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Haciendo memoria
Pestes y epidemias en occidente, un reiterado flagelo
Las pestes se han reiterado en la historia de la humanidad. Para algunos autores, son un mecanismo natural de ajuste demográfico, que permite contener los excedentes poblacionales y ajustarlos a las posibilidades de satisfacción de la demanda alimentaria que brindan los distintos sistemas económicos.
El primer caso de peste registrada en libros escritos y combatida a través del aislamiento aparece en el texto bíblico Pentateuco, hace más de 3 mil años. En lo sucesivo, este tratamiento se volvió bastante frecuente para afrontar situaciones epidémicas o pandémicas.
En la historia del occidente cristiano, la primera gran epidemia fue la de la lepra, que arrasó Lyon (Francia), en el 583 DC. Siguiendo el ejemplo bíblico, se dispuso el aislamiento de los leprosos. Epidemias similares se reiteraron en los siglos sucesivos en el continente europeo, y para el 1200 DC ya existían más de 19 mil colonias de leprosos.
El caso más significativo dentro de la historia de occidente fue, sin dudas, la peste negra del siglo XIV, o peste bubónica. Fue en Venecia donde se utilizó por primera vez el término "cuarentena" (cuarenta días) y su vigencia efectiva. Su adopción no respondió a razón científica alguna, sino religiosa: los cuarenta días que, según la biblia, predicó Jesús en el desierto. La peste negra cobró entre 30 y 60 millones de vidas en Europa, y otras tantas entre Asia y Africa.
La epidemia de fiebre amarilla de Filadelfia o “plaga americana” se produjo en 1793, y tuvo un tremendo impacto. Las ciudades que comerciaban con Filadelfia llegaron al punto de poner en cuarentena hasta a los productos que provenían de allí. En apenas cuatro meses provocó más de 5 mil muertes, y un verdadero éxodo poblacional para tratar de escapar a sus consecuencias.
En 1871 se produjo la epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires. Estuvo precedida de una epidemia de cólera previa y de algunos focos de fiebre amarilla en la segunda mitad de la década de 1860. Sus consecuencias fueron terribles, ya que se contabilizaron más de 14 mil muertos y, también en este caso, se produjo una migración significativa de sectores acomodados del viejo casco de la ciudad hacia la zona norte, en busca de condiciones sanitarias e higiénicas más benévolas.
Algunos años después se produjo la epidemia de viruela de Brisbane, en 1881. Para combatirla se habilitó un centro de cuarentena en North Head, adonde fueron derivados centenares de infectados para esperar su muerte, ya que no se les prodigó ninguna clase de tratamiento efectivo.
Las guerras, la falta de higiene y de condiciones sanitarias apropiadas y las hambrunas provocaron a menudo pestes y epidemias de diversa magnitud. Las aquí mencionadas son las más significativas o que quedaron instaladas en la memoria social de occidente.
En las últimas dos décadas se han incorporado a este listado trágico las epidemias de SARS (2002), Gripe A (2012) y COVID-19.
Los seres humanos hemos convivido con las pestes y epidemias a lo largo de la historia. Llamativamente, cuando más avanzada ha estado la ciencia y la medicina, su impacto es peor y son más frecuentes. Una cuestión a tener en cuenta una vez superado el actual flagelo. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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