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30 de marzo de 2020 | Opinión

Coronavirus en Argentina

¿A dónde nos trajo la moderación?

Fue en la última campaña presidencial cuando sonaban fuerte los ecos de argumentos de moderación. Claro, ese ruido es habitual cuando los principios se rompen. Suelen crujir sonoramente.

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por:
Santiago Cúneo

Alberto Fernández no es otra cosa que un negocio de moderación para que la pequeña avenida del medio se sumara a la derecha liberal con un triunfo disfrazado de popular.

El coronavirus expone hoy descarnadamente que no tenemos un gobierno nacional de origen obrero. Por este motivo le cuesta tanto a Alberto explicar lo inexplicable: por qué no seguir el ejemplo de Macron en Francia.

¿Acaso alguien cree razonable seguir garantizándole a Pampa Energía el manejo de las eléctricas en plena pandemia? ¿Será peronista garantizar los intereses de los propietarios y no los derechos de los asalariados? ¿Podrá Fernández explicar por qué los bancos, Carrefour, Techint, el campo, siguen obteniendo plusvalías con esta infame realidad de muerte?

¿Por qué el gobierno manda a millones de argentinos a romper la cuarentena, para enviarlos a los cajeros automáticos a buscar dinero virtual mientras le niega el alimento en su casa? Tal vez, solo tal vez, Alberto pensó que se trataba de sumar a Sergio Massa, calmar a Clarín y poner paño frío a las causas contra CFK. Y CFK pensó que mejor era esto, a cuatro años más de Macri.

Pero llegó el coronavirus.

Ahora todo lo pensado no sirve para nada. Es tiempo de coraje y nacionalismo. ¿Pero cómo hacerlo sin convicciones de ese ADN? ¿Cómo ser peronista cuando se es socialdemocrata alfonsinista? ¿Cómo ser nacionalista si se es liberal económico? Alberto enfrenta, sin necesidad de ser algo distinto a lo que es, el dilema de la verdad.

No votamos un peronista. Estamos en el medio del río y no sabe si cruzar o volver atrás. Adelante lo espera la historia que inexorablemente lo juzgará. Volver atrás, a los brazos de Magnetto, o cruzar hacia el pueblo obrero peronista y nacionalista.

Vencer la pandemia es instintivo a la especie humana. Pero no une agua y aceite.

Y un día después, la moderación desaparecerá y será un tonto recuerdo de tiempos donde la sociedad creyó tener su sustento garantizado y negociaba con Satanás su placer personal. Será tiempo de patria y coraje y a los tibios los vomitará Dios.

La moderación nos trajo a la realidad de médicos y enfermeros ganando sueldos básicos miserables y jugadores de futbol obscenamente millonarios. Sería el tiempo que los hospitales fueran atendidos por Messi. Pero será, una vez más, el tiempo de los exageradamente argentinos y solidarios.

La moderación es una palabra que esconde las que verdaderamente representa: cobardes, miserables, ruines y mentirosos. La historia argentina se hizo de pasiones y amores, para que después la escribiera el enemigo con tintas de sangre de patriotas y desaparecidos, de héroes de Malvinas y madres de soldados, traicionados por políticos mercaderes del suelo patrio.

Debemos volver a ser primarios. Simples y llanos.

¡Patria y estado!

¡Y no volver jamás a ser moderados!


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