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1 de marzo de 2020 | Historia

A 150 años de su inicio

La guerra del Paraguay y la alianza contra los “perros ignorantes”

La guerra del Paraguay fue la respuesta a la política implementada por el gobierno del Paraguay, encabezado por su presidente, Francisco Solano López, que puso en cuestión el proyecto colonialista de Inglaterra en la región. 

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por:
Alberto Lettieri

La potencia europea temía que el modelo político implementado por López, que combinaba nacionalismo y proteccionismo económico, pudiera expandirse por el resto de América del Sur, ocasionando graves perjuicios a su proyecto imperial. Por ello, no dudó en disponer de todos los medios a su alcance para promover una reacción ejemplificadora de los gobiernos que respondían a su liderazgo (Argentina, Brasil y Uruguay). La confrontación, fratricida y sin equilibrio entre los antagonistas, provocó el exterminio de la mitad de la población paraguaya y la pérdida de más del 50 por ciento de su territorio. 

La política implementada por Solano López difería significativamente del librecambio y la aceptación del rol de productor primario, exportador de alimentos, impuesto a los países no industrializados articulados bajo la órbita del imperialismo inglés. El estado paraguayo manejaba el comercio de materias primas y la producción, considerada estratégica –cueros, tejidos, yerba, algodón, papel, tinta y pólvora– mediante la implementación de una política proteccionista que evitaba el saqueo de sus riquezas por parte de las potencias industriales.

Por esta razón, la independencia económica de Paraguay ponía en cuestión el lazo colonial británico que significaba la División Internacional del Trabajo, que los condenaba indefinidamente a la producción de alimentos y materias primas sin valor agregado por medio de la aplicación del librecambio. Por el contrario, la política económica paraguaya asignaba un papel central a la intervención del estado en el comercio, donde se desempeñaba como único comprador –monopsonio–, condición que le permitía definir su propio mecanismo de precios, al margen de la evolución del mercado internacional, fijando niveles bajos y accesibles para el pueblo, que eran compensados con otros, más elevados, exigidos a los revendedores.

El modelo paraguayo significaba, en la práctica, una prueba contundente de que era posible el crecimiento económico y el fortalecimiento estatal por una vía distinta que la dependencia y la entrega del patrimonio nacional a los intereses imperiales, promovida por Alberdi y la Generación del 37. Esta situación no pasó desapercibida para las provincias del Litoral argentino, de modo tal que el temor a una posible alianza entre estas y el estado paraguayo, orientada a desarticular el proyecto hegemónico de Buenos Aires, desveló desde un primer momento al presidente Bartolomé Mitre (1861-1868). Contando con el respaldo inestimable del gobernador entrerriano -y ex presidente- Justo José de Urquiza, quien desde hacía mucho tiempo había resignado las banderas del viejo Partido Federal a cambio de pingües ganancias garantizadas por el gobierno mitrista. La convergencia de intereses entre los gobiernos argentino, brasileño y uruguayo, promovida y bendecida por Gran Bretaña, dio origen a la llamada "triple alianza” (1865), que instaló una guerra fratricida en la región. Sus  consecuencias fueron la muerte, el empobrecimiento, el endeudamiento y la consolidación del vínculo colonial para todos los participantes. Estos elementos de juicio llevaron a un contemporáneo crítico, Juan Bautista Alberdi, a denominarla, incisivamente, como la “guerra de la triple infamia”. 

Según Alberdi, “el Paraguay representa la civilización, pues pelea por la libertad de los ríos contra las tradiciones de su monopolio colonial; por la emancipación de los países mediterráneos; por el noble principio de las nacionalidades; por el equilibrio no sólo del Plata, sino de toda la América del Sud…”.

“La campaña actual del Paraguay contra las pretensiones retrógradas del Brasil y Buenos Aires es la última faz de la revolución de mayo de 1810. Levantando el estandarte y haciéndose campeón de las libertades de América interior, esta joven república devuelve hoy a las puertas del Plata la visita que le hizo Belgrano en 1811”.

En una reveladora carta a Bartolomé Mitre de 1872 -dos años después de la finalización de la participación argentina en el conflicto-, Domingo F. Sarmiento celebraba el éxito de la triple alianza como empresa “civilizadora”, concebida en términos de genocidio planificado: “Estamos por dudar de que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto a falta de razón. En ellos se perpetúa la barbarie primitiva y colonial. Son unos perros ignorantes de los cuales ya han muerto 150 mil. Su avance, capitaneados por descendientes degenerados de españoles, traería la detención de todo progreso y un retroceso a la barbarie... Al frenético, idiota, bruto y feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que le obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era preciso purgar la tierra de toda esa excrecencia humana: raza perdida de cuyo contagio hay que librarse”.

Tras el retiro del estado argentino de la guerra, en 1870, el Paraguay quedó devastado y a merced de Brasil. El tratado original de la triple alianza, que aseguraba que ninguna de las potencias aliadas podía disponer de la paz por separado, fue ignorado por el gobierno paulista, lo que provocó tensiones entre los antiguos aliados y graves conflictos de límites. En 1876 Paraguay tuvo que devolver a la Argentina la provincia de Misiones, que había pertenecido a las Provincias del Río de la Plata y había sido anexada al Paraguay en 1841. El Imperio del Brasil se apropió prácticamente de la mitad del territorio paraguayo, mientras que el Uruguay, que se había beneficiado por el comercio entre los aliados, experimentó una dura caída de la actividad económica tras la finalización de la guerra. 

Gran Bretaña propició, respaldó y se benefició de la guerra sin realizar esfuerzo alguno. En cambio obtuvo grandes beneficios económicos, a través del financiamiento de los aliados, el aprovisionamiento de armamentos y la obtención de nuevos mercados proveedores de algodón a bajo precio.

El aniquilamiento de la población guaraní, sobre todo la masculina, derivó en la autorización dentro del suelo paraguayo de la poligamia, a los fines de la reconstrucción social. Una vez saqueadas sus riquezas, el pueblo paraguayo se vería obligado a endeudarse con la banca británica y brasileña, resignando prácticamente su soberanía. 

El estado argentino no sólo obtuvo territorios, sino que utilizó la guerra para avanzar en el proceso de su conformación, exterminando a la oposición federal por acción directa, o bien enviando a los federales de manera forzada al frente de batalla paraguayo. A partir de entonces, el pacto colonial con Gran Bretaña se fortaleció, incrementándose las inversiones externas y la enajenación de las riquezas nativas a través del modelo agro-exportador. (www.REALPOLITIK.com.ar)


ETIQUETAS DE ESTA NOTA

Argentina, Paraguay, Brasil, Uruguay

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