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23 de enero de 2020 | Opinión

#WeRemember

A 75 años de la liberación de Auschwitz

El holocausto constituye probablemente la mayor muestra de antisemitismo hacia una comunidad religiosa, étnica y social, que recuerde la historia; y el más aberrante, cobarde y cruel exterminio de seres humanos perpetrado por un régimen totalitario.

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por:
Emilio Rodríguez Ascurra

Desde el año 2005 la Organización de Naciones Unidas utiliza la fecha del 27 de enero para hacer memoria de este oscuro episodio de la historia de la humanidad, dado que ese mismo día pero de 1945 fueron liberados los sobrevivientes del campo de concentración de Auschwitz, emblema del horror.

La modernidad y su proyección hacia el futuro, así como la idea de progreso indefinido y de “superhombre” encuentran aquí un punto de inflexión, porque de la misma forma en que se produjeron numerosos avances en materia de ciencia, tecnología, comunicaciones y transporte,  entre otros, aconteció la muerte emocional de la humanidad como contracara de esta partida. La pregunta por el ser y por el sentido parecía no ser necesaria en un mundo en el que el hombre con su sola fuerza podía alcanzarlo todo.

La época que se presentó como de avances técnicos y científicos resultó también de un enorme retroceso humanístico, en una deshumanización de lo humano, pues, en nombre de ideas totalitarias y de una concepción centralizada y centralizadora de la historia, se ordenó la muerte de millones de judíos, gitanos y homosexuales.

Recordar hoy y siempre es un compromiso que debemos asumir, entendiendo que se deben crear las condiciones necesarias para el libre desarrollo de todos, en particular de las minorías, de quienes piensan distinto y de quienes se hallan en situación de refugiados y/o de migrantes.

Siempre aparecen bajo distintas expresiones nuevas formas de totalitarismos, algunas más evidentes, otras más solapadas, e incluso, en algunos casos, bajo elegantes y seductoras ideas, pero debe quedar claro que toda expresión que de una u otra forma cercene la libertad del individuo merece el rechazo de la sociedad en su conjunto, en tanto “el anhelo de libertad no es una fuerza metafísica y no puede ser explicado en virtud del derecho natural; representa, por el contrario, la consecuencia necesaria del proceso de individuación y del crecimiento de la cultura” (Erich Fromm, El miedo a la libertad). 


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