de Infantería Aerotransportada 14 del comando del III cuerpo del Ejército, Jorge Eduardo Gorleri, organizó una conferencia de prensa en la que explicó los fundamentos y trascendencia de la decisión “patriótica”, exhibió la pila de libros confiscada y ordenó prenderlos fuego a la vista de todos, “a fin de que no quede ninguna parte de estos libros, folletos, revistas, etcétera (…) para que con este material se evite continuar engañando a nuestra juventud, sobre el verdadero bien que representan nuestros símbolos nacionales, nuestra familia, nuestra iglesia, nuestro más tradicional acervo sintetizado en Dios, patria, hogar”. 

El diario La Voz tituló el 30 de abril: “Incineración de literatura marxista”. Las obras correspondían a autores tales como García Márquez, Marx, Trotsky, Galeano, Bayer, Perón, Cortázar, Saint-Exupery, Engels, Freud y Sartre, entre otros. 

Con el retorno de la democracia, Gorleri fue ascendido a general a pedido de Raúl Alfonsín, que elevó la respectiva propuesta al Senado Nacional, siendo votada a favor por todos los legisladores de la UCR. Este jefe militar finalmente fue forzado a renunciar en 1986 al manifestar públicamente su oposición a que sus subordinados sean juzgados por tribunales civiles.

La quema de libros fue una práctica frecuente, que incluía la selección, censura, secuestro y quema pública y masiva de ejemplares. Los casos más renombrados se produjeron en Entre Ríos, Capital Federal (90 mil libros quemados en Palermo) y Rosario (80 mil libros). El 30 de agosto de 1980 se produjo la destrucción de 1.500.000 de libros y revistas editados por la Centro de Estudios de América Latina (CEAL). Esta incineración, realizada en un baldío de Sarandí, fue sesenta veces mayor que la ensayada por el régimen nazi en Alemania en 1933. 

Las quemas masivas tenían un fin disciplinador. Los “rituales purificadores” se realizaban en lugares  públicos, con testigos y fotógrafos. En los casos de Córdoba y la monumental hoguera de la colección del CEAL, en Sarandí, adicionalmente fueron filmados y difundidos por los medios. El mensaje era directo, sin filtro: se debía aniquilar de raíz cualquier ideología “contraria al ser nacional y cristiano”, y la sociedad debía tenerlo bien en claro. 

A 39 años de la quema de libros en Sarandí, resulta necesario recordar a nuestra sociedad tan monstruosas prácticas para que no vuelvan a repetirse. Sólo la educación y la libertad de pensamiento nos harán libres. Nunca debemos olvidarlo. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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