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13 de septiembre de 2019 | Nacionales

Elecciones 2019

Alberto Fernández, la pesadilla a ambos lados de la grieta

En un reciente reportaje televisivo, Miguel Pichetto disparó: “Cristina Kirchner debe estar arrepentida de haber elegido a Alberto Fernández. Quizá, después de la elección, se dio cuenta de que ella podría haber sido elegida presidenta. Que no tenía techo”.

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por:
Alberto Lettieri

La afirmación del candidato a vicepresidente de Juntos por el Cambio hace referencia al pobrísimo desempeño de las encuestadoras frente a las PASO, cuando las distancias entre las encuestas y el resultado final fueron, ciertamente, desmesuradas.

Pero, no conforme con eso, Pichetto se esforzó por establecer una grieta dentro de la fórmula presidencial del Frente Con Todos. “(Alberto) Es un hombre de clase media, formado en la universidad pública, bastante parecido a mi persona, en término de sus orígenes, tiene actitudes de diálogo y una construcción más centrista”, en tácita oposición a su caracterización de la ex presidente.

También sentó posición respecto de las elecciones generales: “La suerte [de la elección] no está echada. Diría que los dados están girando en el aire”.

A excepción de la última de estas afirmaciones, que sólo es sostenida por unos pocos miembros del círculo íntimo de Mauricio Macri, las dos anteriores sintetizan admirablemente la estrategia que parece haber adoptado el establishment ante la irreversible derrota de Juntos por el Cambio. Tratar de conquistar a Alberto Fernández, presentándolo como un moderado en las formas que, en realidad, estaría utilizando una especie de máscara para encubrir su verdadera naturaleza, que recién se revelaría tras su victoria en las elecciones del 27 de octubre. Carlos Pagni retomó esta tesis en su editorial de ayer de La Nación, al afirmar: “El antikirchnerismo padece una pesadilla. Que, después de ganar las elecciones, Fernández se quite la máscara y muestre el rostro de Cristina Kirchner. El kirchnerismo comenzó a sobresaltarse con otro sueño atroz. Que el que esté escondido detrás de la máscara sea Macri”. No el Macri actual, por cierto, sino el Macri que prometió ser y no lo cumplió.

Tanto a un lado como al otro de la grieta, Alberto Fernández parece significar una especie de acertijo. Los sectores más radicalizados no pueden entender la heterogeneidad de los sujetos con los que conversa y consulta, la plasticidad de su política internacional ni su escasa propensión a realizar anuncios grandilocuentes. 

Y es que Alberto Fernández tiene bien en claro que, para afrontar el desafío que se le impondrá a partir del 10 de diciembre, su primer objetivo deberá consistir en terminar de sellar la grieta, componiendo una administración heterodoxa en sus políticas y pluralista en su composición.

Para quienes se han acostumbrado a concebir el mundo en clave reptiliana, sin matices entre los opuestos, Alberto Fernández constituye un verdadero galimatías.

Sin embargo, sellar la grieta no constituye un objetivo sencillo y sólo será posible si consigue presentar algunos avances claros en materia de recuperación económica, control de la inflación y pacificación social. La experiencia argentina es bastante clara y confirma que, en nuestro sistema hiperpresidencialista, siempre la mayoría está dispuesta a encolumnarse detrás de una autoridad firme y un programa exitoso. Por esta razón, le resultará fundamental evitar la dilución de su poder. Caso contrario, los ataques de los ultraístas estarán a la orden del día y el panorama amenazaría con convertirse en apocalíptico.

Por ahora, en esta curiosa cohabitación que propiciaron las PASO, Alberto es visto por todos como presidente. Pero un tipo de presidente muy particular, ya que tiene vedada la toma de decisiones institucionales. Es decir, le toca cargar con los aciertos propios y los errores ajenos. Por ahora ha venido superando el desafío con probidad. Pero no es un lecho de rosas lo que lo espera, sino una Argentina con indicadores económicos y sociales desmoralizadores y absolutamente inéditos en los últimos setenta años. De la fortuna con que consiga resolver este desafío depende la suerte de 44 millones de argentinos.  Y es allí, y no en el resultado de la elección, donde se aplica con justeza la definición de Picheto de que “los dados están girando en el aire”. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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