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24 de marzo de 2020 | Finanzas

Coronavirus y deuda

La tormenta perfecta

Si meses atrás hubiéramos pensado en una situación como la actual, apostaríamos a una profecía enfermiza y de casi imposible cumplimiento. Pero el destino siempre pone a prueba a los escépticos y, sin quererlo ni pensarlo, nos vemos envueltos en una tormenta que solo Dios sabe cómo y cuándo termina; si hundidos o llegando a buen puerto.

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por:
Diego Morzone

Casi sin darle mayor importancia aparece en escena la localidad de Wuhan, un remoto lugar en la muy lejana China, anticipando que un virus está causando estragos. ¿Sopa de murciélago o de mariscos? Anécdota aparte, de eso a los contagios masivos existió muy poco tiempo para la reacción: una enfermedad respiratoria sin vacuna disponible y de rápido y fácil contagio, con síntoma casi parecidos a una gripe, y mortal. 

Europa y el resto del mundo hoy son epicentro de contagios y víctimas. Los mercados financieros, ágiles de reflejo, mostraron bajas categóricas anticipando caída de actividad económica y con recortes no solo para acciones sino también para materias primas esenciales, el derrumbe del petróleo y de ciertos comodities. La excepción fue el oro, que llega a valores que en el ámbito financiero son sinónimos de refugio ante una crisis de magnitud sin antecedentes. 

De las bajas en mercados de referencia resultó de inmediato la palabra recesión, pero de alcance mundial, y fue ahí cuando los principales bancos centrales actuaron dando estímulos fiscales y bajando los tipos de interés. Así lo hizo la Reserva Federal en los Estados Unidos, el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra, y aun así en forma insuficiente, además de la inyección de divisas para sus pymes. 

Por otro lado, el martes pasado asistimos a una de las peores jornadas de la historia, con bajas de precios solo recordables en el crack de 1987, o el colapso sub prime de 2008. España, por ejemplo, y Argentina, también sufrieron bajas groseras que trasmitieron pánico a los inversores.

LAS CONSECUENCIAS 

Esta es una historia en desarrollo, pero es sabido que Argentina es muy vulnerable a lo que pase. La reacción desde lo clínico parece buena -excepto Ezeiza, que fue un auténtico colador en momentos iniciales críticos- y el poder ejecutivo en manos de Alberto Fernández parece estar en sintonía. 

Pero esto es un clásico argentino. Este virus llega en momentos de renegociación de la deuda con el FMI y con los bonistas privados, y de una recesión autóctona previa. Desde el gobierno no se alcanza a leer la estrategia, las propuestas no están todavía visibles, pero anticipan agresividad con los acreedores, tal vez encubriendo ideas a escondidas de la crisis mundial. ¿La imposición de quitas de capital que en otras circunstancias serían inaceptables? ¿O el argumento ideal para directamente no pagar?

Nadie lo sabe, excepto el gobierno del país. Si la propuesta resulta demasiado agresiva, el rechazo o la no aceptación están aseguradas. 

El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, intentó jugar en ese terreno con su propia deuda y no le fue nada bien. Después de pedir negociar de buena fe con acreedores, hizo lo contrario con dos propuestas y terminó pagando lo adeudado. Eso fue, claramente, actuar de mala fe. Pero con fondos de inversión mundiales que manejan varios PBI de Argentina como Black Rock, Templeton o Pimco, eso no va. Es muy poco profesional, mala lectura o jugada, fruto de una profunda ignorancia financiera. 

Todo esto lamentablemente llevó impacto directo para Martín Guzmán, que, un día después, proponía un canje vital de deuda local, nacional, en pesos, y por estrés financiero puro terminó fracasando con solo 10 por ciento de aceptación. Dos minutos después de esto, Guzmán prometió revisar y renegociar los intereses pactados por Kicillof con el Club De París en tiempos de Cristina Fernández de Kirchner, que resultaban abusivos en esos días (y en los actuales también). 

¿QUÉ ESPERAR? 

La inflación da una pequeña tregua porcentual pero frágil. Es bueno recordar que se da con tarifas congeladas y con subas muy identificables localmente, que tornan muy difícil lo que viene. En alimentos, puntualmente, más allá de las políticas sociales, tampoco aumenta el consumo ni ninguna variable que aventure un posible cambio de tendencia, como sucede por ejemplo con la ventas de autos o propiedades. La falta de crédito a los privados es casi total.

Argentina está fuera del circuito de crédito mundial y, lo más grave, con crédito cero en el ámbito interno. Deuda que no es pagable en pesos por riesgo a una hiperinflación, que está como un fantasma esperando a la vuelta de la esquina. La emisión no soluciona nada, empeora.

¿DEFAULT OTRA VEZ? 

Este parece ser el escenario más posible. No parece haber ni convicción ni ganas de querer lo contrario. Y de ello se desprende menos crédito que nunca. Los precios de los bonos soberanos reflejan un default inmediato, eso determina un riesgo país en 4 mil puntos. Menor credibilidad que nunca y los recuerdos de 2005 / 2009, por canjes de deuda en crisis del 2001. 

El contexto económico está muy lejos de ser el mismo que en tiempos de Néstor Kirchner. Argentina agotó la paciencia internacional y hoy la cadena de pagos interna está en riesgo de quiebre. No hubo una feria para el clearing bancario y hay deudas que deben pagarse, pero sin correlato de ingresos por la cuarentena. Son ejemplos de desprolijidades que atentan contra los privados. 

La economía local está además agobiada por la represión impositiva y sin miras de ser revisada. Mal pronóstico de corto, mediano y largo plazo. 

Con déficit fiscal, ninguna política tiene sustento. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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