
Internacionales
Cuando pasadas las 23.15 de ayer se apagaron las luces en la Universidad del Litoral, la Argentina ya no era la misma. Si bien era dable esperar que el primer debate presidencial fuera un mal trago para el presidente Mauricio Macri, pocos esperaban que el fracaso fuera tan demoledor.
No sólo no pudo presentar ningún logro concreto de su gobierno sin que fuera destruido por el resto de los participantes, sino que no consiguió siquiera proponer ningún curso de acción concreto para un eventual segundo período presidencial. En los 44 millones de argentinos quedó como conclusión la frase que repitió varias veces Alberto Fernández, ante las reiteradas falacias y negaciones de la catástrofe social que atraviesa la Argentina: “Pensé que íbamos a hablar en serio, pero el presidente sigue diciendo disparates”.
Mauricio Macri ingresó al debate ya derrotado. Se notaba en su mirada perdida, en la expresión de su rostro, que era un fresco del fracaso y la renuncia a la disputa. Sabía que debería afrontar un trago amargo. Nunca imaginó lo que sobrevendría.
El resto de los participantes se mantuvo fiel a sus propuestas, en general testimoniales. Gómez Centurión y Espert, expresiones de la derecha recalcitrante, se empeñaron en evitar el drenaje de sus votos hacia Mauricio Macri, y parecen haberlo logrado, con sus estilos diferenciados en la forma pero no en el fondo. Del Caño recurrió al histrionismo para subrayar las posiciones tradicionales de su espacio, tirando dardos alternativamente -aunque sin mayor efecto- sobre los dos candidatos principales. Lavagna fue el de siempre: correcto en las formas, sin conseguir desatar ninguna pasión.
La gran estrella del debate fue Alberto Fernández. Sólido en los conceptos, ajustado en los tiempos, y siempre con el remate adecuado para cada temática. Pese a que el formato impuesto evitaba la confrontación abierta, intentando proteger al presidente Macri, se las ingenió para desplegar una crítica furibunda de su gestión, denunciar sus habituales falacias y negación de la realidad, y proponer cursos de acción concretos para su futura gestión presidencial. Sobre todo, dejó en claro que otra Argentina es posible bajo su conducción. Un líder confiable, un escapista, un moderado y tres actores de stand up que le hablaban a sus respectivas audiencias. Fin del juego.
Alberto Fernández se presentó con solidez y honestidad. “Yo vengo a decirles la verdad. A proponerles que, juntos, empecemos a pensar qué país queremos. Podemos hacerlo. Es otro desafío que tenemos como argentinos”.
Inmediatamente refirió a su invitado sorpresa. Nada menos que el ex candidato presidencial Daniel Scioli, quien, en 2015, anticipó con precisión milimétrica la catástrofe que cabía esperar de un eventual gobierno de Mauricio Macri. "Hace cuatro años hubo otro debate en el que alguien mintió mucho y otro dijo la verdad. El que mintió es el presidente, que hoy quiere volver a ser presidente. El que dijo la verdad hoy está sentado en primera fila de este salón”.
Alberto Fernández no hizo promesas incumplibles, del tipo “pobreza cero” o ”revolución de la alegría”, a las que es tan afecto Mauricio Macri. Muy por el contrario, les habló a los argentinos con la verdad. “La globalización ha venido para quedarse y tenemos el desafío de afrontarla. Pero no nos obliga a estar de rodillas. Podemos discutir cómo entrar en el mundo dignamente, de pie y preservando los derechos de la Argentina”.
Tampoco le escapó al bulto en el urticante tema de las relaciones exteriores. “Las relaciones internacionales no son sacarse fotos con los líderes. Pasaron siete semestres, presidente y no entró un centavo de esas potencias. Venezuela tiene problemas y más problemas tienen los venezolanos que están dentro o los que han tenido que emigrar. Yo quiero que los venezolanos resuelvan el problema, el presidente está preparando la ruptura de relaciones para poder intervenir”. Y concluyó con un golpe decisivo: “No quiero intervenir. Espero que ningún soldado argentino termine en Venezuela”.
El candidato del Frente de Todos se expresó en coincidencia con Roberto Lavagna en lo referente a la estrategia para la recuperación económica. “Tenemos que generar consumo para que la economía vuelva a funcionar, ayudar a que las exportaciones crezcan porque necesitamos dólares y acordar cómo hacerlo. Por eso propongo que nos sentemos en una mesa y, entre todos, diseñemos qué país queremos construir”.
Frente a los delirios doctrinarios de Espert, llamó a la serenidad y al equilibrio. “Yo no soy un dogmático. Van a ver en mi soluciones ortodoxas y heterodoxas. Lo que nunca van a ver es que haga algo en contra de los que producen y los que trabajan”.
Cuando el presidente Macri comenzó con sus habituales falacias sobre resultados económicas y logros que jamás se concretaron, le cortó las alas sin miramientos. “No sé en qué país vive Macri. De los 39.000 millones de dólares que nos dio el FMI se fugaron 30.000 millones. Esos dólares no están en puentes ni en viviendas, se los llevaron sus amigos, presidente. Es hora de que deje de mentir”.
Tampoco le escapó a cuestiones espinosas, como las demandas del movimiento feminista o la cuestión del aborto. “De todas las demandas que han aparecido en los últimos tiempos, sin dudas el colectivo feminista es el que más debe llamar nuestra atención. Vamos a crear el ministerio de la Mujer, de la Igualdad y la Diversidad para que entremos en el siglo XXI”. Y agregó: “En Argentina los abortos ocurren y seguir castigando lo único que hace es criminalizar la conducta y hacer que todo se vuelva clandestino. Hay que tender a la legalización, porque así les vamos a dar oportunidades a las mujeres pobres. Terminemos con la hipocresía”.
Respecto de la cuestión de la emergencia social, presentó resultados y no promesas. “Convocamos a un gran movimiento social para que toda la Argentina se involucre a terminar finalmente con el hambre. Es una tarea difícil, pero si la emprendemos juntos seguramente va a ser posible”.
Otro tema central del debate, la educación, la ciencia y la tecnología, recibieron respuestas contundentes. “Le voy a prestar mucha atención a la educación, la ciencia y la tecnología porque creo que ahí está el futuro. Las mejores sociedades son las que han desarrollado el conocimiento, y para eso tenemos que darles oportunidades a todos”. Y allí llegó la mano del knock out. “Pensé que íbamos a hablar en serio, pero el presidente sigue diciendo disparates. El presupuesto educativo desde 2015 a hoy cayó un 40 por ciento y el de Ciencia y Tecnología cayó un 43 por ciento. Si tanto ve ahí el futuro, presidente, apueste un poco más”.
A esta altura Macri había perdido la línea y salió con un argumento que dejó en claro su desesperación, al afirmar que “Kicillof en la provincia va a hacer una narcocapacitación”. El resto de los disertantes lo miraron atónitos. Nadie esperaba una bajeza semejante. Era el reconocimiento simple y llano de su derrota.
Otro de las cuestiones la que Mauricio Macri presentó datos que no se corresponden con las estadísticas oficiales fue la salud. Allí también llegó inmediatamente la corrección de Alberto Fernández. “Presidente, si le preocupa la salud le cuento que el presupuesto en su gestión cayó un 23 por ciento. Usted no lo entiende porque sus privilegios son otros, por eso los intereses de la deuda aumentaron un 70 por ciento. Para los usureros todo, para la gente nada”.
El cierre esperado de Alberto Fernández terminó en una convocatoria a todos los Argentinos. Para entonces, las encuestadoras que medían la imagen de los participantes en tiempo real registraban una caída de 5 puntos en la del presidente Mauricio Macri. Y el candidato del Frente de Todos recurrió entonces, una vez más, a la esperanza.
”Somos un pueblo maravilloso. Nos hemos caído muchas veces, es hora de que no nos pase más. Estoy seguro de que entre todos y todas podemos cambiar la Argentina y ponerla de pie. Yo sé que cuento con ustedes. Cuenten conmigo”.
Así el primer debate presidencial concluyó con una clara victoria de Alberto Fernández. ¿Deberemos esperar que mañana reaparezca Mauricio Macri para convencernos de que el evento ”no sucedió” y alguna nueva promoción a una corrida financiera, para disciplinar a los argentinos por “no saber debatir”, como sucedió tras las PASO?
La manta presidencial es cada vez más corta y el proceso electoral profundiza el rumbo ya preestablecido. De los seis participantes, uno se fue feliz. Otros cuatro, satisfechos. Uno solo salió mascullando bronca. El señor presidente. ¿Seguirá pensando que #SíSePuede?. (www.REALPOLITIK.com.ar)
ETIQUETAS DE ESTA NOTA
¿Qué te parece esta nota?
MÁS NOTICIAS